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Opinión

Freud, Bolaño y Bielsa: Sobre el sentido común, el deseo y el saber perder

Por: Eduardo Pozo Cisternas | Publicado: 16.01.2018
Freud, Bolaño y Bielsa: Sobre el sentido común, el deseo y el saber perder bielsa |
¿Será la genialidad del sistema neoliberal que nos hace encubrir nuestros propios deseos que siempre son singulares en “necesitar” ansiosamente objetos universales que vamos a consumir o a intentar cumplir como las palabras ideales antes planteadas?

Transversal a las clases sociales, sexo, orientación sexual, edad o nivel educativo. En el Chile actual está instalado un sentido común, una forma de pensar la vida y el mundo que influye en todo el espectro de nuestro quehacer cotidiano a través de palabras como: el éxito personal, el rendimiento ganador, el progreso monetario, la felicidad inmediata, la competencia o la eficiencia individual. En el trabajo, en la crianza a nuestros niños/as, en la forma de vivir la vida, en la moral y las prohibiciones, en nuestras relaciones sociales, en lo que compramos y, principalmente, en lo que nos exigimos a nosotros mismos.

En el Chile de hoy, intentar cumplir estos ideales deja una sensación de “estar haciendo las cosas bien”, porque es “la mentalidad que hay que tener”, lo que nos da cierta completitud o gratificación con nuestro propio ser. ¿Acaso no hay un cinismo detrás del querer cumplir tan al pie de la letra el ideal universal contemporáneo?

Un ejemplo. Alberto Mayol en una carta pública comentaba una anécdota que quizás ayuda a visualizar el asunto “Sebastián Piñera compró a Colo Colo pero su amor era por la UC. Un día me tocó entrevistarlo en La Moneda y ese día jugaban ambos equipos. Le pregunté a cuál apoyaba para el clásico. Me dijo que ese día había apoyado a Católica porque estaba disputando el torneo. Es decir, cualquier fuese el escenario, tenía un juego abierto para ganar o ganar. Esa es su mentalidad” ¿Después de las elecciones podemos decir que ese “sentido común” del deseo del chileno acaso es encarnado por Piñera?

Un contraejemplo, en la película Velódromo de Alberto Fuguet Carlos, un treinteañero le comunica a su amigo Ariel, protagonista de la película, que decidió alejarse de él porque habló con su esposa y ambos percibieron que él era un fracasado y que no tenía objetivos en la vida. Ariel, tiene conflictos por su narcisismo exagerado que le dificulta ver al otro como un sujeto distinto, sin embargo es alguien que logra entrar en la búsqueda de su propio deseo. Le contesta: “Carlos hay distintas formas de comprometerse en la vida”. Cuestión que toma más peso al final de la película en una conversación con la pareja de uno de sus amigos donde él comenta su posición en la vida a pesar de la presión social.

¿Quién podría cuestionar que el querer “ganar siempre” sea algo negativo? ¿Acaso hay que ser un perdedor? ¿Qué alternativa y consecuencias tenemos a esto? ¿Es posible la satisfacción no sólo en la meta sino en la posición con la que uno se va comprometiendo en las cosas de la vida que le provocan deseo?

Estas preguntas dan cuenta la necesidad de interrogarnos por el deseo humano en la psique, al momento de discutir las elecciones y diagnósticos socio-políticos actuales, hay que poder “meter las patas al barro” de la mente porque es hasta ese punto donde llega el discurso neoliberal como un ideal universal a cumplir, un “deber ser”.

Y por lo mismo, quizás vale aclarar y distinguir, aunque sea primariamente algo sobre el deseo, y no me refiero al “querer” o al “anhelo”, que puede ser fácilmente colonizable por este sentido común discursivo, sino a lo que Freud y luego Lacan aclararon como deseo del inconsciente. Éste no es la necesidad biológica sino el deseo como motor de la vida psíquica que no puede ser satisfecho por un objeto “típico” (otro ser humano, un objeto consumo, mamá, papá, pareja, hijo/a, ideales, alimentos, cosas del mundo, trabajo, etc) ya que el deseo es una relación con la falta o con el vacío constitutivo, común que tenemos como seres humanos. El deseo no se llena sino que causa, moviliza a encontrar sustitutos infinitos singulares que pueda darle vitalidad a la vida, un “sentido” de vida. ¿Podríamos decir entonces que las satisfacciones momentáneas por el deseo no se encuentran en una meta (que no existe) sino en el proceso?

