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Del Yo Evado al Nosotros Evadimos como forma de protesta ciudadana

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 19.10.2019
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Hoy día, en el marco de una feroz represión policial y un acoso sistemático por parte del gobierno y medios de comunicación afines al oficialismo, los estudiantes secundarios son capaces de reemplazar sus tradicionales estrategias de lucha como han sido las marchas y tomas de establecimientos escolares, algo desgastadas y con poca influencia social y política (lo que no significa que puedan volver a ser formas relevantes de movilización), por una nueva/antigua forma de acción directa, como es entrar colectivamente al metro sin pagar el pasaje, acción conocida hoy como “evasión masiva”.

En un país donde las autoridades evaden sus responsabilidades, los empresarios evaden impuestos, los poderosos evaden la justicia, y hasta el propio presidente evade el pago de contribuciones, resulta sumamente interesante las declaraciones de personeros de gobierno condenando las evasiones masivas ocurridas en distintas estaciones del metro los últimos días. Resultan interesantes no porque digan algo distinto a lo que tienen que decir (era poco probable que salieran a defender y legitimar la valentía de los estudiantes secundarios), sino porque justamente utilizan argumentos (condenar por no respetar la ley) que no aplican para los poderosos sino tan solo para el ciudadano promedio, y por cierto para ese no-ciudadano en que han convertido a los estudiantes secundarios, cada vez más violentados, estigmatizados y criminalizados, atentando contra sus derechos tal como lo ha señalado en reiteradas ocasiones la Defensoría de la Niñez.

Sin embargo, este no-ciudadano, que no tiene derecho a voto pero que es imputable a los 16 años (el presidente se quejó de que no fuera a partir de los 14), ha jugado un rol relevante durante toda nuestra historia reciente. Fueron un actor, que, aunque secundario como señala un documental del mismo nombre, jugó un rol fundamental en la lucha contra la dictadura. Luego, desde comienzos de la década del 2000 fue desarrollando nuevas formas de acción y organización, llegando en el año 2006 a la Revolución Pingüina, que antecedió el estallido del 2011, donde una vez más fueron actores fundamentales, probablemente con menor visibilidad de la que merecían.

Hoy día, en el marco de una feroz represión policial y un acoso sistemático por parte del gobierno y medios de comunicación afines al oficialismo, los estudiantes secundarios son capaces de reemplazar sus tradicionales estrategias de lucha como han sido las marchas y tomas de establecimientos escolares, algo desgastadas y con poca influencia social y política (lo que no significa que puedan volver a ser formas relevantes de movilización), por una nueva/antigua forma de acción directa, como es entrar colectivamente al metro sin pagar el pasaje, acción conocida hoy como “evasión masiva”. Cabe precisar que esta forma de acción directa tiene como antecedente las “metradas” de los estudiantes secundarios en dictadura, cuando invadían estaciones sin pagar, protestando por el alza del precio del pasaje estudiantil. De este modo, las evasiones masivas son un acto de memoria histórica que conecta las luchas del presente con las luchas del pasado.

Sin embargo, en el contexto actual, esta forma de acción directa no solamente es un acto de protesta por el alza del pasaje, sino que es un símbolo del malestar ciudadano respecto de un “modelo de desarrollo” basado en la desigualdad y el abuso, que nos afecta de manera directa a través del sistema de impuestos, pensiones, salud, etc., como de manera más general por ejemplo a través del despojo y privatización de los recursos naturales y de la negligencia absoluta respecto de los impactos ambientales, sociales y en la salud de las personas y comunidades.

Se ha dicho que somos un pueblo sumiso, que nos hemos convertido en una sociedad individualista, que la ciudadanía se ha despolitizado de la mano de un conjunto de estrategias neoliberales que buscan hacer aparecer el modelo socio-político incuestionable y por lo tanto sin posibilidades de transformación significativa, todos elementos sin duda ciertos, pero no generalizables. No solamente los estudiantes, secundarios y universitarios, han protestado para defender sus derechos, también lo han hecho por años mapuches, profesores, pobladores, trabajadores y otros actores sociales, aunque mayormente en luchas que les conciernen directamente. Con las evasiones masivas de los estudiantes secundarios, que han sido descalificadas por las autoridades porque a ellos no les afectaría el alza del pasaje, no solamente se impugna el alza del pasaje, se simbolizan una serie de descontentos ciudadanos, sino que también se abre la posibilidad de la gente que utiliza el metro, “los usuarios”, se hagan parte de este movimiento en la medida que se desarrolla en un escenario básico de sus vidas cotidianas como uno de los medios de desplazamiento por la ciudad.

Es difícil saber cómo va a continuar este movimiento de desacato, aunque recordemos que, hechos como la colusión de las farmacias, las luchas regionales y ecologistas que antecedieron al Movimiento por la Educación, y las manifestaciones feministas de los últimos años, han generado mucha simpatía ciudadana y han convocado a grandes masas de personas dispuestas a movilizarse. Sin embargo, los logros han sido parciales, y el trabajo, el cansancio, las deudas y los problemas de salud mental son elementos que sin duda dificultan la manifestación del descontento social, pero la acumulación del malestar termina tarde o temprano en una rabia que eventualmente puede desembocar en acciones ciudadanas que vayan más allá de marchar o expresarse en redes sociales. Ya está visto que el gobierno es relativamente inmune a estas estrategias de movilización, aún cuando sea importante mantenerlas. Otra cosa es cuando protestas como las evasiones masivas comienzan a interrumpir los flujos urbanos que sostienen el sistema de trabajo y consumo que solo favorecen el cansancio, los bajos salarios, el endeudamiento, las injusticas, los problemas de salud y en definitiva una vida poco digna. Se sabe que mucha gente, de manera individual, evade el pago del pasaje, pero al hacerse de manera colectiva, se resignifica esta acción y se constituye un nosotros que permite reconocernos como iguales y actuar juntos. Quizás las evasiones masivas sean formas aun relativamente espontaneas de evadir esta realidad para empezar a transformarla de manera colectiva.

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