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¿Usted confiaría la locomotora a un niño?

Por: Miguel Orellana Benado | Publicado: 13.12.2021
¿Usted confiaría la locomotora a un niño? | Agencia Uno.
En el Parlamento recién elegido tendrán que convivir dos bloques con identidades contrapuestas, pero de peso comparable. Por este motivo, en marzo de 2022, gane quien gane, no vendrá ni el comunismo ni el fascismo a Chile. Al menos mientras florezca el sistema democrático. El resultado, de la segunda vuelta, creo, será estrecho. El ciudadano Gabriel Boric Font, en mi concepto, es la persona más preparada para liderar en tales condiciones la instauración de un orden transformador. Esto es, un esfuerzo por alentar el encuentro respetuoso del mayor número posible de ciudadanos y ciudadanas de los distintos pueblos de Chile.

Los adversarios políticos del ciudadano Gabriel Boric Font (Punta Arenas, 1986) ofrecen múltiples razones para no votar por él en la segunda vuelta de la elección presidencial chilena, el domingo 19 de diciembre de 2021. Hay también una poderosa razón para sí hacerlo. Pero sus partidarios no la destacan.

Una primera razón para no votar por Boric sería su juventud. ¿Cómo pudiera calificar para encabezar esa familia de familias funcionales y disfuncionales que es Chile una persona que ni siquiera ha limpiado el culo de una creatura que engendró o que adoptó? ¿Se entiende? Claro que sí. Pero es una mala razón. El presidente Jorge Alessandri Rodríguez nunca lo hizo tampoco. Murió soltero y sin descendencia. En la campaña de 1958 sus publicistas lo bautizaron como “El Paleta”, apodo inspirado en comentarios de obreros de Pizarreño y de la Compañía de Papeles y Cartones, las empresas en que Alessandri trabajaba, quienes decían de él que era “muy paleteado”.  La campaña giró en torno a la pregunta “¿Usted confiaría la locomotora a un niño?”.  Los rivales de Alessandri, los supuestos niños, fueron el abogado radical Luis Bossay Leiva, que tenía 46; el abogado democratacristiano Eduardo Frei Montalva, que tenía 47; y el médico masón y socialista Salvador Allende Gossens, que tenía 50. Objetar a Boric por su juventud está fuera de lugar. A los 30 años Alejandro Magno había forjado un imperio que se extendía desde Grecia y hasta la India.

Una segunda razón para no votar por Boric sería que no se tituló de abogado. La antigua Facultad de Leyes y Ciencias Políticas (devenida en “de Derecho”) de la Universidad de Chile se jacta de contar con dieciséis egresados que han ejercido la jefatura del Estado chileno. Ya hubo un egresado que presidió la República sin haberse titulado de abogado. Fue durante “su hora más gloriosa”, la Guerra del Pacífico. Bajo su gobierno Chile ganó por las armas vastos territorios con inmensas riquezas minerales. ¿Quién? Aníbal Pinto Garmendia.

Para no votar por Boric otros mencionan que él nunca ha trabajado fuera del Estado. Pero Augusto José Ramón Pinochet Ugarte estuvo casi en la misma situación. Toda su vida trabajó para el Estado. Digo “casi” por la diversidad de rentables emprendimientos ocultos que inició siendo ya Presidente de Chile. Así ganó decenas de millones de dólares que depositó en cuentas abiertas en distintos bancos bajo múltiples seudónimos, entre ellos “Daniel López” en el Riggs Bank de Washington D.C.

Una cuarta razón para no votar por Boric sería que es “de extrema izquierda” y que está aliado con el Partido Comunista de Chile (PCCh). Este miedo sólo atormenta a quienes aún no despiertan de la “Guerra Fría”, un conflicto que terminó hace más de 30 años.  En 1989, cayó el muro de Berlín, comenzó a desmoronarse hacia adentro (es decir, a fragmentarse) el Imperio Soviético y se inició la expansión de la Red gracias al oxoniense sir Timothy Berners-Lee. Ese año los capitalistas triunfaron sobre los comunistas, y comenzó un nuevo tiempo histórico: la era digital. No fue el fin de la historia como sostuvo hace 20 años Francis Fukuyama. Fue sólo el fin de la historia moderna. El PCCh ya no tiene respaldo de Moscú. No es una amenaza para Chile. En la Rusia de hoy, ¡ni Putin es comunista!

