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Stéphanie Alenda: «El desafío es conducir el país con un Presidente atenazado por una opinión pública que condena las violaciones a los DD.HH.»

Por: Diego Alonso Bravo C. | Publicado: 15.03.2020
Stéphanie Alenda: «El desafío es conducir el país con un Presidente atenazado por una opinión pública que condena las violaciones a los DD.HH.» Alenda es magister y doctora en sociología. | Fuente: cedida.
La doctora en sociología, académica universitaria y editora del libro Anatomía de la derecha chilena: Estado, mercado y valores (Fondo de Cultura Económica/Universidad Andrés Bello) ve cómo el estallido social inclinó la balanza de la derecha hacia el centro político; reconoce el proceso plebiscitario como una oportunidad para cambiar el rol del Estado impuesto en dictadura; e identifica aquí los matices que diferencian a Chile Vamos. Todo, de cara al lanzamiento del libro, programado para el martes 17 de marzo, a las 18:00, en el Centro Cultural Gabriela Mistral. 

«Y la derecha del período posdictatorial ha estado protegida por un proyecto que ella misma diseño y gracias al cual ha podido mantener importantes grados de hegemonía social, pese a no encontrarse en el Ejecutivo. En otras palabras, se ha encontrado resguardada por una Constitución autoritaria y representativa de sus valores en el ámbito social y económico, a la vez que ha debido convivir con una centro-izquierda renovada, que ha moderado sus aspiraciones reformistas».

La frase es parte de las conclusiones a las que el historiador Joaquín Fernández y el filósofo Sebastián Rumié llegaron y expusieron en el capítulo «Las transformaciones de la derecha chilena: desafíos, adaptaciones y renovaciones (1932-2010)», que es parte del libro Anatomía de la derecha chilena: Estado, mercado y valores en tiempos de cambio (Fondo de Cultura Económica/Universidad Andrés Bello), que editó la doctora en sociología y directora de investigación de la facultad de educación y ciencias sociales de la Universidad Andrés Bello, Stéphanie Alenda. Y si bien el periodo analizado no consideró la primera parte de la administración de Sebastián Piñera, apunta —como las movilizaciones desde el 18 de octubre hasta ahora— a la Carta Magna como principal promotora, defensora y garante de un modelo impuesto en una época oscura para Chile. 

Fue a partir de una encuesta a 700 líderes de Chile Vamos, además de una minuciosa investigación con distintos enfoques, que el libro logró reconocer e identificar los principios que mueven a la derecha chilena, una radiografía detallada a sus relaciones con los diferentes centros de pensamiento, los vínculos religiosos, entre otros temas.

El tema se vuelve particularmente contingente cuando se considera como telón de fondo el proceso plebiscitario, con la polarización que han generado las opciones Aprueba y Rechazo, siendo esta última la bandera que la propia derecha ha decidido tomar. Alenda muestra aquí lo que se juega el oficialismo, de cara al 26 de abril.

—Sobre modelo de desarrollo y Estado de bienestar, ¿cuáles son las principales diferencias en los tres principales partidos de Chile Vamos? ¿Cómo se vería la defensa de esas diferencias en el proceso constituyente?

«En base a las evidencias de nuestra encuesta a los cuadros dirigentes de Chile Vamos, no las hay mucho. Identificamos tres sensibilidades: la subsidiaria, mayoritaria (55%), la solidaria (30%) y la ultraliberal (13%), dos de las cuales comprometidas con la economía de mercado, y vimos que se reparten de manera bastante homogénea entre los tres principales partidos. Hay por supuesto algunos matices: los subsidiarios son un poco menos en Evópoli respecto a la UDI y RN. Evópoli tiene también un poco más de solidarios, pero también un poco más de ultraliberales. En cambio, entre la UDI y RN las diferencias no son sustanciales. Solo haré una precisión conceptual para que se entienda la forma en que fueron construidas estas nociones. En el pensamiento político de la derecha chilena, y creo en gran medida en Chile, los principios de subsidiariedad y solidaridad suelen ser confundidos. Uno tiende a ver la solidaridad como sinónimo de caridad. Junto a Carmen Le Foulon y Julieta Suárez-Cao, utilizamos la noción de solidaridad en el sentido del apoyo de los cuadros dirigentes a un sistema de protección social definida por el estar dispuesto a socializar ciertos gastos, lo que caracteriza a los Estados de bienestar.

«Este tercio de dirigentes clasificados como solidarios por estar favorables a la focalización del gasto social en los grupos más vulnerables, pero además por estar de acuerdo con aumentar los impuestos individuales destinados a la protección social, ya daba cuenta en 2016, cuando finalizó la aplicación de nuestra encuesta, de una coalición tensionada por dos tipos de proyectos: uno más centrista y el otro más derechista.

«Según nuestros análisis, la coalición ya se encontraba frente a la disyuntiva de avanzar hacia el centro político o defender su núcleo doctrinario con escasas probabilidades de asentar un proyecto de poder. El estallido social y el proceso constitucional inclinan la balanza hacia la primera opción, sumándole el desafío de liderar transformaciones a veces en contradicción con ese núcleo doctrinario, de ahí cierto repliegue identitario que observamos en particular a través del rechazar para reformar. El avanzar hacia el centro se ilustra por ejemplo a través de las declaraciones del Presidente de RN cuando plantea que para él, no es ser de izquierda defender un sistema mixto de pensiones, incorporando el principio de solidaridad. Esto implica reformas profundas al modelo de desarrollo, pero no un derrumbe del modelo. El proceso constituyente es el lugar por excelencia para discutir aquello». 

—Hay una predominancia de los “liberales renovados” en el gobierno, a tu parecer (Evópoli en las carteras de Interior, Transporte y Hacienda). ¿En qué forma se puede ver su influencia en la actual administración?

