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Opinión

Podemos perder

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 08.05.2021
Podemos perder Pablo Iglesias |
Al cumplirse 10 años del estallido madrileño del 15-M, cuando el centro de la ciudad se llenaba de jóvenes que dejaban atónito a un país con poca cultura de protesta callejera, la derecha vuelve a triunfar en esta emblemática ciudad y lo hace con un dato a considerar: fueron los votos de la denominada generación Z, jóvenes de entre 18 y 24 años, quienes rompieron con la tónica abstencionista y se movilizaron con un voto conservador. De acuerdo a lo expuesto por algunos analistas españoles, las restricciones impuestas por el gobierno del PSOE respecto a la pandemia habrían hecho que la gente más joven asociara a las izquierdas con prohibicionismo y castigo. Es decir, Pablo Iglesias, ejerciendo el poder, fue visto como un fascista por muchos hijos de quienes el año 2011 pedían correr los límites de lo posible.

No cabe duda que lo ocurrido este martes en los comicios para el gobierno de la Comunidad de Madrid, donde el conglomerado Unidas Podemos fue uno de los principales derrotados, en una jornada que terminó con la renuncia de su líder, Pablo Iglesias, de la actividad política, puso las alertas en las izquierdas chilenas y en especial en el Frente Amplio. Para nadie es novedad que el bloque de izquierdas español ha sido un referente para líderes locales como Giorgio, Sharp, Boric, entre otres. Esta derrota electoral se produce justo en el lugar en el que surgió Podemos, en la cuna del movimiento de los indignados (el estallido español) y paradójicamente, es ahí, en Madrid, donde su principal vocero ha dicho adiós a la política.

Y es que Pablo Iglesias, en estos comicios, se puso como cabeza de lista de su partido, dejando su cargo como Vicepresidente de España, para echarse sobre los hombros la responsabilidad del resultado que, al final y luego de una tensa campaña (amenazas de muerte en su contra incluidas), resultó desastroso, pues Podemos logró un 7,2% de los votos, quedando como el partido con menos representación dentro de la Asamblea de Madrid. Pero esta paupérrima votación no fue el único motivo para la tirada de mantel de Iglesias: el golpe de gracia fue verse derrotado por la derecha (el PP fue el vencedor de los comicios) e incluso por la extrema derecha de Vox que obtuvo más cupos que Unidas Podemos. Hay que destacar que estas elecciones de Madrid registraron una participación histórica. Al parecer, el futuro del delgado líder de pelo largo, que presumía de haber logrado acabar con el bipartidismo (el fin del duopolio) en España y que tanto usaba términos como neoliberalismo, fascismo y cambio de ciclo, estará fuera de la política, pues según informó un rotativo madrileño, se encontraría en conversaciones para liderar un espacio televisivo. Del discurso de despedida de Pablo Iglesias, donde hasta citó versos de Silvio Rodríguez, lo más significativo, en términos políticos, fue cuando afirmó “sentirse orgulloso de haber liderado un proyecto que cambió la historia de España, al terminar con el bipartidismo”. Lo tragicómico de esta parte del discurso es que llega luego de una derrota sufrida por todas las izquierdas de Madrid, es decir, por un bloque que, en la lógica de los binarios puntos cardinales ideológicos, intentó hacer frente a una derecha que se mostró intratable en las urnas.

Justo al cumplirse 10 años del estallido madrileño del 15-M, cuando el centro de la ciudad se llenaba de jóvenes que, al ritmo de campamentos y asambleas, dejaban atónito a un país con poca cultura de protesta callejera, la derecha vuelve a triunfar en esta emblemática ciudad y lo hace con un dato a considerar: fueron los votos de la denominada generación Z, jóvenes de entre 18 y 24 años, quienes rompieron con la tónica abstencionista y se movilizaron con un voto conservador. De acuerdo a lo expuesto por algunos analistas españoles, las restricciones impuestas por el gobierno del PSOE respecto a la pandemia habrían hecho que la gente más joven asociara a las izquierdas con prohibicionismo y castigo. Es decir, Pablo Iglesias, ejerciendo el poder, fue visto como un fascista por muchos hijos de quienes el año 2011 pedían correr los límites de lo posible.

Existen muchos ejemplos desde donde comparar la experiencia del Podemos de España con la del Frente Amplio de Chile. El Podemos se constituye como conglomerado político cuatro años después de ocurrido el movimiento de los indignados y usando esta causa como su bastión discursivo; el FA emerge cinco años después de ocurridas las movilizaciones estudiantiles del 2011 y sostiene su relato en el fin al lucro en la educación; el Podemos emerge con un discurso que moraliza la política y que se complica cada vez que debe referirse al modelo de Venezuela o Cuba; el FA emerge con un tono moralino e ideológicamente transita entre las alabanzas a modelos socialdemócratas europeos y citas a Marcelo Bielsa; el Podemos comienza su cuesta abajo electoral cuando obtiene cargos en el Parlamento y en el gobierno; el FA ve caídas sus acciones luego de su incursión en el gobierno de Bachelet (RD) y de haber pasado a ser parte de la política tradicional en el Congreso; el Podemos acaba de sufrir la renuncia de su principal líder y mentor; el FA está a punto de renunciar a su esencia ideológica para rendirse a los pies del candidato de un partido castrista-leninista.

El militar Hugo Chávez fue quien popularizó el concepto “socialismo del siglo XXI” (lo extrajo del generoso mundo de los papers universitarios), cuando en la Cumbre de la deuda social del año 2005, con aquella retórica hiperventilada que le caracterizaba, exponía los principios de este nuevo socialismo: transformación económica, democracia directa y participativa y espíritu solidario. Para el líder venezolano, la esencia cultural del gran pueblo de América Latina tenía más que ver con ese antiguo socialismo comunitario (los ejemplos siempre salían desde experiencias de pueblos precolombinos) que con la cultura capitalista actual y sus “antivalores” del individualismo, la cultura del ahorro, la búsqueda racional del lucro y el vertiginoso desarrollo de la técnica. El comandante hablaba desde aquel púlpito bolivariano a los futuros líderes de las izquierdas del continente, invitándoles a revivir esa esencia cultural adormecida por la hegemonía neoliberal. Por supuesto que esta proyección de Chávez hoy suena ridícula, más aun, en un mundo que, en pandemia, vive al ritmo de la modernización capitalista y mira a Venezuela con compasión.

Sin embargo, cuando el concepto de socialismo del siglo XXI (ya fuera de la boca de militares chalados o intelectuales vende pomadas) pasaba a ser pronunciado por los hijos del capitalismo actual asomaba como un revitalizante bálsamo para las izquierdas del presente: uno que se rebelaría ante esa tradicional forma de irrealidad a que conducen las ideas cuando son simplificadas, atontadas y farandulizadas, para luego llegar a la boca de un líder suficientemente ignorante que es capaz de pronunciarlas y repetirlas en nombre de un supuesto lado correcto de la fuerza. Pero no, al ver la renuncia de Iglesias ante la derecha y la casi inminente rendición del FA ante el Partido Comunista chileno, queda claro que todavía no aparece una fuerza política capaz de entender la época que nos toca vivir y, menos aún, de entender lo que significa ser de izquierda en el siglo XXI.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.