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Irán 2017: La revolución que nunca fue

Por: Felipe Ramírez Sánchez | Publicado: 08.01.2018
Todo indica que las movilizaciones ya van a la baja, y que difícilmente nuevos sectores sociales se sumarán a ellas. Aquellos que en 2009 repletaron las calles en contra de la reelección del gobierno de Mahmud Ahmadineyad hoy respaldan al gobierno de Rouhani, y conservadores y otros opositores saben que los derrotados en Siria e Irak aprovecharán cualquier oportunidad para llevar la guerra a tierras iraníes.

Durante las últimas semanas, las imágenes de protestas en diversas ciudades de Irán generaron altas expectativas entre algunos medios de comunicación occidentales y analistas internacionales.

En un escenario en que el “eje de la resistencia” (conformado por Irán, el gobierno del Baath en Siria y Hezbolá en Líbano) se encuentra consolidando su victoria tras años de una desgarradora guerra en el interior de Siria, los gobiernos de Estados Unidos y las monarquías del Golfo buscan cualquier excusa para aumentar la presión sobre el gobierno de Teherán y revertir la situación.

Así es como una serie de protestas provocadas por las dificultades económicas al interior de Irán, terminaron siendo leídas desde el extranjero como la posibilidad de una “primavera árabe” que pudiera amenazar el sistema político instaurado tras la revolución islámica de 1979.

Las redes sociales han hervido con imágenes y videos supuestamente emitidos desde el interior del país persa, y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió para condenar la represión a las movilizaciones.

Sin embargo la maniobra ha llegado a ser tan burda, que muchas de las fotografías que han circulado se han demostrado falsas: algunas provenían de películas, otras de las manifestaciones de 2011 en Bahrein contra la monarquía conservadora respaldada por Occidente, e incluso de las protestas de Argentina contra la reforma a las pensiones.

¿Pero qué es lo que realmente está sucediendo? Los manifestantes representan una débil mezcla de familias y jóvenes descontentos por las dificultades económicas que se viven en el país y las expectativas no cumplidas tras el acuerdo nuclear, sectores nostálgicos del antiguo gobierno del Shah, y otros pro-occidentales.

Todo comenzó en la ciudad de Mashad con manifestaciones impulsadas por quienes perdieron todos sus ahorros tras la bancarrota de algunas entidades financieras en lo que se conoce como el “Asunto Caspio”. A medida que algunas pequeñas convocatorias similares, todas pacíficas, se realizaron en ciudades cercanas, rápidamente grupos externos comenzaron a instalar eslóganes relativos al cambio del sistema político y la monarquía, y se generaron choques violentos con las fuerzas de seguridad.

En este punto es necesario preguntarse ¿qué similitudes existen con las manifestaciones del 2009? La verdad es que muy pocas. En ese momento cientos de miles de personas se movilizaron en todo el país incluyendo la capital denunciando un fraude electoral tras la derrota del candidato reformista, mientras que actualmente sólo se han movilizado algunas miles de personas en las provincias, sin que nada haya pasado en Teherán, y sin que exista una agenda política ni liderazgos claros en las protestas.

Según algunos reportes del corresponsal de prensa en la región Elijah Magnier, en un inicio sectores conservadores intentaron aprovechar las protestas en Mashad para poner en aprietos al gobierno del Presidente reformista Hassan Rouhani. Sin embargo, con el paso de pocos días conservadores, moderados y reformistas intuyeron el peligro de que las protestas se salieran de control, si las minorías violentas y pro-monarquía conseguían apoyos externos, como los insinuados por Estados Unidos en la ONU.

El gobierno ha reaccionado rápidamente para buscar una solución para quienes han sido más afectados por los problemas económicos en Mashad, donde de hecho las autoridades locales no desplegaron a las fuerzas paramilitares de los Basij para restaurar el orden, y buscaron la manera de llegar a un acuerdo con las familias que habían perdido sus ahorros, lo que ha desmovilizado a buena parte de quienes iniciaron estas protestas.

Todo indica que las movilizaciones ya van a la baja, y que difícilmente nuevos sectores sociales se sumarán a ellas. Aquellos que en 2009 repletaron las calles en contra de la reelección del gobierno de Mahmud Ahmadineyad hoy respaldan al gobierno de Rouhani, y conservadores y otros opositores saben que los derrotados en Siria e Irak aprovecharán cualquier oportunidad para llevar la guerra a tierras iraníes.

Es por eso que estos últimos días se celebraron masivas manifestaciones en apoyo del gobierno en las principales ciudades del país, incluyendo la capital, y en rechazo a la violencia y a la intervención extranjera en el país.
Sin embargo las razones profundas del malestar continúan existiendo. La economía iraní está pasando por dificultades debido a que las reformas liberalizantes del gobierno no han logrado atraer inversiones extranjeras, ya que Estados Unidos ha reforzado las sanciones a pesar del cumplimiento del acuerdo nuclear, y amenaza a quienes decidan invertir en el país. Incluso el gobierno de Donald Trump se ha negado a liberar 150 billones de dólares iraníes y tampoco ha reconocido las reformas impulsadas por el gobierno de Rouhani.

Más que una posible revolución en contra del gobierno iraní, hemos sido testigos de un nuevo capítulo del enfrentamiento entre poderes regionales y potencias mundiales en Medio Oriente, tal como la guerra en Siria, la desastrosa intervención saudí en Yemen, el reciente y bochornoso secuestro del Primer Ministro libanés Saad Hariri en Riad, y el anuncio del gobierno estadounidense del cambio de su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén.

Felipe Ramírez Sánchez