Escena

Nissim Sharim (no) ha muerto

Por: Rodrigo Miranda, periodista y escritor | Publicado: 06.11.2020
Nissim Sharim (no) ha muerto |
El actor y director del grupo Ictus, símbolo de la resistencia cultural a la dictadura, falleció, a los 88 años, sin recibir el Premio Nacional. Sus restos fueron velados en la Sala La Comedia de calle Merced. No podría haber un lugar mejor para despedirse de él. Era su segunda casa.

Paula Sharim, María Elena Duvauchelle y Pepe Secall abrazados a un costado del féretro y con el pez emblema del grupo teatral Ictus de fondo, usado por los primeros cristianos como símbolo. El ataúd muy austero, sin barniz ni adornos, permaneció siempre cerrado, como lo dicta el rito judío. Según esa tradición, los restos físicos que van envueltos en una sábana blanca deben contactar con la tierra lo más rápido posible. Así fue la despedida de Nissim Sharim en la sala La Comedia.

Los aplausos y muestras de cariño y reconocimiento ciudadano en su nombre se hicieron escuchar con fuerza en la calle Merced del barrio Lastarria. Hasta los micreros hicieron tocar su bocina. Una larga fila afuera del teatro esperaba con paciencia su turno para entrar y depositar flores como forma de homenaje. Las lágrimas de los asistentes no tardaron en brotar. Algunos de los que se hicieron presentes fueron Ricardo Lagos, Luisa Durán, Shlomit Baytelman, Alex Zisis, Loreto Valenzuela, Liliana García, Paulo Brunetti, Francisco Reyes y Oscar Hernández, quienes ingresaron respetando las medidas sanitarias vigentes. La ministra de las Culturas brillaba por su ausencia.   

La última vez que vi a Nissim Sharim (1932-2020) fue en 2017 en la obra Esto (no) es un testamento, un tributo escénico a los 60 años del Ictus. Los actores llamaban por Skype a Nissim, quien entregaba su testimonio desde su casa. Ya se encontraba enfermo de una dolencia a la columna vertebral y no podía moverse.

La manivela

Como si fuera una escena del recordado programa de humor La manivela, la videollamada resultaba divertida gracias al gran sentido del humor que le caracterizaba. Los jóvenes actores de la obra le cuestionaban, quizá en forma forzada, el tono homofóbico de una pequeña frase de Tres noches de un sábado, obra concebida 45 años atrás y en otro contexto histórico. Nissim se las arreglaba para contestar, aunque no necesitaba hacerlo tampoco. Se prestaba para el juego con un ánimo envidiable, a pesar de su enfermedad.

Tres noches de un sábado fue el único montaje que siguió en cartelera después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y se convirtió en un foco de resistencia contra la dictadura, como también lo fue el Ictus y el propio Nissim.

El actor y director luchó por el regreso a la democracia y vivió en carne propia la censura y persecución de los militares, las ominosas listas negras en canales de televisión, las cartas con amenazas de muerte y avisos de bomba. A excepción el Ictus, había muy poco teatro en Chile en esa época porque la mayoría de los actores, dramaturgos y directores estaban exiliados, pero Nissim y el Ictus resistieron. 

Perico se compró un auto

Como no podía trabajar en televisión y La Manivela fue eliminada de la programación de Televisión Nacional, la publicidad ochentera de ¡Cómprate un auto, Perico! le permitió entrar en el imaginario colectivo y popular. Paradójicamente, le pagaron ese comercial con un auto Chevette del año y cero kilómetro. Al final, Perico pudo tener su auto. 

Uno de los momentos más duros lo vivió en 1985. Mientras actuaba en la obra Primavera con una esquina rota, adaptación de la novela de Mario Benedetti, le avisan del brutal asesinato de José Manuel, sociólogo e hijo de 36 años de su compañero de elenco, el actor Roberto Parada, de 76 años. Era el llamado Caso Degollados.

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Recuerdo que yo era niño y escuché la noticia en la Radio Cooperativa. No entendía aún el significado de las palabras degollados o corvo, que nunca antes había escuchado. Quizá solo en el cuento La gallina degollada, de Horacio Quiroga, pero sabía que algo malo les había pasado a esos profesionales, uno de ellos un profesor del Colegio Latinoamericano. 

Era marzo de 1985 y luego de nueve meses de funciones, Nissim fue sacudido por el horror de la dictadura: el secuestro y asesinato del hijo de su amigo y compañero de escenario. En plena función, Roberto Parada en un acto de coraje, decidió no suspender la obra y seguir con la representación en la que interpretaba al padre de un hijo torturado y preso político.

Antes que la obra terminara, el Teatro La Comedia se repletó de actores y amigos que llegaban a acompañar a Roberto. Todos lloraban. Entre ellos, Nissim.

En esa histórica sala, 35 años después, el mundo del teatro dijo presente para darle el último adiós a Nissim Sharim. No podría haber un lugar mejor para despedirse de él. Era su segunda casa. 

 

 

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