«Primero, con ‘liberales renovados’ nos referimos a las nuevas generaciones que constituyeron Evópoli cuyo ideario articula los principios del liberalismo clásico (el desarrollo de las capacidades individuales y de la libertad, la defensa de la propiedad privada, entre otros) con una sensibilidad más progresista, más igualitaria contenida en la noción de justicia social, por cierto una vieja noción para la derecha pues remite a la doctrina social de la Iglesia.

«En sus inicios, observamos que Evópoli adhiere al pensamiento liberal-igualitarista, especialmente a su enfoque de justicia como igualdad democrática, pero el partido se inclinó progresivamente hacia posciones más libertarias. Esto permite comprender que las organizaciones políticas no son estáticas. Ajustan sus posicionamientos en el tiempo. La influencia de este liberalismo renovado se observa principalmente en el Ministro Briones, pero también en el Ministro de Economía, que pertenece a la misma generación. Durante el verano, Lucas Palacios se mostró intransable con cierta vieja forma de hacer política cuando presentó su renuncia a la UDI, acusándola de blindar a Hasbún. El liberalismo renovado aparece así como una nueva forma de hacer política, con exigencias de transparencia (pensemos en todos los tweets explicativos del Ministro Briones), de rectitud y probidad. Lo interesante es que el liberalismo renovado se conecta bastante bien con una parte de las preocupaciones de los solidarios: ambos son críticos hacia los abusos que nacen de la desregulación del mercado a través de los casos de financiamiento irregular de la política y la formación de oligopolios.

«Esta práctica es a priori incompatible con el liberalismo económico para el cual la colusión ha sido siempre el principal enemigo de la llamada ‘sociedad libre’. Entonces, el liberalismo renovado defiende las virtudes de la economía de mercado, encarna la agenda anti-abusos, a lo que se agrega una forma de hacer política más cercana, que refleja probablemente otro habitus de clase, para hablar como Bourdieu, pues varios de estos políticos no pertenecen a la elite tradicional».

—Descartaste que el proceso constituyente afecte la viabilidad de los partidos apuntando a la institucionalización interna y a la proyección de crecimiento del rechazo. ¿Crees que el hecho de que parte de los argumentos detrás del estallido apuntan al modelo que defendió y respaldó este sector político, y que les dio garantía de existencia, podría desestabilizar en algún momento a la coalición?

«Mi punto era el siguiente. La opción del rechazo no polariza la coalición de gobierno en torno al clivaje autoritarismo/democracia. En otras palabras, no activa un clivaje susceptible de romper la coalición. Ambas posiciones fueron de hecho reconocidas en Chile Vamos como legítimas. Interpreto en parte la primera como fruto del repliegue identitario que mencionaba: el país se está izquierdizando, ya no existen las posiciones moderadas, volvamos a nuestros principios. Estos mecanismos reactivos suelen pasar en contextos polarizados. Es en este sentido es importante diferenciar desde el punto de vista del análisis la opción rechazar para reformar, de las expresiones violentas y anti-democráticas de grupos de choque de ultraderecha.

«Otro factor de estabilidad que mencioné es la presencia en los tres principales partidos de la coalición de dirigentes claves que no defienden las mismas posiciones de cara al plebiscito. Esa transversalidad permite amortiguar las tensiones interpartidos. Pero para responder a tu pregunta, veo dos posibles focos de tensión: uno interno a la coalición y el otro externo.

«En tiempos polarizados e inciertos, si un sector tiene la percepción que la coalición está siendo despojada de su núcleo identitario, se pueden producir tensiones, que se deben más, creo, a la idea de que otro sector le está haciendo el juego a la izquierda que a discrepancias insalvables en torno al modelo de desarrollo, considerando la apertura del gobierno hacia fórmulas de desarrollo más solidarias.

«Otro foco de desestabilización dependerá del desempeño del gobierno en el restablecimiento del orden sin más violaciones a los DD.HH. En materia de defensa del orden y la autoridad, la coalición no tiene un doble discurso. En nuestra encuesta, habíamos preguntado por el grado de acuerdo con que las protestas sociales deban ser controladas para garantizar el derecho a la libre circulación de las personas. El 84% de la UDI, el 83% de RN y el 74% de Evópoli habían respondido favorablemente». 

—El concepto “dignidad” podría cruzar el análisis de las movilizaciones en el país desde el 18 de octubre. Es, de alguna forma, un concepto que cabría en lo entendido por posmaterialismo. ¿Cuáles podrían ser los principales desafíos de la derecha chilena, considerando el modelo chileno materialista posdictatorial (que defendieron y promovieron)? 

«El concepto de ‘dignidad’, tienes razón, es un concepto posmaterialista pues alude al derecho de desarrollar plenamente y libremente nuestras capacidades individuales, a la calidad de vida, etc. Y eso pasa por un trato digno. Pero es también un concepto que involucra lo material, a lo que apunta en gran medida este estallido. El principal desafío me parece ser que es lograr conducir el país, con un Presidente atenazado entre una opinión pública, incluida la internacional, que condena su administración por las violaciones a los DD.HH. y una parte de su sector que le reprocha su falta de mano dura. Las demandas por dignidad le llegaron al gobierno.

«Otro tema es la forma en que estas se están procesando, cómo se están comunicando los avances de la agenda social y su suficiente velocidad y profundidad.

«Otro desafío consiste en lograr puntos de acuerdo sobre la magnitud de las reformas. Eso implica considerar también en la ecuación la capacidad de la oposición a llegar a acuerdos con el oficialismo. El país y el gobierno deberán por último enfrentar no solo la desaceleración de la economía sino también la probable recesión causada por el coronavirus, lo que agrega otra capa de complejidad al asunto». 

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