No más migajas

Desde que decidí postularme como diputada, me llovieron las críticas. Que abandonaba a los estudiantes, que me quería asegurar un puesto y cuántas otras cosas más. Mi reflexión era clara y mi convicción también: era necesario llegar a lugares en los que, además de manifestar y denunciar, pudiéramos cambiar aquello que era injusto. Estar en el Congreso nos ha permitido seguir ayudando y apoyando no sólo a los estudiantes, sino también a sus familias: hombres y mujeres trabajadoras por quienes hemos impulsado medidas como las 40 Horas, la Ley Gabriela, Sin Consentimiento es violación y también apoyado otras como el fin a la selección en los colegios, la desmunicipalización, la ley de Universidades del Estado y la misma gratuidad.

Es verdad que no hemos logrado todo lo que queríamos: la resistencia de la derecha es poderosa y muchas veces era difícil saber dónde terminaba la derecha y dónde la izquierda había olvidado sus ideales de justicia y solidaridad. Con todo, logramos avanzar, por ejemplo, en gratuidad. No fue todo lo que queríamos, pero no podemos pasar por insignificante, por ejemplo, el hecho de que más de un millón y medio de personas estudien gratis en la educación escolar y superior.

Con el despertar social del 18 de octubre, el cerco de lo lograble se movió aún más. El pueblo se hizo escuchar y logró que se escucharan fuerte y claro las demandas por mayor justicia y menos desigualdad. La pandemia vino a agudizar esas demandas: más que nunca necesitamos un Estado que sepa responderle a las personas y proteger a quienes más lo necesitan.

Estoy segura que muchos y muchas de quienes hoy estamos en puestos de poder llegamos con el sueño de cambiar este sistema injusto y cruel. ¿Qué sentido tiene venir a este Congreso a seguir haciendo lo mismo que han venido haciendo tantos otros?

Hoy enfrentamos una pandemia mundial, algo que nos sorprendió y nos removió a todos y todas. En un abrir y cerrar de ojos hemos perdido familiares, amigos y conocidos: más de 15.000 compatriotas. El gobierno, sin embargo, sigue proponiendo las mismas fórmulas de siempre, dejando a miles de familias en absoluto desamparo.

Desde la Bancada Comunista y la oposición hemos hecho propuestas innovadoras, con sentido de urgencia, que lamentablemente esta añeja Constitución nos impide hacer avanzar con más rapidez. El impuesto a los súper ricos, de un 2,5% por una sola vez, a las fortunas personales de $22 millones de dólares, es uno de estos proyectos. Considerando el apoyo de diversos economistas y especialistas, creemos que más de 11 millones de personas podrían beneficiarse con una renta básica de emergencia por sobre la línea de la pobreza. Más allá de eso nos ha impulsado una sola idea: esta crisis no la pueden seguir pagando los trabajadores, los más pobres, los más endeudados. Ya es hora de que se pongan quienes más tienen, quienes más han acumulado y que lo han hecho en gran medida gracias al esfuerzo de miles de trabajadores.

Entendemos que quienes compartan esta idea, más allá de los estudios y opiniones técnicas, se sumarán a hacer cambios, modificaciones y mejoras al proyecto. Estamos abiertos a eso, pero no a que simplemente se nieguen a discutir y sobre todo que lo hagan sin proponer nada que vaya en auxilio de millones de personas que hoy lo están pasando tan mal.

Hay una canción de un querido amigo que dice: “si quieres cambio verdadero, pues camina distinto”. Por eso me permito hacer un llamado a mis colegas de la Comisión de Constitución y a todos los parlamentarios: caminemos distinto, no sigamos caminando al ritmo de un gobierno indolente que no ha tenido la voluntad de cuidar a su población. Legislemos sin miedo al poder, sin miedo a los súper ricos que no quieran ver esta propuesta avanzar. Recordemos la convicción y el sueño que nos hizo postular a ocupar este espacio en primer lugar. Es al pueblo a quienes le debemos nuestro trabajo, ellas y ellos son los que necesitan que hoy cumplamos con nuestro deber y les demos soluciones reales, no más migajas. No tengamos miedo de caminar distinto.