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Sexo, raza y clase: Tres razones para que las mujeres se vuelvan carne de cañón

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 21.08.2019
Sexo, raza y clase: Tres razones para que las mujeres se vuelvan carne de cañón OITNB S7 PRODUCTION STILL 2 (1) | ORANGE IS THE NEW BLACK
Orange is The New Black, la serie que habló de diversidad cultural, racial y sexual desde un prisma feminista, llega a su fin. Sus historias marcaron el comienzo de la era Netflix y aportaron aire fresco al género al abordar realidades como identidad, transexualidad, discriminación, droga, corrupción, deshumanización y violencia en el sistema penitenciario.

Dentro de las chicas de Litchfield encontramos el más variopinto fresco social. Piper Chapman, una neoyorquina de 31 años, blanca, de buena situación económica y llena de privilegios, entra a la cárcel por llevar una maleta con dinero de drogas a su novia. Así ingresa a un ambiente hostil y es obligada a adaptarse y convivir con el resto de las reclusas. Para los guionistas es la excusa perfecta para entrar en un micromundo donde hay personajes de los más diferentes tipos y orígenes. En esta última temporada, Piper tiene dificultades con reintegrarse a la sociedad. Lucha con su libertad, trabaja en un restaurante de comida thai, en un Starbucks o sacando fotocopias.

Como si fuera un universo paralelo, la vida en la cárcel, tan corrupta, injusta y abusiva como siempre, sigue su curso sin ella. En esta última entrega, el personaje tiene que ceder protagonismo a otras historias más contingentes. 

Orange is The New Black se adentra ahora en la realidad de la vulneración de los derechos humanos de los migrantes durante la era Trump con la historia de Maritza Ramos. De hecho, se transforma en una de las tramas principales. Es inevitable tocar el tema de cara a las elecciones presidenciales de 2020 y al ver a miles de familias de inmigrantes divididas y niños encerrados en celdas de campos de concentración hacinados y superpoblados.

En temporadas anteriores, la serie ya reflejó cómo las cárceles estadounidenses se han transformado en una industria multimillonaria. La cárcel de alta seguridad de Litchfield es comprada por la compañía PolyCon y los personajes experimentan de primera mano ser carne de cañón. No son consideradas personas por el sistema. Solo son dígitos, valores, cifras. Son una tuerca más del engranaje de la economía automatizada, de las ganancias del mercado y de los esfuerzos de los empresarios por mantener sus ganancias y privilegios. Seres humanos reducidos a tablas y guarismos neoliberales. Si en la cárcel perdían su individualidad, al pasar a formar parte de una compañía cuyo objetivo es ganar dinero se transforman en simples números.

La entrada de PolyCon en el negocio de los centros de detención de inmigrantes muestra una cara aún más cruel del sistema. La agencia de inmigración arrasa en las calles, mientras PolyCon planea ganar millones de dólares construyendo y operando los centros. 

Maritza Ramos, la Barbie colombiana, disfruta de la libertad después de salir de la cárcel. En la última temporada, va con una amiga a un bar y ahí una noche conoce a un jugador de la NBA. Mientras está en un club nocturno, termina siendo víctima de una redada de Inmigración porque no tiene sus papeles de identificación. Los detenidos indocumentados no tienen derecho a un abogado o a llamadas telefónicas gratuitas. Las llamadas se pagan, pero ellas no tienen dinero. Las prisioneras tampoco pueden hablar con sus hijos porque ni siquiera saben dónde están sus hijos. El centro de detención parece una cárcel pero es peor, dicen los personajes. Maritza es llevada al centro de detención dirigido por Polycon, donde se encuentra con sus antiguas compañeras de cárcel transformadas en cocineras. Maritza intentará demostrar que es ciudadana estadounidense, pero no tiene su certificado de nacimiento. Está atrapada en una pesadilla y su deportación es inminente. 

La crítica a la ofensiva antinmigración de Trump o el cabeza de pichí, como lo apodó Felipe Avello, le otorga a esta temporada final una relevancia todavía mayor al encarar esa realidad con dramas humanos que tienen nombre y apellido. Mientras las ganancias de Polycon se van a las nubes con las detenciones y deportaciones masivas impulsadas por Trump, los indocumentados y los inmigrantes que persiguen el sueño de una mejor vida se enfrentan a la realidad de perder para siempre su lugar en el mundo. Más allá de los desenlaces de cada una de sus subtramas, Orange Is The New Black ha ayudado a hacer madurar a la audiencia y crear espectadores más abiertos y sensibles a historias y personajes con un pie en la ficción y otro en la realidad.

Disponible en Netflix

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