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Opinión

El camino de la transformación productiva

Por: Eduardo Santos | Publicado: 04.02.2022
El camino de la transformación productiva |
¿Qué camino seguimos en la transformación productiva? Cualquiera que sea la ruta que se busque, no podrá ser mediante industrias o tecnologías contaminantes. Hemos tenido cifras importantes en el aumento de las exportaciones mineras y -a ese respecto- no son pocos los que destacan que en lugar de exportar concentrado de cobre (con mucho éxito, por cierto) deberíamos preocuparnos de las manufacturas de cobre. Pero, ¿tenemos la tecnología, el personal capacitado y los recursos energéticos que se requiere para una industria de esa naturaleza? ¡Ah!, y no olvidemos dónde ubicar las “zonas de sacrificio”. Esto último no será fácil, pues hoy las comunidades están movilizadas. Consideraciones que también deberemos tener presente en futuras licitaciones para la explotación del litio. Pero esta es una larga discusión que ocurrirá posiblemente en otro ejercicio, más adelante.

Hace pocos días que el Banco Central (BC) publicó sus cifras de comercio exterior para el año 2021, y ello nos permite ser entusiastas: en comparación con los dos últimos “años normales” (2018-19), nuestras exportaciones crecieron en 32% y, vaya sorpresa, el sector que más creció fue el de las exportaciones mineras (casi un 57%), con comportamientos muy pobres de las exportaciones agropecuarias, silvícolas y pesqueras, así como las del grupo que el Banco Central denomina exportaciones industriales (1% y 5% respectivamente).

En una perspectiva de largo plazo (2020/21 vs. 2003/04), nuevamente las cifras de crecimiento de las exportaciones de la minería están muy por encima de los otros dos sectores (294%, 187%, y 122%). Son particularmente impresionantes las cifras de exportación de concentrado de cobre (523%) y, que sorpresa, las de carbonato de litio (983%). Entre otros productos, son destacables las cifras alcanzadas por las exportaciones de arándanos y cerezas frescas (736% y 3.460%, respectivamente); las de salmón (348%); fruta congelada (391%); y carnes de aves (547%). Y, en el caso de uno de nuestros “productos estrella”, las exportaciones de vinos a granel -que aún participan con menos de un cuarto del total- en las dos últimas décadas, han crecido bastante más rápido que las de vino embotellado (222% y 137%, respectivamente).

Una vez más, todas estas cifras ponen sobre el tapete los temas de la transformación productiva, el modelo intensivo y agroexportador, y de desarrollo basada casi exclusivamente en la explotación y exportación de recursos naturales de bajo valor agregado. Parece estar claro que el candidato Boric -ahora presidente electo Gabriel Boric- intenta cambiar este modelo de desarrollo. Sin embargo, está menos clara la forma de cómo y con qué velocidad se realizarán los profundos cambios que demanda la transformación de este modelo. Necesitamos claridad acerca de las propuestas de programa (incluyendo cambios institucionales en algunos sectores) y cómo se espera sumar a la industria en este esfuerzo país. El programa presidencial ha destacado -entre otros aspectos- que en este proceso transformador será necesario tomar en consideración la crisis climática, respetar la biodiversidad, proteger el medio ambiente y ecosistemas, enfrentar la crisis hídrica, tomar en consideración el bienestar animal y aproximarnos a todos estos desafíos con una perspectiva que tome en consideración el rol y dignidad de las mujeres. No se ve fácil presidente Boric y, espero que el gabinete esté a la altura.

De hecho, tal vez sea útil recordar brevemente, que parte de los países de la OCDE -tal vez en menor medida los Estados Unidos- iniciaron hace décadas un camino “para sacarse de encima” una parte de la producción industrial más sucia y contaminante, centrándose en la búsqueda y producción de nuevas tecnologías de esas mismas industrias. Donde este proceso ha tenido un mayor impacto ha sido en Gran Bretaña, país que “perdió” en parte importante su poderío en la producción de acero, construcción naviera, industria automotriz y la textil, y para qué recordar la minería del carbón. A su vez, de diversas maneras, se incentivó el desarrollo de estas industrias en países del -entonces- llamado “Tercer Mundo”.

Sólo a modo de ilustración: hoy China produce más del 55% del acero mundial, seguida de lejos por India, Japón, Rusia y los Estados Unidos. China también lidera la producción anual de vehículos motorizados, con un número de entre 25 y 26 millones de vehículos, que es más de lo que producen los Estados Unidos y Japón juntos. Y China también se ha transformado en el primer constructor naviero, luego de enviar al segundo lugar a Corea del Sur. Pero ello ha tenido un costo enorme para China y de paso, para el resto del mundo: Hoy China -según diversas fuentes- produce casi un tercio de todas las emisiones de carbono del globo. Triste récord.

Así las cosas, ¿qué camino seguimos en la transformación productiva? Cualquiera que sea la ruta que se busque, no podrá ser mediante industrias o tecnologías contaminantes. Más arriba mencioné que hemos tenido cifras importantes en el aumento de las exportaciones mineras y -a ese respecto- no son pocos los que destacan que en lugar de exportar concentrado de cobre (con mucho éxito, por cierto) deberíamos preocuparnos de las manufacturas de cobre. Pero, ¿tenemos la tecnología, el personal capacitado y los recursos energéticos que se requiere para una industria de esa naturaleza? ¡Ah!, y no olvidemos dónde ubicar las “zonas de sacrificio”. Esto último no será fácil, pues hoy las comunidades están movilizadas. Consideraciones que también deberemos tener presente en futuras licitaciones para la explotación del litio. Pero esta es una larga discusión que ocurrirá posiblemente en otro ejercicio, más adelante.

