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Opinión

Javiera Parada no es la reserva moral de la izquierda

Por: Francisco Mendez | Publicado: 01.05.2020
Javiera Parada no es la reserva moral de la izquierda |
La pregunta es si Javiera Parada es el demonio que ciertos descerebrados ven. Y claramente, no. Pero tampoco, digámoslo, es la reserva moral de la izquierda ni mucho menos. Es un personaje interesante al que su trayectoria vital, debido a lo que padeció en dictadura con el asesinato de su padre, le ha dado cierto simbolismo, cierta significación histórica. Pero, ¿es eso suficiente como para ser vocera de algo que, claramente, no está detrás de ella? Parece discutible.

El miedo siempre ha servido para evitar los debates, las controversias, las conversaciones y las posiciones que se contraponen en todo raciocinio medianamente serio. Por lo general, el manto del pánico sirve para que la ciudadanía se aterrorice y se quede callada con solo pensar en plantear preguntas o a mirar más allá de lo inmediato.

El justificado terror que causa la pandemia que estamos viviendo, digámoslo, ha sido útil para inmovilizar el pensamiento y los cuestionamientos. Cualquier persona que ose mirar críticamente a ministros y sus acciones, muchas veces es sindicada como peligrosa para el bienestar de la población y la unidad que requiere el país para afrontar desafíos como estos.

Esta semana, sin ir más lejos, vimos el despliegue de lo que podríamos llamar la “invisibilización del futuro” por parte de La Moneda.  El ministro Gonzalo Blumel intentó materializar la idea de algunos asesores presidenciales de que no es viable económicamente el plebiscito de octubre, evitando, obviamente, hablar de posiciones políticas, de lo de acuerdo o no que se está con plebiscitar la nueva institucionalidad nacional, poniendo el peso de lo inmediato, con tal de esconder las fisuras y el enfrentamiento de postulados en torno al futuro.

Pero esto no ha terminado con eso. Medios de comunicación, como por ejemplo La Segunda, han intentado contar que hay una conversación en torno a la posibilidad de posponer o no la gran discusión nacional. Para hacerlo, han buscado con pinzas a quienes puedan dar opiniones que puedan adecuarse cierto “centralismo”- que, seamos claros, no es más que un radicalismo vestido de moderación-conveniente para que todo siga medianamente igual. El mencionado vespertino  buscó a Javiera Parada, personaje de cierta izquierda temerosa de lo que el oficialismo mental ha denominado como el “extremismo”. Ella, tal vez ilusamente o tal vez no, dio una cuña en la que decía que había que ver qué hacer de acá a octubre con el evento democrático que debió realizarse el pasado 26 de abril.

Ante estas declaraciones, surgió la pregunta de a quién representaba Parada. Pero ahí se olvida algo esencial del trabajo de ciertos medios: no importa si hay o no representatividad real de ciertos personajes, ya que es su proveniencia familiar o política la que hace que editores y directores los hagan parecer como sujetos más relevantes de lo que realmente son. Cuestión que, guardando las proporciones claramente, sucedió con Mariana Aylwin en pleno gobierno de Michelle Bachelet. Frente al trabajo que estaba llevando la administración de la Nueva Mayoría, era importante poner a la representante del “alywinismo” ( si es que existió eso alguna vez) para cuestionar lo que se estaba haciendo.

La pregunta es si Javiera Parada es el demonio que ciertos descerebrados ven. Y claramente, no. Pero tampoco, digámoslo, es la reserva moral de la izquierda ni mucho menos. Es un personaje interesante al que su trayectoria vital, debido a lo que padeció en dictadura con el asesinato de su padre, le ha dado cierto simbolismo, cierta significación histórica. Pero, ¿es eso suficiente como para ser vocera de algo que, claramente, no está detrás de ella? Parece discutible. Y es bueno que lo entienda a tiempo, porque muchas veces las buenas intenciones, construidas con los traumas del pasado, no hacen más que servir para que los mismos, los de siempre, sigan ganando. O, en este caso puntual, para que lo que hemos llamado en este texto la “invisibilización del futuro”, triunfe.

Francisco Mendez