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La cara más racista del sistema de salud: La cadena de errores y descuidos en torno a la muerte de Wislande Jean

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 11.07.2020
La cara más racista del sistema de salud: La cadena de errores y descuidos en torno a la muerte de Wislande Jean wislande jean |
La sospecha sobre una eventual muerte por coronavirus no detectado se ha instalado entre familiares y vecinos de la toma dignidad de Batuco. La interrogante toma fuerza tras conocerse la falta de atención y protección que recibió la joven haitiana desde antes de fallecer hasta su sepultura. Una vez más, la atención de salud de las personas migrantes queda puesta en entredicho. A la espera de los resultados de la autopsia, que se conocerá en las próximas semanas, y tras el deceso, las autoridades sanitarias han empezado a mapear una zona que, según sus habitantes, ha sido olvidada hasta ahora. Se han encontrado, al menos, once personas contagiadas.

Cuatro ramos de flores blancas yacen sobre la tierra que cubre el ataúd de madera, enterrado en el Cementerio General de Recoleta. La sepultura, este jueves, del cuerpo de Wislande Jean, la mujer haitiana de 30 años fallecida hace una semana en el sector Marichiweu de la toma Dignidad de Batuco, en Lampa, concreta el final de una cadena de desprotección, errores y descuidos en torno a la muerte de la joven. Una sucesión de hechos que abarcan desde su última visita médica hasta la sepultura, y que han dejado abierto el interrogante –vigente hasta hoy– de si, la suya, fue una muerte por covid-19 no detectada.

Wislande Jean se atendió por última vez en el consultorio de Lampa el 13 de junio. La joven era conocida en el establecimiento. Llegó a Chile en 2017 con su pareja, Michel Duclas, y desde enero vivían en el campamento lampino. En el Cesfam la habían atendido varias veces por sus antecedentes respiratorios y por haber dado a luz ahí a su guagua cinco meses atrás. Además del pequeño, era madre de otro niño de 13 años, que esperaba, en Haití, poder venir a Chile una vez superada la pandemia. Ese día, la mujer, quien sufría asma crónica, acudió al establecimiento con 38,5 de fiebre y malestar. “Lo único que presentaba ese día era fiebre y no se le realizó el PCR. Se le dio paracetamol y después nunca volvió a consultar”, explica a este medio la doctora Diana Umaña, directora comunal de Urgencias.

Según la resolución del Minsal del 30 de mayo, si una persona presenta al menos dos de los síntomas de la enfermedad o “una infección respiratoria aguda grave que requiera hospitalización”, debe ser considerada “caso sospechoso” y deberá permanecer en cuarentena por 14 días o hasta que un PCR descarte la enfermedad. Para considerarse “caso probable”, en cambio, la persona tiene que haber estado expuesta a un contacto estrecho de un paciente confirmado con Covid-19 y presentar al menos uno de los síntomas. La doctora Umaña recalca que Wislande, “lo único que refería [durante su visita] era tener fiebre y negaba tener contacto con casos positivos”. Por eso se descartó el examen. Sin embargo, según la doctora, “si se tiene un antecedente de una enfermedad crónica inestable, sí se debe hacer el test”. Era el caso de Wislande.

El Desconcierto ha consultado con tres médicos distintos qué atención tendría que recibir una persona asmática crónica que presenta 38,5 de temperatura y todos han coincidido que debería considerarse un caso sospechoso y poner en marcha una cuarentena de 14 días hasta que un PCR confirme o desmienta la sospecha.

Más allá de si se trataba de un caso positivo o no por coronavirus, familiares y vecinos han denunciado la falta de atención que ese día recibió la joven.

Sepultura Wislande Jean en el cementerio de Recoleta / Foto: cedida

La muerte

El malestar físico de Wislande Jean permaneció de forma inestable: “La fiebre le bajó, pero un día se sentía bien y otro mal, un día estaba cansada y al otro se recuperaba”, comenta Nicole Moya, dirigenta del campamento y de la casa de la joven. Y añade: “La noche antes de morir estaba bien, pero en la mañana amaneció mal”. Según su versión, cuando la mujer se levantó a preparar el desayuno de su bebé, se lo comentó a Michel y le dijo, también, que sentía mucho frío. Como su estado empeoraba, alrededor de las 8 de la mañana empezaron a llamar a la ambulancia, pero el teléfono sonaba ocupado. Una hora y media después, un vecino de la comunidad llegó hasta la casa de Nicole para avisarle de que Wislande se había desmayado y que “le latía muy fuerte el corazón”, explica la dirigenta. “Yo avisé a una asistenta social y ella llamó al SAPU de Lampa, pero llegaron a las 11 solamente a dar el deceso”, lamenta.

