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Opinión

Los adolescentes y la fantasía

Por: Trinidad Avaria y Luciano Lutereau | Publicado: 09.09.2019
Los adolescentes y la fantasía jovenes | Foto: Agencia Uno
Una cuestión que nos viene llamando la atención en algunos adolescentes es cómo, aunque tienen vida sexual activa, no desarrollan erotismo. Por ejemplo, tienen relaciones quizá más porque es algo qué hay que hacer, que como búsqueda de encuentro con otro. Si el trabajo psíquico de la adolescencia es hacer de la sexualidad mucho más que una vía de descarga (masturbatoria), para que devenga comunicación erótica, es notable cómo incluso hasta hay un relativo desinterés por la masturbación.

A veces llegamos cansados a casa. Es difícil resistir el irse a la cama directo, porque así no se descansa, por más horas que se duerman. Entonces a algunos les pasa que se ponen a cocinar y, entonces, sienten que es como si recuperasen una energía perdida. Claro, si es que no lo hacen de manera mecánica. Esto lo que quisiéramos llamar una “escena de infancia”, nos referimos a la situación en que un adulto puede recuperar de manera indirecta un placer infantil, que en la niñez se usaba para jugar. Por más cansado que uno esté, no pedir comida a domicilio puede ser una oportunidad.

En algunas mujeres (y cada vez más hombres) notamos que ese placer se asoció con tejer. En cualquier circunstancia, echan mano al bolso y sacan sus agujas y un ovillo. Es fundamental conservar esa raíz lúdica, la adultez sin eso es pura adaptación. Pensamos en cómo los jóvenes de hoy parecieran saltarse esa función en algunas situaciones: a veces son demasiado realistas, están demasiado implicados con la “actualidad”. Sin duda los jóvenes son según los tratamos: el adolescente fantasioso es un resultado de prohibirles actuar; pero la “actualidad” de muchos jóvenes –su modo de habitar lo público– a veces (insistimos: a veces) merma la fantasía. Es un equilibrio difícil el de esa transición; crecer no puede ser a costa de la fantasía como motor lúdico para la vida. Por sí sola, la realidad es enfermante (como lo demuestra el estrés y el millón de licencias psiquiátricas que se emitieron en Chile durante el 2018).

En otra época se acompañaba a los jóvenes para que no se queden en la fantasía, hoy se les acompaña para que no la olviden. Por ejemplo, de un tiempo a esta parte nos interesa cómo a cada vez más jóvenes (y ya grandes) les apasiona el cosplay: pensamos que es cómo volvieran a jugar al disfraz (típico juego de infancia) como forma de resistencia, quizá el punto es que más que un recurso a una escena de infancia es el regreso a un juego infantil. Algo parecido pasa con los grandotes y el Play. La escena de infancia es metafórica, aquí se trata del retorno de lo mismo. Algo similar pensamos respecto del auge de los tatuajes entre adolescentes, es la permanencia en lo real de la carne del dibujo infantil. La noción de “escena de infancia” es fundamental para pensar estas cuestiones.

Hoy en día es difícil prohibirle algo a un adolescente. En realidad, es inútil o contraproducente. Y ocurre que los jóvenes cada vez pueden más cosas. Ser adolescente es vivir con una potencia creciente, en ascenso, pero eso no implica saber actuar. Entonces, ¿cómo hacemos los adultos para acompañarlos? El punto central es cómo se autoriza un joven, que no es lo mismo que darle permiso. En la consulta los padres preguntan: ¿a qué edad conviene que (vuelva solo del colegio, vaya a una fiesta, maneje, etc.)? Es interesante cómo en esta pregunta se piensa como cuantitativo algo que es cualitativo. Si lo vemos como cuanti, siempre vamos a estar dosificando, pero el tema es otro. Por ejemplo, puede ser que a los 17 un adolescente ya pueda manejar, pero una ley abstracta no autoriza, no es jurídica la ley que permite actuar. Porque la del derecho es una ley impersonal, en cambio lo que permite que un joven no sea pura potencia y, además, pueda actuar (responsablemente) es haber sido autorizado o, mejor dicho, autorizarse en el deseo de otro (un deseo nunca es impersonal). Por ejemplo, no alcanza con que vaya a una academia de manejo, es importante que salga a manejar con otro. Por eso cabe subrayar lo fundamental de la presencia del adulto que está ahí para iniciar en un hábito dando lugar a la experiencia, quien puede decir un día: ahora sí, anda solo.

Hoy en día o bien no soltamos a los jóvenes o bien los arrojamos a que vayan indefensos. Toda compañía es transitoria y hay que estar. Porque el deseo que autoriza, eso es lo que garantiza la responsabilidad. Autorizarse en el deseo del otro, actuar a partir del acto de otro, es lo que también ocurre en un análisis.

Por último, otra cuestión que nos viene llamando la atención en algunos adolescentes es cómo, aunque tienen vida sexual activa, no desarrollan erotismo. Por ejemplo, tienen relaciones quizá más porque es algo qué hay que hacer, que como búsqueda de encuentro con otro. Si el trabajo psíquico de la adolescencia es hacer de la sexualidad mucho más que una vía de descarga (masturbatoria), para que devenga comunicación erótica, es notable cómo incluso hasta hay un relativo desinterés por la masturbación. Y lo curioso es cómo la otra cara de ese desinterés es un retorno como obligación: ocuparse más del cuerpo del otro que de conocer el propio. Hablamos en cómo jóvenes de alrededor de 25 tienen un sexo neutro, con más destreza que preferencia, más cuantitativo que exploratorio. Una frase recurrente (y elocuente): «Que les da paja (coger)». Incluso es cómo si lo hicieran más por una expectativa ajena que por un deseo. Y al hacerlo se corrobora algo que les preocupa: querer verificar que su cuerpo está bien, porque el sexo es bueno (es salud). Nos preguntamos si esta orientación del sexo-saludable (que a veces los diarios y revistas replican con sus notas sobre «Tener sexo quema calorías», «Tener sexo a la mañana es bueno para el corazón») no es lo que más reprime el erotismo en la sociedad actual. ¿Cómo no va a «dar paja» -como dicen los jóvenes (una paja que a veces no incluye siquiera la masturbación)- este sexo descremado y por obligación?

Trinidad Avaria y Luciano Lutereau