En los próximos párrafos, intentaremos ilustrar algunos de los desafíos más importantes que enfrentamos en la diversificación productiva agroalimentaria, pues deberíamos repensar seriamente cómo y en qué dirección nos movemos en la búsqueda de una transformación productiva real y cómo nos adaptamos con las exportaciones. Algunos de los principales marcadores que “aparecen” en este escenario de cambio son: (1) Una preocupación creciente por el medioambiente que incluye, por ejemplo, los temas de la crisis climática, la huella del agua y de carbono, crisis hídrica, y el uso de tecnologías “limpias” en la producción; (2) La incorporación de los conceptos y procesos de la economía circular a la industria agroalimentaria; y (3) Los nuevos hábitos de consumo que se consolidan en Chile y en los mercados de los principales socios comerciales y que demandan nuevos productos A futuro, estos Marcadores deberán ser una preocupación más de las instituciones del Estado vinculadas al sector agroalimentario, así como de las empresas que operen en este sector.

¿Y cómo podemos impulsar estos cambios? Tenemos dos rutas que podemos explorar. Ya producimos importantes volúmenes de un número limitado de alimentos que exportamos a granel. Así, un primer desafío que enfrentamos es alcanzar directamente al consumidor con estos productos. Es cierto, no modificamos de manera sustantiva la producción, pero agregamos valor a nuestras exportaciones y posibilitamos cambios en la forma de relacionarnos con los mercados importadores y los compradores en esos mercados. No obstante, los exportadores enfrentan dos desafíos principales. Para empezar, deben vencer su rutina de “sentirse cómodos” sin innovar el modelo de negocio. Pero, tal vez lo más complejo es cómo penetrar las cadenas de distribución y comercialización en los mercados compradores, y llegar a las góndolas de los supermercados. No es fácil de lograr, pero se puede hacer y lo hemos hecho en ocasiones. En paralelo, debemos enfrentar el segundo desafío: incentivar y fomentar el diseño y la producción de nuevos alimentos de mayor valor agregado (o ingredientes para la industria alimentaria) pero siendo consistentes con los objetivos de protección del medioambiente, para exportarlos a nichos emergentes en más mercados. Camino explorado sólo por unos pocos hasta el momento, pero que también ha sido exitoso.

Para empezar, en ambos casos se requiere una participación y apoyo activo de los Servicios del Estado, muy en especial de: (1) La dupla MINAGRI – ODEPA en la formulación y fomento de nuevas políticas productivas; (2) Transforma Alimentos en CORFO, para la mayor incorporación de tecnologías innovadoras y la producción de nuevos alimentos (o de ingredientes para la industria); y (3) ProChile en el fomento y promoción de las exportaciones. Pero con una estrecha coordinación y ojalá bajo un mismo techo, para asegurar unidad de propósitos. ¿Un nuevo Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación?.

Dada la alta dependencia que tenemos del mercado internacional, y en el marco de una globalización productiva que se profundiza rápidamente, es crítico introducir también cambios en nuestras estrategias de exportación. En los Estados Unidos, por ejemplo, debemos ir más allá de las regiones y centros urbanos donde tradicionalmente se ha enfocado la actividad de promoción. Sin necesariamente “abandonar” las típicas áreas de trabajo en Los Ángeles, Miami y Nueva York, deberíamos llegar con más recursos y mayor decisión, al “corazón” de los Estados Unidos. ProChile se demoró varias décadas en llegar a Chicago, al mismo tiempo que tenemos desde hace mucho, “tres y media” representaciones en la Costa Atlántica, muy próximas y prácticamente traslapándose (Washington D. C., Filadelfia y Nueva York). Por otro lado, en California hay una sola representación que cubre a varios Estados y a casi un cuarto de la población de los Estados Unidos. Podemos y debemos mejorar mucho en este respecto. En Canadá no es muy diferente, y me atrevo a afirmar que ocurre algo similar en las otras regiones.

Junto con rediseñar la actividad en los centros urbanos y regiones más tradicionales, y al mismo tiempo que exploramos nuevas regiones como mercados de interés, también es necesario trasladar el foco de los esfuerzos de promoción de exportaciones hacia supermercados y cadenas de comercialización regionales o locales, que regularmente “sintonizan” de mejor manera con el tamaño y capacidad exportadora de nuestras medianas y pequeñas empresas. Y con mayor razón, en el caso de las Pymes rurales. Además, la experiencia indicaría que las cadenas de supermercados regionales de tamaño medio o pequeño, se están adaptando de manera más efectiva a las nuevas condiciones de un consumo alimentario más segmentado. En ese contexto, podemos llegar a los mercados con mayor agilidad y con nuevos productos de atributos claramente identificables.

Igualmente, las instituciones que nos representan en el exterior podrían jugar un rol más activo y facilitar el “acercamiento” entre empresas chilenas que buscan exportar y las empresas locales, en la búsqueda de posibles formas de colaboración y/o asociación comercial. Este ha sido -y continúa siendo- uno de los mecanismos más efectivos de ingreso a los mercados de mediana y alta complejidad en el área agroalimentaria.

Por último, debemos mencionar una vez más, la necesidad de explorar y desarrollar en profundidad -a futuro- el uso del comercio electrónico en nuestra política y estrategia de exportaciones alimentarias.

Eduardo Santos
Doctor de la Universidad de Sussex. Experto en negociaciones comerciales y el comercio agrícola.