¿Será la genialidad del sistema neoliberal que nos hace encubrir nuestros propios deseos que siempre son singulares en “necesitar” ansiosamente objetos universales que vamos a consumir o a intentar cumplir como las palabras ideales antes planteadas?

Lo que marca esto, a mi juicio, tiene que ver con lo que ocurre en el Chile actual, una colonización de estos deseos personales a través de palabras universalizadas por este discurso contemporáneo instalado hace tanto tiempo ya en nuestro país. No es que la gente sea “idiota” o la culpa la tenga el “el facho pobre” o el “burgués de izquierda” que necesita que el trabajador sea explotado al estilo del capitalismo antiguo (como lo decía Peña en una de sus columnas), sino que hay una operación psíquica mucho más compleja, implícita y sutil que somete el deseo de cada cual, independiente de la clase social. No es la era del goce ilimitado como lo vociferan ingenuamente algunos analistas, es el goce comandado por ese sentido común del discurso que se impone universalmente.

Me gustaría tomar tres ejemplos, uno desde el psicoanálisis (que es mi oficio cotidiano), otro de la literatura (uno de mis placeres)  y el tercero desde la cultura popular masiva, como el fútbol (una de mis entretenciones) que orientan otro tipo de posición respecto al deseo:

1.- Jorge Alemán, psicoanalista y poeta, siguiendo a Sigmund Freud, plantea así su relación con el psicoanálisis “¿Qué le debo al psicoanálisis? Haber aprendido a saber perder. ¿Qué es la vida para el que no sabe perder? Pero saber perder es siempre no identificarse con lo perdido. Saber perder sin estar derrotado. Le debo al psicoanálisis entender la vida como un desafío el que uno no puede sentirse víctima; en definitiva, el psicoanálisis me ha enseñado que uno debe entregarse durante toda una vida a una tarea imposible: aceptar las consecuencias imprevisibles de lo que uno elige”.

2.- El arte, más específicamente la literatura (cierta literatura), es un acto en sí, un atreverse a sumergir la cabeza en lo oscuridad, y no hacerlo para conseguir si quiera una moraleja como algunos cuentos infantiles educativos, sino en el mismo acto de posición. Este tipo de escritura parte, pues, de un convencimiento trágico: saber que vas a perder. “La única experiencia necesaria para escribir -afirma Bolaño- es la experiencia del fenómeno estético. Pero no me refiero a una cierta educación más o menos correcta, sino a un compromiso o, mejor dicho, a una apuesta, en donde el artista pone sobre la mesa su vida, sabiendo de antemano, además, que va a salir derrotado. Esto último es importante: saber que vas a perder”

3.- Marcelo Bielsa, ex técnico de la selección chilena del fútbol dijo en una de sus reflexivas  conferencias: “En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados (…) Soy un especialista en fracasos y sé perfectamente que las adhesiones se pierden cuando se acaba el éxito. Hay gente exitosa que no es feliz, y gente feliz que no necesita del éxito. El éxito es una excepción y no un continuo’

Esto no tiene que ver específicamente con el psicoanálisis, la literatura o el fútbol, sino en el respeto humilde que podamos tener por aquello que decidimos y las consecuencias de aquello independiente de si psicoanalizamos, educamos, escribimos o jugamos/dirigimos al fútbol. Siempre hay algo imposible en ello, siempre algo que se pierde. Tampoco tiene que ver con el dejarse perder o no querer ganar, ser un perdedor, un papanatas, no querer gobernar, ser un abúlico oscuro, un melancólico doliente o un sínico exitoso. Tampoco santos o héroes que se inmolan. No quiere decir que no haya éxito, narcisismo, obstáculos, sufrimiento e incluso destructividad y poder, detrás de ésta posición. No están del lado del ideal, sino de una posición distinta posible a éste sentido común que pareciera no tener fecha de término.

Quizás es algo que debiésemos aprender algunos que nos interesa la política. Asumir que está el deseo y que en relación a nosotros mismos y en la relación con el otro, en lo social, podemos escucharlo, darle más espacio y saber transmitirlo con el fin de agujerear este discurso que, digámoslo, ha triunfado hasta ahora.

Eduardo Pozo Cisternas