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Opinión

El árbol o la zanja

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 01.11.2021
El árbol o la zanja | Franja de Gabriel Boric
En momentos donde se escribe una nueva Constitución que pudiera, por ejemplo, cambiar nuestro sistema político presidencial por uno parlamentario, y el actual bicameral por uno unicameral (es decir, donde el orden portaliano dé paso a una diversa representatividad de gobierno, donde los consensos y acuerdos determinen la vida en comunidad), habría que preguntarse qué nos conviene más: ¿Boric o Kast?, ¿la paz o la guerra?, ¿el árbol o la zanja?   

No cabe duda de que la próxima elección presidencial estará motorizada por el miedo. Es indudable que los chilenos, en su gran mayoría, asistirán a votar en noviembre próximo (y qué decir en la segunda vuelta) no por algo que quieren que suceda, sino que por lo que no quieren que suceda. Algo similar a lo que ocurrió en la pasada primaria presidencial, cuando el miedo al comunismo de Jadue motivó a que muchos se levantaran a votar por Boric (aun cuando este ni siquiera aparecía con posibilidades de ganar según las encuestas de principio de este año). En este caso, los chilenos tendrán que definir entre dos proyectos políticos que se presentan con colores ideológicos intensos. Por un lado, aparece Kast con su añejo discurso de defensa de la propiedad, Dios y la patria, y por otro, Boric con su compilado de política de la identidad, socialdemocracia y recambio generacional.

Es probable que esta batalla electoral pase a ser la más importante del último tiempo en el país, pues se estarán debatiendo dos proyectos de sociedad ideológicamente antagónicos. Por lo mismo es que el miedo aparece como un factor determinante a la hora de motivar el voto de muchos ciudadanos. Estarán quienes acudan a votar por miedo a que la izquierda ponga en riesgo la estabilidad económica y los valores de la modernidad tardía, y quienes se levanten a votar por miedo a que la ultraderecha desentierre las violaciones a los derechos humanos, instale zanjas anti migrantes y achique el Estado.  Puede que, para muchos, esta no sea una elección para regodearse entre programas con los cuales uno se sentiría más cómodo, sino que una donde cada ciudadano se manifieste respecto a lo que quiere combatir. Cuando las elecciones se dan en estas dinámicas sin matices, como ocurrió en el plebiscito de 1988 o en la segunda vuelta de Lagos y Lavín, uno ya no piensa en lo que le representa, sino que en el miedo al adversario. Y es que cada cierto tiempo las sociedades modernas llegan a este punto en que las ideas políticas, expresadas desde posiciones extremas, emergen como vacunas efectivas para calmar el malestar de la cultura. Es aquí que los discursos rimbombantes (donde las soluciones de la vida aparecen como balas de plata que, de un sólo disparo, ilusionan con devolver legitimidad a las instituciones, igualdad a las comunidades y agua a los ríos) pueden resultar más peligrosos que el mismísimo status quo. Cuando las arengas pulsionales superan a las propuestas hechas desde el pragmatismo de los números (proyecciones económicas, de empleo y vaivenes macroeconómicos globales) y priorizan sus propias creencias (por más de nicho que estas sean, como ocurre con los adeptos del Rechazo o quienes siguen viendo al 18-O como la toma de La Bastilla), por encima de las preferencias culturales mayoritarias, no queda más que apretar los dientes y afirmarse bien, pues lo que viene es un inminente choque entre el poder político y la realidad ciudadana.

No hay que ser brujos ni expertos electorales para proyectar que, dado los últimos acontecimientos, sean Boric y Kast quienes pasen a una segunda vuelta. Se trata de proyectos políticos y culturales que han puesto sendas imágenes como símbolos de sus campañas: el árbol y la zanja. Por un lado, el candidato del Frente Amplio ha usado la figura de una centenaria y enorme planta de tallo leñoso, desde la que se asoma para ver un horizonte que, suponemos, proyecta un futuro esplendoroso (algo similar buscaba comunicar el arcoíris de la Concertación). Por otro lado, José Antonio Kast usa la figura de una excavación larga y estrecha cuyo fin es bloquear el acceso a cualquier foráneo que quiera ingresar a Chile (mismo bloqueo que la dictadura de Pinochet generó durante sus años en el poder). Si lo vemos desde la dimensión simbólica (Lacan sostiene que toda realidad humana está organizada desde lo simbólico, lo imaginario y lo real), lo que se disputará en la elección próxima es un país que se proyecta desde las raíces que determinan su crecimiento o desde un surco artificial que le separa del resto del continente.                      

En momentos donde se escribe una nueva Constitución que pudiera, por ejemplo, cambiar nuestro sistema político presidencial por uno parlamentario, y el actual bicameral por uno unicameral (es decir, donde el orden portaliano dé paso a una diversa representatividad de gobierno, donde los consensos y acuerdos determinen la vida en comunidad), habría que preguntarse qué nos conviene más: ¿Boric o Kast?, ¿la paz o la guerra?, ¿el árbol o la zanja?

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.