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El funeral de mi prima: Adelanto del homenaje a Pedro Lemebel, por Juan Pablo Sutherland

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 04.07.2018
El funeral de mi prima: Adelanto del homenaje a Pedro Lemebel, por Juan Pablo Sutherland juan pablo y lemebel 2 |
«Yo me alegré que la beca le hubiera salido; antes de la beca andábamos patiperriando sin ni un puto peso, y la prima era más pobre que yo, pero entre las dos no hacíamos ni un peso para nada, ni para un Belmont nos alcanzaba. Me alegro también por su buena fortuna, pero la fama me la fue quitando, yo creía que con la prima estaríamos juntas hasta viejitas, las dos conversando entre las palmeras importadas de Miami en la Plaza de Armas».

Además de los libros Ángeles negros y Santo roto, editados en los 90′, se te nota –obra reunida de Juan Pablo Sutherland que se presenta este jueves en el GAM– incluye textos inéditos, entre los que se cuenta una crónica de homenaje a Pedro Lemebel, de la que adelantamos un fragmento acá en Pretextos:

Durante. El féretro rodeado como campo de gravedad para las polillas, cada uno queriendo posar, agarrar alguna posición para la toma, el encuadre de la foto mediática que marcará el momento, el hito que dijera que yo estuve ahí, en el último evento mortuorio cultural de la nación. La ministra corría con su discurso recién editado, hablando de los talentos del artista ya ido para el país, de las listas de galardones y de su nueva ubicación en las altas esferas de la cultura nacional. Una diputada del partido revolucionario del pueblo se desplazaba sin que nadie la viese, poco a poco para llegar al encuadre de la cámara del canal público, tras ella, una multitud de locas pobres amigas reales de la difunta, guerrilleras del sexo, del bicho, gritaban por la amada diosa del under ochentero, pero para mí solo era mi prima de juergas y de barrio, que volvía insoportable del más allá con el ánimo de la función final. ¿Ella lo habría pensado así? Algo de eso había en el aire, la ministra semi-tapada por un sombrero negro de ala ancha, exuberante accesorio montado en la cabeza de una travesti del puerto se agarraba fuerte y sin pudor a la manilla del ataúd de la Star del underground ya convertida en moneda de cambio de la nación y entrando al panteón de las esfinges de la patria. En la televisión internacional el escritor gay de moda escribía con letras alambicadas la despedida a su recién adquirida eterna amiga, que no veía nunca, por cierto, que no visitaba ni sabía que estaba a punto de morir, pero ella la recordaría forever en el cielo azul de Vitacura, que, aunque era una comuna de nombre mapuche se escuchaba tan estupendo. A cuadras de la multitud otro escritor gay paseaba feliz por su barrio gay soñando que su enemiga máxima ya estaba en el patio de los callados o más bien de las calladas. Ya no se reiría de sus arrebatos dictatoriales, ni le recordaría que estuvo en aquel evento innombrable en plena dictadura en ese pequeño país. La multitud avanzaba en medio del barrio viejo de la metrópolis, las viejas del mercado y la pérgola la lloraban, clamaban su partida, ella pasaba todos los días a comprar flores para el altar de su madre montado en su departamento en el centro de la ciudad. El funeral de la prima se había convertido en un evento cultural donde todo se confundía, la admiradora cuica con el joven militante soñador, la diputada que buscaba dividendos políticos del nombre cultural y las funcionarias de organizaciones no gubernamentales con nombres imposibles de recordar, siempre con siglas endemoniadas, XX-Y de Paine, las GLBTI del norte, etc. Todo como ella hubiese escrito, imaginado, ella misma se habría reído del festín, ¿y a vos… quién te invitó? Habría expulsado sin protocolo la prima, años atrás había escupido a un ministro deslavado y de poca monta, pero los personajes no dejaban de llegar, el alcalde revolucionario, la actriz amiga, el académico marica, la cantora, todas con más o menos derecho, buscaban algo de ese luto, de esa fiesta fúnebre donde la prima era un festín o una bacanal que todos deseaban. Había amor en el aire, obvio, amor por la artista, por la chiquilla que salió de la población y se volvió famosa, inalcanzable y pedida por la multitud.

