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Jadue

Por: Javier Agüero Águila | Publicado: 25.05.2021
Jadue | AGENCIA UNO
Jadue no es Allende, nadie lo será nunca, sin embargo ha sabido resignificar la idea de lo “popular” dándole operatividad y realidad. No es lo mismo liderar una comuna que un país, es cierto; tampoco yo soy un fanático de su figura ni de lo que representa en su totalidad, pero ¿por qué no pensar en la posibilidad de tener un gobierno comunista después de décadas de brutal abuso neoliberal? No hay nada de delirante en esta pregunta, es completamente justa al día de hoy. Por lo demás, Jadue y el PC se juegan sus chances al interior de las reglas y normas del tablero democrático.

Óscar Daniel Jadue Jadue. Personaje complejo, muy difícil de caracterizar, de atreverse con una semblanza, con un retrato. Hombre de política con una gran vocación por el poder (no hay nada malo en eso, en contextos electorales el fin de la política y la razón pura de su existencia es perseguir y hacerse del poder); un aventajado administrador comunal y comunista de nuevo giro, por decirlo de algún modo, sin que por esto deje de ser parte de algunas de las posiciones tradicionales del PC, las mismas que en ocasiones han perdido radicalmente el foco saludando a dictadores como el norcoreano Kim Jong-un o cuadrándose con gobiernos autoritarios, mal llamados de izquierda, en América Latina como el de Maduro en Venezuela –lo que paulatinamente Daniel ha ido dejando atrás a propósito de sus intenciones presidenciales.

Sabe poner agenda, negociar y excluir (como ha quedado demostrado en los últimos días); ordena con voz fuerte a su partido y al Frente Amplio, al tiempo que es capaz de sacar cuentas antes de que cualquier conflicto se despliegue para quedar, él mismo, siempre en la vanguardia y con la primera opción. Esto lo transforma en un político rapaz, muy inteligente y con un olfato privilegiado para saber leer la coyuntura. No pretendo, en esta columna, desmerecer a Gabriel Boric a quien considero un político hábil, culto y también muy inteligente, sin embargo, al lado de Jadue, parece un niño/a tímido/a que entra a su primer día de clases.

Como escribía Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo”. Esto es Jadue, y en este sentido no sólo parece tener el sombrero lleno de conejos sino que, además, la habilidad innata e híper-desarrollada de disparar diagnósticos como si fueran revelaciones celestiales. En definitivas cuentas, un político maquiavélico, no a propósito de la utilización corriente de la palabra a la que le adjudicamos el sinónimo de “perverso”, no, no se trata de eso; maquiavélico en el sentido de que es alguien que entiende que la política es el arte del cálculo y sobre esto coordina cada uno de sus movimientos al interior del campo político mismo. No veo, en esto, maldad ni abyectas intenciones, insisto, sino únicamente política en estado puro. “La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos”, escribía Maquiavelo en el siglo XV. Jadue parece ser consciente de esta premisa y lo ha demostrado consistentemente.

Resumiendo, diremos que se trata de un político de avanzada que mezcla una gran habilidad gerencial y administrativa con un discurso que, a veces, se pasa un par de semáforos y que identifica en el neoliberalismo su más acérrimo enemigo; al neoliberalismo y a todo lo que en su interior, a su juicio, cabe. Todo lo que Jadue es o puede llegar a ser políticamente es en torno a y propósito del neoliberalismo. Es como el ateo que necesita de Dios para poder negarlo. Sin modelo neoliberal no existiría Daniel Jadue, el comunista, estamos claros.

Nieto de migrantes palestinos que llegaron a Chile en la primera mitad del siglo XX para instalarse en Recoleta, Daniel Jadue ha vivido toda su vida en esa comuna. Ahí creció, entendió y maduró asumiendo como propio el conflicto palestino-israelí (lo que lo lleva, en los 80 y parte de los 90, a ser presidente de la Unión General de Estudiantes Palestinos y coordinador general de la Organización de la Juventud Palestina de América Latina y el Caribe). Por lo tanto, si hay algo que Jadue conoce es, precisamente, Recoleta, su ecosistema, su hábitat, el principio y el final de sus primeras aventuras como individuo político y que paulatinamente comienza a comprender desde su mundo, desde su cosmos comunal, el Chile que hoy pretende transformar liderando una izquierda sui generis que, sin correr muchos riesgos en el pronóstico, tiene serias posibilidades de ser gobierno y tenerlo a él como Presidente.

En 1993 entra al Partido Comunista y, sin duda y desde entonces, su vida dejó de ser la misma. Todo lo que tuviera que ver con las injusticias, las desigualdades o la segregación le hizo sentido, ahora, al interior de un lenguaje y una historia que calzaban perfectamente con sus orígenes y biografía. De alguna manera logró ir más allá de su condición de activista juvenil por las injusticias y aberraciones cometidas contra el pueblo palestino –siendo justos nunca ha dejado de ser un punzante y sistemático defensor de ese pueblo– y entró en una dimensión más densa, amplia, heterogénea y compleja, en donde la idea de pueblo a nivel genérico y el soporte de la nomenclatura comunista llegaron a su existencia para darle sentido a todo.

