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Opinión

Amor en tiempos de represión: La teleserie institucional de Carabineros de Chile

Por: Raúl Riquelme | Publicado: 09.01.2020
Amor en tiempos de represión: La teleserie institucional de Carabineros de Chile |
En esta lógica melodramática que han llevado adelante nuestras fuerzas de orden y seguridad casi de manual, no sería descabellado entonces, imaginar una escena en la que el general Rozas vuelve de un día ajetreado de trabajo y encuentra que Chadwick (o Blumel) lo estuvo engañando siempre y se ha encerrado en el baño para evitar darle la cara. No sería la primera vez que el poder político se lava las manos con respecto al uso desmedido de la fuerza y la escena se presenta así, tan burda como la funa de Cifuentes. Ya lo intentó hacer Chadwick con su ridícula defensa, y Guevara me imagino estará preparando algo similar.

“Teniente Cavieres, sale de ahí hueón si ya te pillé (sic)”
Cifuentes.

No es extraño, de un tiempo a esta parte, escuchar muchas veces que la mayoría de los hechos que ocurren en este país parecen sacados de un cuento realista-mágico o de un culebrón centroamericano. Lo insólito, lo inaceptable, y más recurrentemente, lo burdo, parecen haber ganado terreno durante los años de la “democracia de los acuerdos” y desplazado la línea a su favor. Aquellas tramas que parecían estar condenadas a residir en el terreno de la ficción y “lo teleseriesco”, terminaron por gobernarnos repartiendo palos y disparando a los ojos con tal de defender su ridículo argumento. En este dramático sentido, una de las instituciones que más descrédito se ha llevado desde hace unos años hasta hoy es Carabineros de Chile.

El día de ayer, en tanto, la teleserie se hace carne y habita entre nosotros de una manera muy particular con la publicación de un video en el cual aparece un carabinero de apellido Cifuentes “funando” a su esposa por engañarlo con el “Teniente Cavieres” en su propia casa. En el mismo podemos apreciar a todos los personajes del dramón, como en el clímax de un piloto: Cifuentes, que graba en primera persona y nos explica la situación a los espectadores; Belén, la esposa, sentada en la cama con inusitada dignidad mientras es humillada; y a dos carabineros cabizbajos y en silencio esperando afuera de un baño que, según nos enteramos por las clamas de Cifuentes, esconde a, señoras y señores, ni más ni menos que ¡el mismísimo teniente Cavieres! Y esto sigue. La trama se tensa aún más cuando Cifuentes amenaza con contarle todo a “la Valderrama” quien, parece ser, sin ir más lejos, la mujer del teniente Cavieres. Que también es funcionaria de Carabineros. Sí. Porque esto tiene de todo. Aparecen entonces, las preguntas que cualquier televidente de las ocho de la noche se haría: ¿Cómo llegamos a esto?, ¿qué pasó antes?, ¿qué pasó durante? Y, aún más importante, ¿qué va a pasar ahora?

Y es que tanto el viral como las preguntas serían inocentes si desatendiéramos al contexto en el que este video estalla y por el que, también, gana peso y popularidad. El melodrama represivo estalla en medio de los graves cuestionamientos a la institución y, particularmente, por el deficiente manejo que han tenido desde la revuelta social que empezó el 18 de octubre pasado y que, de acuerdo a cifras del INDH, al 30 de diciembre registra 3.583 lesionados dentro de los que se cuentan mutilados y torturados, con casos emblemáticos como el de Fabiola Campillay o el de Gustavo Gatica, ambos cegados de sus dos ojos.

Lo insólito (y lo peor) es que tanto el Ejecutivo como el General Director de Carabineros, Mario Rozas, a casi tres meses de marchas, continúan cerrando filas contra las acusaciones de violaciones a los DD.HH. (acreditadas por organismos de alta competencia internacional como Human Right’s Watch o Amnistía Internacional) y regalándonos frases tan brutales y mentiras que parecen sacadas de la boca del villano de una teleserie. Que lo que vemos en la calle es mentira, que Carabineros sigue los protocolos, que son casos aislados, que el mentholatum sirve para disminuir el efecto de los gases lacrimógenos, aun cuando es ampliamente conocido que su uso despeja las vías respiratorias. Incluso, el general Basaletti se atrevió a decir, que al igual que en el cáncer, en el mantenimiento del orden público “se matan células buenas y malas”, y luego tuvo que salir a rectificar el horror de sus palabras.

Sin embargo, la teleserie viene de mucho antes, y como ya lo desclasificaran Ciper o Interferencia (con la Operación Huracán y el Caso Catrillanca, o más recientemente el segundo con los “PacoLeaks”, donde muestra que Carabineros seguía a dirigentes estudiantiles y sociales), el entramado represivo de dimes y diretes entre uniformados viene de mucho antes y la pugna al interior de Carabineros más parece culebrón centroamericano que problemas de inteligencia. O tal vez, efectivamente, es un problema de inteligencia. Aquellas filtraciones que muestran conspiraciones internas entre unos y otros grupos (“Villalobistas” versus “Sotistas” en su momento) dejan a Cifuentes y a Cavieres como guaguas de pecho, como quienes se pelean infantilmente sobre los cuerpos asesinados y mutilados por su institución en esta “democracia de los acuerdos” que se construyó con pistola en mano y se defiende de la misma manera.

En esta lógica melodramática que han llevado adelante nuestras fuerzas de orden y seguridad casi de manual, no sería descabellado entonces, imaginar una escena en la que el general Rozas vuelve de un día ajetreado de trabajo y encuentra que Chadwick (o Blumel) lo estuvo engañando siempre y se ha encerrado en el baño para evitar darle la cara. No sería la primera vez que el poder político se lava las manos con respecto al uso desmedido de la fuerza y la escena se presenta así, tan burda como la funa de Cifuentes. Ya lo intentó hacer Chadwick con su ridícula defensa, y Guevara me imagino estará preparando algo similar. Ellos no tienen la culpa, ellos lo hicieron todo apegado a la Constitución. No hay personas más inocentes que ellos. “Sal de ahí hueón, si ya te pillé”, me imagino a Rozas gritando afuera del baño, sin encontrar respuesta. Pero sus gritos no funcionan. O podríamos imaginarnos escenas más ridículas, más gritadas y más disparatadas que el mentado video y encontraríamos que el límite se ha desplazado. Lo insólito, lo inaceptable y lo burdo han ganado ese terreno que intentaron vendernos durante la “democracia de los acuerdos” como nuestro.

La realidad muestra, por supuesto, que tiende a ser más compleja que la ficción (o así a veces quiero creerlo) y, según he escuchado, a diferencia de Basaletti uno no debería catalogar a las personas como “buenas” o “malas”. Sin embargo, cuando esa otredad que ostenta el poder de la fuerza, los villanos de la teleserie, parecen casi escribirse a sí mismos, no queda más que disputar el terreno que nos pertenece, uno donde la desfachatez de los villanos para reírse de nuestros muertos, de nuestros heridos, de nuestros mutilados, no tenga cabida.

Volviendo al video que da origen a esta columna, y que ya vemos no es sino una pequeña muestra (ridícula, sí) de la división al interior de nuestras fuerzas de orden, cabe preguntarnos: ¿en qué lugar vamos a situarnos, como sociedad civil, al interior de estos líos teleseriescos de nuestra República que intenta escapar del apellido de bananera?

En ese mismo video, Cifuentes menciona que hay un niño, su hijo, que duerme (o intenta hacerlo) en medio del griterío y la pelea. Soñemos ese país, allá, en lo profundo del sueño que estos villanos nos quieren quitar.

Raúl Riquelme