Dos años antes. El arreglo floral encima del altar demostraba la devoción, el recuerdo permanente de la prima que lloraba de rabia, y también del amor por su madre. Los gladiolos, las azucenas, las violetas nunca faltaban en ese altar, las imágenes de su madre entre medio de las flores volvían el espacio, o esa esquina del departamento, un lugar intocable y preciado, donde el aroma de las flores en algo contenía ese amor ya ido y devocional. Yo a veces opinaba de los arreglos, pero ella peleaba conmigo de inmediato y con ferocidad, decía que no opinara de nada, calladita me veía mejor, en sus andanzas de malas pulgas no escuchaba a nadie y también se reía conmigo, mamita eso no es así, cómo se te ocurre que yo voy a encamarme con ese hombre tan tontorrón, aunque sea artista visual y qué. Te imaginas con mi nombre por los cielos y el hombre que se esconde de mí cuando lo voy a ver a Valparaíso, finalmente el amor es cabrón mamita, y yo nunca tendré amor, fama sí, ya la tengo pos niña, pero el amor me ha sido negado siempre, amores muchos, pero ese amor único que vos tienes, de vuelta y vuelta, parejil, perejil, tortillera, no es para mí, vos te haces la lola para ser radical más cul, ni ahí con eso chiqui. El amor para mí está vedado y ya no me importa. Soy la Chávela Vargas del sur.

Ayer vino ese crítico que a vos te gusta, el español larguirucho, que la Bianchi dijo que es la inteligencia con patas, es decir fe-no-me-nal. Vos de pura envidiosa me dirás que no ha escrito nada bueno, no es tonto niña, escribió maravillas de Bolaño, que es tan buen escritor, a mí me ha tratado bien niña. No me puedo quejar. Y qué tiene que ver eso, vos sos loca niña, los negocios son los negocios y esa universidad cuica quiere los textos con el prólogo de Ignacio, lo voy a hacer, tú sabes que las monedas faltan siempre, no me mires, así como si estuviera vendiendo mi alma al diablo niña. Los exámenes son los exámenes, están cada día más caros, por el cielo niña, solo para los ricos, tú sabes que los pobres mueren sin que a nadie les importe en este país vendido, el partido me dijo que me pagaría algo también o me enviaría a La Habana como lo hizo con Gladys, y vos le crees al partido le dije de vuelta como un suspiro y al instante ella me miró con cara de odio y me sentenció que la visita se había acabado. Así es la prima, veleidosa, pero igual la quiero, tomo onces con ella en este regio departamento que se compró con esa beca gringa, que en ese tiempo no se la ganaba nadie, ¡la gugui! la gugui! gritaba la prima cuando se la ganó, yo no entendía nada por el teléfono: ¡la gugui! ¡la gugui! Esa beca se la movió una señora muy inteligente según la prima, de las mejores académicas del lado oscuro de la fuerza. Yo me alegré que la beca le hubiera salido; antes de la beca andábamos patiperriando sin ni un puto peso, y la prima era más pobre que yo, pero entre las dos no hacíamos ni un peso para nada, ni para un Belmont nos alcanzaba. Me alegro también por su buena fortuna, pero la fama me la fue quitando, yo creía que con la prima estaríamos juntas hasta viejitas, las dos conversando entre las palmeras importadas de Miami en la Plaza de Armas, conversando en una noche tropical eterna, levantando esos rotos ricos, pero así como vamos cualquiera de las dos va directo al patio de los callados, ella me dice siempre que como soy la más joven, la primera de la lista será ella, y yo creo que la prima es más fuerte que nadie, eterna diría.

(Fragmento crónica homenaje a Pedro Lemebel en se te nota, Obra reunida de Juan Pablo Sutherland. Editorial Los Perros Románticos, 2018)

El lanzamiento del libro se realizará este jueves 5 de julio en el GAM edificio A piso 3. Presentan la poeta Malú Urriola, el académico José Salomón y el columnista de Página 12 y especialista en literatura gay Adrian Melo.

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