El certificado médico de defunción emitido por el Servicio Médico Legal (SML) indica que la joven falleció el viernes 3 de julio en un establecimiento de salud –no en su casa, como ocurrió– y establece como causa de muerte un “tromboembolismo pulmonar”, una enfermedad que presenta síntomas muy parecidos a los de la Covid-19, como dificultad para respirar, dolor en el pecho y tos. Según Nicole Moya, la salud de su vecina había empeorado por la fuerte humedad del campamento, después de las intensas lluvias de los últimos días que dejaron el terreno flotando en el barro.

Certificado médico de defunción Wislande Jean

Hasta la fecha, ni el Minsal ni la Seremi de Salud Metropolitana tienen registro de cuántas personas migrantes hay contagiadas o fallecidas con o por COVID-19. Este miércoles, la autoridad regional de Salud convocó un encuentro virtual con líderes y dirigentes de organizaciones sobre la situación de las y los migrantes en el contexto de pandemia. En la reunión, el representante de la Seremi regional informó que se está trabajando con el Departamento de Epidemiología para “tener alguna agregación de los datos de contagiados y fallecidos por sexo y comuna” y aseguró que, apenas dispongan de la información la van a “socializar”. Desde el Minsal, por su parte, aseguraron que no tienen datos “así de específicos” porque no han tenido posibilidad de levantarlos.

10 horas de espera

La defunción de Wislande, que formalmente nunca se asoció al coronavirus, activó las alertas de las autoridades locales y regionales quienes, si bien hasta entonces no se habían hecho presentes en la zona, según aseguran los vecinos del campamento, empezaron a considerar la posibilidad de encontrar en el lugar un foco de contagios. Entre domingo y lunes pasados se desplegaron en el terreno varios equipos de la Seremi de Salud y de la Municipalidad de Lampa, junto con la alcaldesa, Graciela Ortúzar, para mapear el territorio y hacer un testeo masivo a las 750 familias que viven en la toma en condiciones de extrema precariedad. Los resultados se conocieron durante las últimas horas y, hasta ahora, arrojaron 11 casos positivos sobre un universo de 500 muestras tomadas entre los dos días.

Al no existir ninguna evidencia hasta ahora de la presencia del virus en la toma, la vida en el campamento ha transcurrido durante días sin aislar a las personas contagiadas ni aplicar protocolos para estos casos. Lo mismo ocurrió con el manejo del cuerpo sin vida de Wislande Jean y su sepultación posterior. No solo se obviaron las recomendaciones de manejo de cadáveres publicadas por el Minsal durante la pandemia, sino que ni siquiera se aplicó correctamente el protocolo establecido para un fallecimiento sin covid: tuvieron que pasar diez horas para que alguien se hiciera cargo de la muerte de Wislande. Según cuenta Nicole Moya, quien fue testigo del deceso y de las horas posteriores, Carabineros de Lampa llegó al lugar después de la insistencia de una asistenta social (inicialmente dijeron que “se encontraban en un procedimiento”). Al observar la situación, informaron que se trataba de una muerte por coronavirus y se fueron, dejando así el rumor en el aire. En la tarde, dice la dirigenta vecinal, con “la presión” de Canal 13, que reporteaba en terreno, llegó una patrulla de Carabineros de Til Til, pero se fue apenas desaparecieron las cámaras. Nicole desconoce quién acabó avisando al SML, que apareció a las 9 de la noche a levantar el cuerpo. “El caballero me contó que a él le avisaron porque andaba buscando otra personas fallecida en Batuco y aprovechó de pasar a la toma”, relata Nicole con cierta indignación.

Esta semana vecinos del cerro Polanco de Valparaíso también denunciaron que, tras la muerte de otra mujer haitiana de 24 años, la familia tuvo que esperar más de 12 horas en la casa a que apareciera algún organismo que se hiciera cargo del cadáver. Desde la junta de vecinos de la zona acusaron el abandono de “negligencia del aparataje de policías, servicio de salud, SML y fiscalía”.

Para Marcela Concha, abogada y voluntaria del campamento, al no activarse el protocolo para fallecidos por Covid, “no se llevaron a nadie a ninguna residencia sanitaria, ni separaron a las personas, ni hicieron test hasta el día siguiente. Entonces aparecieron todos”, subraya. Y sentencia: “Me hace sentido que [las autoridades] tenían fuertes sospechas que sí podría ser una caso positivo, por eso vinieron y empezaron a testear, para aislar [a la gente contagiada] y llevársela a las residencias sanitarias”.

