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Opinión

La primaria de lo posible

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 22.08.2021
La primaria de lo posible |
Siendo la DC la que maneja el viejo carruaje concertacionista (era cosa de ver el promedio de edad de quienes ayer votaron), la ruta se pone aún más expedita para la candidatura de Gabriel Boric, pues todas las propuestas progresistas y de izquierda que Yasna quiera poner en la mesa (incluso ese abyecto populismo de condonar la totalidad del CAE en tiempos donde la economía se asoma en un evidente sobrecalentamiento) quedarán offside al lado de un candidato que representa el cambio generacional de la socialdemocracia chilena (cambio que los políticos de la zona oscura concertacionista no quisieron en su momento llevar a cabo al interior de sus propios partidos). Por lo mismo, no será fácil para Yasna contener la fuga de votos socialistas a la campaña de Boric en un momento donde este partido buscará redefinir su identidad y dinámica en miras a los años que vienen.

La consulta ciudadana realizada por la ex Concertación confirmó lo que ya todos sabíamos: Yasna Provoste ganó con holgura en un proceso en el participó poca gente (los 692.862 votos obtenidos por Daniel Jadue, el candidato comunista, en la pasada primaria más que cuatriplican la totalidad de participación de la consulta de ayer, que no pasó de 150.000). Por más que fuera a través de un proceso no legal, la candidatura presidencial de la senadora por Atacama ahora quedará legitimada por un proceso participativo en el que superó con creces a la candidata socialista, partido que, si fuera por número de militantes, debería haber ganado sin mayor problema. Sin embargo, y tal como ocurriera en la primaria presidencial de 1993 en la que Frei ganó a Ricardo Lagos (casi lo doblegó en votos), hubo otros factores que llevaron a las bases del arcoíris a priorizar la candidatura de la DC en vez de la representante del partido de Allende (habría que preguntarse por qué las bases del PS no asistieron a votar por su candidata).

Lo cierto es que este proceso realizado por Unidad Constituyente fue un desesperado acto que llegó para buscar, en algo, corregir el patético espectáculo que los partidos de este conglomerado brindaran al no inscribirse en la exitosa primaria legal realizada el 18 de julio pasado. Un espectáculo que fue dirigido por conocidos personajes como Álvaro Elizalde, Guido Girardi y Jorge Pizarro, actores políticos que habitan en la zona oscura del conglomerado político más exitoso de la historia chilena. Pero no sólo se trató del espectáculo de la primaria, el guion venía viciado de antes: el Partido Socialista ungió a Paula Narváez “a dedo” en una operación dirigida por Bachelet y Elizalde que no consideró a sus bases militantes; la DC priorizó las encuestas en vez del resultado de sus primarias internas en las que había resultado ganadora Ximena Rincón; y los radicales acataron la voluntad de su presidente de partido de autodefinirse como candidato (pronto sabremos si esta fue una buena idea luego que se conociera el patrimonio personal de Maldonado  que supera los mil millones de pesos).

Pero, más allá de las pasadas de cuentas que vendrán en la interna de los partidos del ex arcoíris y del cómo algunos parlamentarios celebrarán con miras a sus reelecciones (salvo los liberales Pablo Vidal y Natalia Castillo, que aún deben estar preguntándose por qué diablos se salieron del FA), pensando en las fotos que acompañarán sus campañas, lo que viene ahora para este bloque será una prueba política nunca antes experimentada desde su origen en las postrimerías de la dictadura militar. Y es que por más que Provoste se muestre como una candidata progresista, de apellido indígena y que estudió en la Universidad de Playa Ancha, no podrá renegar de su partido, la Democracia Cristiana. Es decir, será este partido, mismo que saboteara el plan de ruta del segundo gobierno de Bachelet y que en los últimos meses ha exhibido híbridas posiciones en temas como el aborto, la eutanasia y el TPP-11, quien conduzca la campaña presidencial de la ex Concertación.

Siendo la DC la que maneja el viejo carruaje concertacionista (era cosa de ver el promedio de edad de quienes ayer votaron), la ruta se pone aún más expedita para la candidatura de Gabriel Boric, pues todas las propuestas progresistas y de izquierda que Yasna quiera poner en la mesa (incluso ese abyecto populismo de condonar la totalidad del CAE en tiempos donde la economía se asoma en un evidente sobrecalentamiento) quedarán offside al lado de un candidato que representa el cambio generacional de la socialdemocracia chilena (cambio que los políticos de la zona oscura concertacionista no quisieron en su momento llevar a cabo al interior de sus propios partidos). Por lo mismo, no será fácil para Yasna contener la fuga de votos socialistas a la campaña de Boric en un momento donde este partido buscará redefinir su identidad y dinámica en miras a los años que vienen.

Al parecer la de ayer fue la primaria de lo posible; un último acto performativo de un conglomerado cuyo éxito logró instalar sus propios cuestionamientos e incomprensiones a lo realizado, a tal punto que incluso sus propios militantes llegaron a sentir vergüenza por lo realizado durante 20 años de gobierno. Así las cosas, por la vereda lateral, el desafío de Boric (el hombre del millón de votos en la primaria) no será sólo el de buscar ganar a Sichel, sino que también ofrecer un cobijo identitario a miles de chilenos que, extraviados entre las nubes del populismo, buscan retomar la senda socialdemócrata para afrontar los vertiginosos e impredecibles años que vienen.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.