 

Durante los 16 y medio años de dictadura militar civil que encabezó Pinochet (que poco tuvo de “cívico”, como dice gente con poco aprecio por el rigor que suele extender dicho período a diecisiete años), el PCCh y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) sufrieron una persecución inmisericorde: prisión, tortura, exilio y muerte de sus militantes. El paroxismo fue el asesinato de tres militantes del PCCh por personal de Carabineros de Chile en marzo de 1985. Los degollaron en un camino desolado, cerca del aeropuerto internacional de Santiago. El MIR no sobrevivió. Pero el PCCh, “el glorioso partido”, sí. ¿Cómo lo logró? Gracias a haber sido el corazón científico, cultural e intelectual del Chile “progresista” a partir del segundo tercio del siglo XX: reinó en arquitectura, ciencias naturales, escultura, medicina, música popular, pintura, poesía (incluido un Premio Nobel), novelística y teatro experimental. Por eso sobrevivió. Porque era y sigue siendo parte de la sociedad chilena. Boric parece ser “de extrema izquierda” sólo porque desde el golpe de Estado de 1973 el espectro político chileno se corrió mucho hacia la derecha.

Por último, está la razón de más peso para no votar por Boric en la segunda vuelta: su ignorancia. Es decir, su falta de documentación y de rigor conceptual. Más allá de titubeos lingüísticos en inglés y de garrafales errores en el manejo de cifras económicas, el más vistoso ejemplo de esta debilidad es que todavía adhiere a un mantra, popular entre los líderes del movimiento estudiantil chileno, a saber, que “Israel es un Estado genocida”. El Imperio Nacional Socialista austro-alemán que presidió Adolf Hitler sí fue un Estado genocida. En tres y medio año asesinó mediante hambrunas, marchas forzadas, fusilamientos y cámaras de gas a tres de cada cuatro “judíos” (según una arbitraria definición jurídica, anunciada en Nuremberg en 1935), personas cuyos antepasados habían vivido por un milenio en los vastos territorios que los nazis llegaron a dominar: niños, niñas, ancianos, y ancianas, jóvenes, mujeres y varones de edad adulta, un total de seis millones de personas muchos de cuyos cadáveres fueron luego incinerados en hornos crematorios. Ese sí que fue un Estado genocida. Nada parecido ocurre hoy en Israel, que es la única democracia del Medio Oriente. En la Knesset, el Parlamento israelí, hay diputados árabes, drusos y judíos. En el territorio del Estado de Israel viven hoy muchos más ciudadanos de origen árabe (los “palestinos”) que en 1948. Ninguna persona seria, documentada y rigurosa puede sostener que Israel sea un Estado genocida. Otra cosa, por cierto, es reconocer y lamentar que en Israel haya un serio conflicto político: una minoría oprimida por una mayoría, situación frecuente en el mundo de ayer y de hoy. Pero ¿en qué Estado genocida aumenta la población sometida?

Que Boric aún recite dicho mantra es decepcionante. Por dos razones. Primera, porque Chile sí es responsable de al menos un genocidio: el de los selknam. Ninguno sobrevivió. Segunda, porque dicha política criminal tuvo lugar en Magallanes, justo la zona del país que acogió la inmigración croata de la que Boric desciende y donde él emergió como líder de estudiantil secundario. Pero también su ignorancia es una mala razón para no votar por Boric. Como es joven, tendrá tiempo para rodearse de personas con mayor educación formal en los distintos campos y tiempo para documentarse. Del líder político se espera el tino para elegir sus consejeros y, también, la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo que es digno de aplauso y lo que es digno de reprobación, entre lo virtuoso y lo vicioso, entre lo que conviene y lo que perjudica al estado que le tocará gobernar. No necesita tener opiniones fundadas sobre otras regiones del mundo, sobre otras culturas, ni tampoco sobre otros tiempos históricos.

El trágico conflicto político en comento, dígalo como mejor le acomode, entre israelíes judíos (la mayoría opresora) e israelíes árabes (la minoría palestina oprimida), o entre israelíes y árabes, o entre judíos y musulmanes en el Medio Oriente, es de poca monta respecto de la convivencia chilena. Muchos de los 20.000 chilenos de origen judío y los 500.000 chilenos de origen árabe hemos mantenido por generaciones, durante más de un siglo, relaciones respetuosas, productivas en sentido comercial e incluso de amistad y de gran afecto.