Después de un par de intentonas, el año 2012 llega a ser alcalde por Recoleta, cargo que ostenta hasta el día de hoy. Y es aquí donde Daniel ha podido desplegar todo su potencial, su energía algo desbocada y que a veces lo traiciona pero que, no obstante, la mayoría de las veces lo fortalece. Es en Recoleta donde desata su fuerte sentido de lo popular y su poderosa vocación al servicio público activo, diríamos, en cancha. De a poco fue ganando terreno al interior del partido y sus reelecciones lo empezaron a ubicar en el lugar que, nobleza obliga, se ganó a pulso y con inteligencia. La gente lo comenzó a reconocer y su idea, casi ideológica, de lo “popular”, lo ungió como una suerte de patrono de la comuna.

Insistiendo, no es un desatino sostener que Daniel creó una suerte de ideología de lo popular o, en términos puramente filosóficos –valga aquí el desliz terminológico– una “ontología de lo popular”, es decir lo popular como una suerte de sustancia previa y fundamental que sostiene toda acción política con sentido histórico.

Aquí me detendría un momento para analizar brevemente lo que la idea de lo “popular” ha significado en la carrera política de Jadue. En su administración como alcalde creó la Farmacia Popular, la Óptica Popular, la Inmobiliaria Popular, la Librería Popular «Recoletras», la Energía Popular y el Dentista Popular, sin olvidar los programas de “Salud en tu barrio” o el proyecto de la “Universidad Abierta de Recoleta”. No hay que ser un gran analista para darse cuenta que en la noción misma de lo popular Daniel Jadue encontró una suerte de vector, una pista de despegue o una suerte de economía fundamental que ha sabido rentabilizar a todo orden, principalmente, por supuesto, a nivel político. Todo lo popular, justamente, lo transformó en una figura tremendamente popular. Tal como lo escribía Perón en su libro Doctrina peronista de 1947: “La cultura nacional debe ser como la misma doctrina: simple, práctica, popular…”.

Lo que nos queda de esta frase de Perón es Daniel Jadue. El mismo animal político que se percató, en el mejor momento, de que el éxito de una administración comunal estaba en hacer llegar a la gente, simple y llanamente, lo que nunca le había llegado; abrir las compuertas de un Chile sobre-cerrado, sellado en sí mismo donde lo que parecía excepcional y únicamente destinado a un cierto grupo de herederos/as y privilegiados/as, al final del día, podía ser común y corriente. Esto no es populismo. La noción de popular que organiza y define los desplazamientos políticos de Jadue no caben en esa categoría. Es, fundamentalmente, descubrir algo que estaba a la mano y transformarlo en realidad; ir del texto al contexto, del discurso al hecho y, de paso, mejorar la vida y ampliar el horizonte de miles de personas que, por vez primera, y ante su perplejidad definida por la extendida racionalidad neoliberal, veía cómo tenían acceso a lo que nunca habían tenido. En este sentido lo popular es sinónimo de democratización y se reconoce, cómo no hacerlo, este gesto político de gran envergadura en el alcalde.

Ciertamente los esfuerzos por ampliar el frente que disputará las elecciones con la derecha se ha ido estrechando, el PS y Paula Narváez quedaron fuera de la primaria por dictamen e investidura de Jadue, quien estuvo en el diseño y planificación del veto o como quiera llamársele. Sin embargo, y hay que saber decirlo también, parece ser claro que de cara a una alianza PPD, PS, PR y PL, sus posibilidades de ganar esa primaria palidecían, he ahí la decisión de este chico listo por marginarlos. Habrá que ver, una vez que sea el candidato de la izquierda, cómo se las arregla para traer de vuelta a su molino el agua que el mismo dejó que se filtrara. Recursos políticos y capacidad de maniobra, sin duda, tiene de sobra.

No podemos pasar por alto, en todo este relato, que su carrera política no ha estado exenta de escándalos ni de acusaciones de corrupción. Fue acusado de “prácticas anti-sindicales (probablemente la peor pesadilla para un comunista), de no pagar los sueldos durante tres meses a los recolectores de basura de Recoleta y, más recientemente, su involucramiento, en 2018, por incumplimiento de contrato de la empresa PAC, de la que es dueño, para reconstruir el edificio consistorial de Pichilemu. Habría que sumar el caso “Luminarias” de 2020-2021 que aún está por definirse, pero donde se le atribuyen sobornos a la empresa Itelecom a diferentes alcaldías para la adjudicación de licitaciones, entre ellas Recoleta. Hasta hoy Jadue está en calidad de imputado.

En fin, decíamos al principio que se trataba de un personaje complejo; de un comunista que deambula en el límite entre lo popular y el caciquismo, entre lo mesiánico y lo real. Pero no hay duda de que estamos frente a un político de calibre grueso que, de saber gestionar sus tácticas y organizar sus movimientos (al tiempo que pueda relajarse en su compulsión a apoyar autoritarismos), tiene la primera opción de entrar a La Moneda flameando las banderas de la izquierda después de 50 años.

Jadue no es Allende, nadie lo será nunca, sin embargo ha sabido resignificar la idea de lo “popular” dándole operatividad y realidad. No es lo mismo liderar una comuna que un país, es cierto; tampoco yo soy un fanático de su figura ni de lo que representa en su totalidad, pero ¿por qué no pensar en la posibilidad de tener un gobierno comunista después de décadas de brutal abuso neoliberal? No hay nada de delirante en esta pregunta, es completamente justa al día de hoy. Por lo demás, Jadue y el PC se juegan sus chances al interior de las reglas y normas del tablero democrático.

La historia dirá. Lo cierto es que la palabra “comunismo” se reinstala en nuestro país en gloria y majestad y el comunismo mismo, el del siglo XXI, al menos en Chile y con todas sus contradicciones, tiene nombre y apellido: Daniel Jadue.

Javier Agüero Águila
Académico del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.