Campamento Dignidad en Batuco, Lampa / Foto: Cedida por Marcela Concha

Sin RUT ni velorio

Si para recoger el cuerpo de la mujer tuvieron que pasar 10 horas, para poder enterrarla la familia se demoró seis días. Seis interminables días de más errores, trámites y burocracia legal. El sábado, después del deceso, Michel esperaba poder ir al SML a reconocer el cuerpo de su pareja y a recoger la documentación necesaria para agilizar la sepultura. Sin embargo, otro despropósito dilató el proceso. En la visita del día anterior, Carabineros de Til Til se llevó por error la cédula de identidad de la joven, un documento imprescindible para hacer el trámite. Hasta el domingo en la tarde los agentes no llegaron al campamento para retornarla. “Al principio, nos dijeron que teníamos que ir nosotros a recogerla. Yo me indigné porque no tengo ni auto y el error fue suyo”, exclama la dirigenta de la toma. Pasaron 72 horas hasta que Michel tuvo en sus manos el certificado médico de defunción, que le dio la primera (y única) respuesta, hasta ahora, de las causas de la muerte de su compañera.

Tal y como establece el protocolo del Cementerio de Recoleta para los fallecidos no-covid en pandemia, se autorizó el ingreso a una veintena de personas, entre familiares y miembros de la comunidad. Allí se celebró el primer y último ritual de despedida con la presencia del cuerpo sin vida de Wislande. A pesar de considerarse una muerte sin covid, la familia no la pudo velar. El Hogar de Cristo, que se hizo cargo de los gastos fúnebres y cinco años de sepultura, consideró que las condiciones de suelo, totalmente embarrado, impedían la circulación de la carroza y que “ya habían pasado demasiados días”, expone Nicole.

Wislande Jean / Foto: cedida

«No son casos aislados»

“Me he encontrado con muchos casos de personas migrantes a quienes no se les quiere tomar el test porque les dicen que no tienen síntomas”, afirma N’kulama Saint Louis, sociólogo y facilitador del programa Programa Apoyo a Migrante de la Municipalidad de La Pintana. El profesional asevera que “muchas veces” desde su programa “tiene que insistir” para que se haga un test a una persona migrante: “Si la salud es, verdaderamente, un derecho, no debería ser así”, critica.

Las falta de atención hacia las personas extranjeras fue, precisamente, uno de los temas más comentados durante el encuentro entre dirigentes de agrupaciones de migrantes y la Seremi de Salud Metropolitana celebrado esta semana. Muchos de los participantes alegaron que reciben denuncias de personas que no son atendidas en los consultorios por no tener RUT.

Para la activista del colectivo Negrocéntricas Paola Palacios, esta realidad “no es nueva”, pero sí considera que “se agudizó con la pandemia”. Según ella, se trata de “una cadena de acontecimientos, una seguidilla de acciones, que son producto de una estructura racista que se perpetúa”. Y subraya: “No son casos aislados”.

Wislande Jean, Joane Florvil, Rebeka Pierre o Monise Jospeh. En el último tiempo han sido varias las denuncias por las muertes, casi siempre impunes, de mujeres haitianas que han topado con la peor cara del sistema de salud. “Vivimos en una sociedad caníbal que si no tienes el dinero para pagar algo no te prestarán atención. Y si eres mujer y migrante es aún peor”, espeta Palacios.

Según la activista, que en la actualidad trabaja en la creación de un observatorio ciudadano contra racismo, “es muy difícil acusar racismo cuando en una sociedad no se entiende qué es y no se lee como un delito”. En su opinión, la gente cree que ser racista significa “que no te gusta alguien que tiene la piel oscura”, pero eso –dice– es “solamente una de las manifestaciones de la estructura racista”. Y define: “El racismo discrimina a las personas que habitan una corporalidad negra, indígena o no hegemónica desde todos los sistemas: sanitario, educativo, judicial, etc.”

Precisamente, este jueves la Municipalidad de Lampa abrió un sumario relacionado con el caso de Wislande por los dichos ofensivos y racistas de una funcionaria pública en contra de la joven. Esta será la segunda investigación vinculada a este caso. La primera fue instruida por la dirección de Salud al consultorio para aclarar las circunstancias de su diagnóstico. Además, en poco más de una semana, la familia conocerá el resultado de la autopsia, que dará luces sobre las circunstancias que provocaron la precipitada muerte de Wislande.

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