Las mencionadas razones para no votar por Boric son razones, pero son malas razones. La poderosa razón para sí votar por él es que es un “animal político”. Según Aristóteles, todos los seres humanos somos animales políticos. Vivimos en polis, en ciudades, los espacios de cooperación y competición. Pero, según señaló el gran George Orwell, “algunos animales son más iguales que otros”. Y Boric es un animal político por antonomasia. Tiene un hambre insaciable de poder; la intuición que permite tomar el pulso a la realidad política; el carácter para formar y reconfigurar sus equipos de trabajo en circunstancias cambiantes; y la peculiar fortaleza que Maquiavelo llamaba virtú y que, según los paganos, seducía a la Fortuna, la diosa que rige la historia. La sed de gloria en las distintas esferas de asuntos humanos (incluida la política partidista) es una pasión temprana, radical y que sólo se sacia abordando y triunfando en desafíos cada vez más grandes (en los distintos ámbitos).

En 2009 Boric fue elegido presidente del Centro de Estudiantes de Derecho. Pronto saltó al estrellato mediático liderando aun otra ocupación de la Facultad por sus estudiantes, que se prolongó por 44 días, a raíz de sucesos de infausta memoria. Luego fue elegido, primero, integrante estudiantil del Senado Universitario (2010-2011) y, luego, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (2011-2012). Su victoria, vale la pena recordarlo, impidió la reelección en dicho cargo de Camila Vallejos Dowling, quien es ahora su aliada y diputada del PCCh. Desde 2014, Boric integra la (ahora) Cámara de Diputados y Diputadas. Ha dedicado su vida a la política. Y ha dado ejemplo de audacia, imaginación, pericia y realismo, que son las virtudes cardinales en un político.

Los sucesos tremendos, desencadenados en Chile a partir del 18 de octubre de 2019, fueron un desafío mortal para la democracia. Boric convenció a la clase política de negociar con el gobierno e iniciar un proceso conducente al reemplazo de la actual Constitución. Esa era la única manera de superar la crisis y salvar al Estado de Derecho democrático, es decir, evitar el derrocamiento del gobierno. Esta opción de Boric enfureció a los más exaltados opositores de Piñera, a quienes no importaba destruir la democracia chilena, nuestro bien común más preciado. Por eso, en la foto que se tomó luego de la firma del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución el 15 de noviembre de 2019, el “niño” Boric figura invitado en un lugar de honor, por decirlo en términos bíblicos, en “la mesa del banquete”. Es decir, junto a la docena de diputados que entonces parecían tener mayor peso político, mientras que el resto permaneció de pie, como corresponde a los actores secundarios. El éxito de la maniobra de Boric fue descomunal.

En la campaña conducente al plebiscito que ratificó esta solución o disolución de la crisis, celebrado el 25 de octubre de 2020, se vivieron escenas surrealistas. Mencionaré sólo la principal.

“Aprobaré, aprobaré”, cantó al unísono un coro variopinto: una hija (Isabel) y una nieta (Maya Fernández) de Salvador Allende, junto el más camaleónico heredero de Pinochet (el “aliancista-bacheletista” Joaquín Lavín Infante) y el más recalcitrante seguidor de Stalin (el judeófobo Daniel Jadue Jadue). Como se dice en la derecha, luego de “la derrota del Rechazo” en el plebiscito de 2020, siguiendo el ejemplo novomayorista de la ex presidenta Michelle Bachelet Jeria, y con mis disculpas por usar una metáfora que el feminismo reveló como odiosa, Boric sacó a bailar a la fea. Es decir, al PCCh, que dejó de exigir la renuncia de Piñera. Y, luego, cuando el Frente Amplio se enfrentó a Chile Digno (el PCCh y una constelación de grupos aún menores) en las primarias, derrotó al candidato comunista de Chile Digno. Para decirlo en una variante de palabras usadas en la misa: Agnus Magallanicus Qui Tollis Jadue Mundi (“Cordero magallánico que quitas a Jadue del mundo”).

