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Opinión

La urgencia de un proyecto

Por: Yerko Ljubetic | Publicado: 13.04.2021
La urgencia de un proyecto Camila Polizzi | Twitter
Cuando las ideas son reemplazadas por la imagen y la performance, el resultado es la fragmentación incesante de los actores del sistema, con la consecuente crisis de gobernabilidad, o la emergencia de figuras que se manejan hábilmente en esos escenarios y lo hegemonizan con su oscura vaciedad. La convulsión social que irrumpió el año 2019, y que la pandemia sólo ha suspendido, exige ser politizada en el sentido más virtuoso del término, que no es otro que poner en el debate público las ideas que, hilvanadas entre sí, dan sentido y perspectiva a lo que está ocurriendo u ofrecen un mejor destino compartido para las y los habitantes del territorio.

Hace un par de semanas, la decisión del Frente Amplio de retirar su apoyo a una candidata que manifestó posturas sobre el aborto que contradecían las definiciones que todos los partidos de dicha coalición tienen al respecto, suscitó variadas críticas de opinantes que reivindicaban la libertad de la candidata y que reprochaban por autoritaria y dogmática la decisión frenteamplista. Sin embargo, la sensibilidad de la materia en discordia ha impedido el necesario ejercicio de predecir el sentido y los alcances que habría tenido una decisión contraria a la que se critica y, por lo mismo, deseable para quienes hacen el reproche; esto es, que el FA nada hubiera dicho sobre la contradicción expuesta. Pues bien, principalmente, ello hubiera implicado que una fuerza política que nace con pretensiones de cambio se habría sumado como uno más a un escenario político en el que los rostros reemplazan a las ideas y los personajes a las ideologías.

En ese escenario no importa quién es ni qué diga el o la candidata del partido o la coalición, siempre que su presencia mediática y su enganche con “los problemas de la gente” asegure rentabilidad electoral; no hay ideas sino cuñas, no hay definiciones sino lugares comunes. Y si alguna afirmación suya se contrapone flagrantemente a la que sobre el punto tiene la organización que le postula, ésta prefiere mirar hacia el lado o diluir la contradicción en el océano de las palabras. El problema es que, en esa actitud (someterse a la política de las audiencias, a la telepolítica) se halla una de las razones que explican el preocupante panorama de lo público en un país que, paradojalmente, se interna en un proceso de deliberación de una trascendencia tan inédita como determinante.

Así, nos encontramos ad portas de un itinerario constituyente premunidos de pura indignación y sentimientos, de percepciones que se sostienen en la generalidad necesaria para abarcar adhesiones irreflexivas y en las que los razonamientos que se estimulan responden a las demandas de los afectados por problemas específicos y a las reivindicaciones identitarias, en una obvia renuncia a la política como el campo en que las demandas y reivindicaciones de cada sector y comunidad se articulan con las de otros elaborando propuestas que aspiran a explicar las razones por las que estamos como estamos y las formas de avanzar hacia mejores destinos para todas y todos.

Po otra parte, la ausencia de estas ideas puestas en perspectiva (el programa, el proyecto) no es sólo un problema a la hora del debate sobre el futuro, sino que también genera enormes obstáculos para la dinámica de los actores sobre el escenario en la medida que, por ejemplo, la discusión instrumental (alianzas, primarias, etc.) no se ancla en discernimientos compartidos sobre temas relevantes sino que queda entregada al sinuoso campo de los prejuicios y las conveniencias, profundizando la confusión y el descrédito entre aquellos (cada vez menos) que siguen esta discusión.

En esa perspectiva, cuando las ideas son reemplazadas por la imagen y la performance, el resultado es la fragmentación incesante de los actores del sistema, con la consecuente crisis de gobernabilidad, o la emergencia de figuras que se manejan hábilmente en esos escenarios y lo hegemonizan con su oscura vaciedad. La convulsión social que irrumpió el año 2019, y que la pandemia sólo ha suspendido, exige ser politizada en el sentido más virtuoso del término, que no es otro que poner en el debate público las ideas que, hilvanadas entre sí, dan sentido y perspectiva a lo que está ocurriendo u ofrecen un mejor destino compartido para las y los habitantes del territorio.

Que haya que hacerlo con amplios niveles de participación y con plena disposición a cuestionarse los paradigmas hasta ahora vigentes (al menos desde las izquierdas), le agrega dificultad, pero no exime a los partidos y movimientos de la tarea urgente de construir y proponer un proyecto de transformaciones posibles y que líderes y lideresas, candidatas y candidatos, representen las ideas y definiciones que en él se contienen. En ese sentido, en la polémica citada al inicio, el reproche al Frente Amplio no debiera ser por haberle retirado su apoyo a la candidata, sino por haberle dado este apoyo sin atender a su efectiva adhesión al proyecto que el Frente Amplio aspira a representar.

Yerko Ljubetic
Abogado. Miembro del Consejo del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH). Ex presidente de la FECH y ex ministro del Trabajo.