Avisos Legales
Opinión

El espectáculo como política

Por: Pablo Padilla Rubio | Publicado: 06.05.2019
El espectáculo como política patines |
Barriga, Leitao y López encarnan, de alguna manera, la estética imperante, donde el relato político puro y duro (una cuenta pública), bien puede ser suplantado por amenos espectáculos, algunos para todo público, otro sólo para adultos en horario de protección al menor. Todos centrados en pasar un grato momento juntos, antes que en dar fe de realizaciones efectivas al mando de sus respectivos municipios. No digo que las mencionadas personas no tengan sus logros ciudadanos, anda tú a saber, pero si a la hora de los balances lo que aparece es una coreografía, una rutina humorística o una pachotada, la verdad queda la duda sobre el fondo de la propuesta. Es el espectáculo como política, insisto, y la ciudadanía convertida en audiencia a la que hay que entretener, antes que convencer.

La “doctrina Cathy Barriga” pareciera dictar algo así: “convertirás el municipio en un centro eventos”. Pues bien: si creían que esto era un fenómeno exclusivamente maipucino, la realidad les avisa que la cosa viene siendo moda.

Claro, porque mientras la cuenta pública de la ex Robotina (de Chile Vamos), estuvo en modo “Holliday On Ice”, en otras municipalidades parecieran haberse puesto al tono sin pudores, pero cada uno en su estilo. Veamos.

En Peñalolén, Carolina Leitao (DC) “amenizó” su cuenta pública con un formato de presentación estilo “stand up comedy”. Actuación que, al parecer, tiene al menos en Chile un cierto aire “progre” que lo hace especialmente atractivo para audiencias con afanes más intelectuales. Aún así, las masas han ido poco a poco aceptando este modo, consagrado en escenarios masivos de verano, ya sea con ovaciones o con pifias. En cualquier caso, obtienen alto rating. La política no podía estar inmune al contagio.

Pero hay más. Y para todos los gustos. El alcalde de San Vicente de Tagua-Tagua, Jaime González (PS) optó por un clásico del humor local, que nunca falla (como una vez más lo demostró la parrilla festivalera estival). Así, el chiste corto, misógino, obsceno y procaz le aseguró una cuenta pública llena de risas y aplausos.

Lo interesante es que estos tres ejemplos cubren buena parte del espectro político chileno: derecha, centro e izquierda. Cada quien con su modo de relatar y de poner en escena, muestran la actualidad política chilena, que habla de si misma no por el contenido de lo que dicen, sino que más bien por las maneras que tienen de entregar su relato.

Lo otro que llama la atención es que todos estos shows se dieron no en el contexto de kermesses, fiestas o celebraciones, sino que sucedieron en medio de una ocasión que alguna vez fue solemne: la cuenta pública. Dicha instancia, donde las autoridades solían evaluar públicamente su desempeño, con cifras y balances varios, ahora han ido cediendo terreno a otro tipo de ceremonias. Es, ni más ni menos, que el espectáculo como política.

No voy a escudriñar en las mentes de las autoridades y sus sagaces equipos de asesores, que cada quien tendrá sus razones para “actuar” como lo hicieron (nunca mejor dicho). Quizás lo triste, lo preocupante, es constatar varias cosas. Primero, esto no lo inventó ni Cathy Barriga ni Ronald Reagan, ni siquiera Ramón Barros Luco y sus ingeniosas ocurrencias, o Diego Portales y su vocación por la chingana. Un poco más atrás, 1 siglo antes de Cristo, el poeta romano Juvenal consagró la expresión “panem et circenses”, traducido a la rápida como “pan y circo”. De eso se trata: “este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo” (Juvenal, Sátiras X, 77-81).

Segundo, y siguiendo las ideas del escritor y académico chileno Miguel Laborde, todo proyecto político serio se define entorno a varios conceptos, todos esdrújulos: lógica, técnica, ética, épica, poética y estética. En la doctrina “Cathy Barriga” se confunden en una juguera los dos últimos términos, se los pervierte y se los convierte en lo que es no más: curiosidades en la sección política, pifias y aplausos, apenas la musiquilla de la devastación municipal.

Barriga, Leitao y López encarnan, de alguna manera, la estética imperante, donde el relato político puro y duro (una cuenta pública), bien puede ser suplantado por amenos espectáculos, algunos para todo público, otro sólo para adultos en horario de protección al menor. Todos centrados en pasar un grato momento juntos, antes que en dar fe de realizaciones efectivas al mando de sus respectivos municipios. No digo que las mencionadas personas no tengan sus logros ciudadanos, anda tú a saber, pero si a la hora de los balances lo que aparece es una coreografía, una rutina humorística o una pachotada, la verdad queda la duda sobre el fondo de la propuesta. Es el espectáculo como política, insisto, y la ciudadanía convertida en audiencia a la que hay que entretener, antes que convencer.

Pablo Padilla Rubio