El ciudadano Gabriel Boric Font es un joven animal político por antonomasia, y bien ubicado en la era digital. Su exitosa carrera es el aval de su actual pretensión presidencial. Es una persona dialogante. Haría bien en rechazar de manera explícita la violencia y el maniqueísmo. A saber, la tesis binaria que identifica el conflicto entre el bien y el mal (tanto en moral como en política y en derecho), que es real, con la lucha entre dos bandos de individuos (dígalo como mejor le acomode, los buenos contra los malos, los humanos contra los “humanoides” o los justicieros contra los tramposos) que es una ilusión perversa. Mejor, incluso, sería que abrazara el humanismo pluralista.

El primer paso sería abandonar la retórica revolucionaria, que habla de “construir un mundo mejor”. Dicho intento está condenado al fracaso. En sociedades de composición plural siempre tendrán que coexistir una diversidad de concepciones de qué sea una vida buena: con esta o la otra religión, o sin religión, así como con tal o cual orientación económica, ideológica, política y sexual. En cambio, tenemos un acuerdo mucho mayor en qué está mal: los abusos, los negocios deshonestos y el maltrato de las personas, en particular de minorías oprimidas por rasgos que no eligieron. Poner como objetivo político último no mejorar el mundo, sino que “desempeorarlo”, ofrece la oportunidad de unir a distintas formas de vivir, más allá de las diferencias que las separan. ¿Cuál es el desafío político en la era digital en un Estado de composición plural y que aspira a gobernarse tanto de manera democrática como respetando los derechos humanos?: construir entre todos un mundo cada vez menos malo.

¿Dónde comienza la acción del Estado cuando tiene por propósito “desempeorar” la vida que los ciudadanos comparten bajo el imperio de la ley? Asistiendo a las personas que sufren porque tienen menores capacidades, y menores oportunidades de valerse por sí mismas. Por ejemplo, la niñez y la juventud secuestradas por el Estado en el Servicio Nacional de Menores; los indigentes y desequilibrados que viven en carpas en tantas ciudades chilenas, ocupando aceras, bandejones, plazas y parques; quienes nacen en condiciones físicas y mentales desmedradas, personas a las que el sistema educacional, en el mejor de los casos, abandona tan pronto cumplen 25 años; y las ingentes cantidades de seres deteriorados por la violencia, la desesperanza y la adicción a las drogas.

En el Parlamento recién elegido tendrán que convivir dos bloques con identidades contrapuestas, pero de peso comparable. Por este motivo, en marzo de 2022, gane quien gane, no vendrá ni el comunismo ni el fascismo a Chile. Al menos mientras florezca el sistema democrático. El resultado, de la segunda vuelta, creo, será estrecho. El ciudadano Gabriel Boric Font, en mi concepto, es la persona más preparada para liderar en tales condiciones la instauración de un orden transformador. Esto es, un esfuerzo por alentar el encuentro respetuoso del mayor número posible de ciudadanos y ciudadanas de los distintos pueblos de Chile. A saber, las personas que, más allá de las peculiares formas de vivir a las que pertenecen, tengan un interés genuino en que sus existencias transcurran en paz y que sean productivas (tanto en sentido material como espiritual, intelectual o educacional), así como, cuándo y cómo corresponda, que sean festivas, esto es, que sean coronadas por el humor y la risa. Termino con esto último.

Durante la actual campaña presidencial, el humor político ha renacido. Y con una fuerza que no se veía desde el plebiscito de 1988, cuyo resultado resumió un titular del “Gato” Gamboa: “Corrió solo, y llegó segundo”. Estas son buenas noticias. Porque el humor, a veces, es la más humana forma de la violencia. Mientras competían el Frente Amplio y Chile Digno surgió un grupo que se autodenominó “Judíos por Jadue”. Hace poco surgió otro, denominado “Judíos por Boric”. ¿Quedará aún tiempo para organizar un grupo de “Sionistas por Boric”? En esto Aristóteles tenía razón. Así es la realidad humana: lingüística, política y ridícula.

Miguel Orellana Benado
Doctor en Filosofía del Humor (Oxford), profesor asociado de Filosofía de la Moral en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Autor de los libros "Allende, alma en pena", "La academia sonámbula" y "Educar es gobernar", entre otros.