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Opinión

Solón y cuatro hechos para considerar en el proceso constituyente

Por: Sergio Fuentes Parraguez | Publicado: 08.08.2022
Solón y cuatro hechos para considerar en el proceso constituyente Solón |
Al contemplar la figura de Solón, con una mirada del presente, podemos comprender el valor de nuestro propio proceso constituyente. Y nos impulse a no temer a los cambios que las necesidades de nuestro país reclaman y requieren; a considerar la imperiosa necesidad de aprobar las reformas propuestas por nuestro propio aparato redactor, ya que hemos sido nosotros, ante la falta de representatividad y desconfianza hacia la clase política tradicional, quienes los hemos designado para configurar tan magna tarea.

Ad portas de un importante momento plebiscitario, resulta prudente observar lo que la historia nos ofrece frente a los procesos reformadores asociados a una nueva constitución y a sus redactores. Volver la mirada al pasado y valorar la experiencia de la misma Atenas, cuna de la democracia, por ejemplo, y la figura de un hombre: Solón  (638 a.C.- 558 a.C.), político, legislador y poeta, que en palabras de Aristóteles fue el encargado de reformar la Constitución de una Atenas que, en los albores del siglo VI a.C., vivía momentos de verdadera agitación política al interior de la ciudad, pues «la mayoría del pueblo se hallaba subyugado por unos pocos, y el pueblo se había sublevado contra los nobles. El alboroto era muy fuerte, y durante largo tiempo unos lucharon contra otros» (Aristóteles, Constitución Ateniense, 5.2). Ante tales hechos de agitación y violencia política, se resolvió de común acuerdo elegir a quien contara con la confianza de ambos bandos para hacer de mediador de las partes y así otorgarle poderes exclusivos para la redacción de una nueva Constitución Política; reformas que, en opinión de Aristóteles, serán los cimientos para lo que posteriormente será conocido como la Democracia Ateniense (Aristóteles, Política, 1.274a).

1) Es así como en el año 594 a.C. Solón es elegido Arconte, esto es, quien debe legislar e introducir cambios en la forma de gobierno. Su elección no fue casual, pues tanto los oligarcas como comerciantes y el pueblo en general lo reconocían como un hombre de gran sabiduría y sentido de justicia. Su familia, si bien no tenía un origen aristocrático, era de procedencia ilustre. Su fortuna y bienestar las había conseguido gracias a sus viajes producto de sus negocios. Y según nos cuenta Plutarco (Vidas paralelas I, Solón, VIII), desde joven demostró un profundo compromiso con su patria; y en su ejercicio poético utilizará su arte políticamente como ataque, defensa y también como advertencia, pues en ella denuncia los vicios de la clase oligarca y el padecer del pueblo; diagnostica la enfermedad de la ciudad y propone la cura, todo amparado en una nueva moral: la justicia.

Gracias a su poesía, tenemos testimonio de su vida, de sus reformas y del clima político-social que se vivía en la Atenas de su tiempo. En ella acusa los males que padece la ciudad y por ello aspira a ser un mediador; sabe que la situación del pueblo es injusta y quiere remediarla; pero al mismo tiempo quiere evitar una catástrofe social y política, y por ello en su propuesta legislativa promulgará leyes de índoles muy diversas que comprenden el ámbito social, político y económico.

2) Sabemos por Aristóteles, Plutarco y el propio Solón que con su propuesta ambos grupos quedaron descontentos, pues ambas clases sociales esperaban obtener beneficios por sobre el otro, y a causa de esto fue sometido constantemente a reproches y difamación, pues como él mismo dijo: “en las grandes acciones es difícil agradar a todos” (Elegía 5, 11).

En sus poemas también se defiende de quienes confunden su sentido de justicia con debilidad y se muestran ávidos de poder. Afirma que, a diferencia de estos, él prefiere actuar con rectitud en virtud de mantener su reputación, y se muestra satisfecho de haberse atenido a sus principios. Una vez redactado el texto de nueva Constitución, Solón decide dejar el cargo de legislador, y emprende un viaje con el fin de evitar que se le solicitara constantemente interpretar o torcer las leyes propuestas y así la ciudadanía se viera forzada a apegarse a lo escrito.

3) Una ley que vale la pena mencionar, y que llamó la atención tanto a Aristóteles como a Plutarco, es aquella que refiere a la «no neutralidad»; esto es que, en momentos de división política, el ciudadano está obligado a tomar un bando. «El propósito es, al parecer, evitar la apatía y la indiferencia en la comunidad” (Plutarco, Solón, XX). Aristóteles, sobre el mismo punto, comenta: “Viendo que la ciudad muchas veces tenía discordias civiles y que algunos ciudadanos por indiferencia se contentaban con el mero azar, promulgó una ley especial contra estos: el que, estando dividida la ciudad, no tome las armas ni con unos ni con otros, quede condenado a la atimía y deje de tener parte en la ciudad” (Cons. Atens, 8.5).

La ley convoca a tomar partido, a no ser indiferente frente a la situación de la ciudad y tomar una postura política activa. Sin profundizar más allá, podemos interpretar que es obligación del ciudadano tener una opinión, ser consciente que la situación política le atañe, y no debe dejar en manos de unos pocos la toma de decisiones y las acciones políticas. La opinión y la elección de un bando político, la actitud crítica y activa, es valorada y necesaria para el poeta y legislador. No lo interpreta como un clima de polarización, muy por el contrario, es necesario ante las disputas políticas tomar posición. No así los ciudadanos que se mantienen al margen y no toman partido o se abstienen de la opinión: estos deben ser considerados “infames” y, según la ley, excluidos de la ciudadanía.

4) Tanto Aristóteles como Plutarco ven en las reformas de Solón el inicio de un nuevo sistema de gobierno, uno más inclusivo y justo. Reformas que dejaron insatisfechos a ambos bandos pues Solón, con su profundo sentido de justicia y amor a su patria, apuntó a buscar el punto medio, sin favorecer ni a uno ni a otro bando. No en vano la historia y la propia Hélade incluirán para la posterioridad la figura de Solón entre los siete sabios de Grecia.

Quizás al contemplar la figura de Solón, los hechos de su tiempo y sus políticas, con una mirada del presente, nos ayude a comprender mejor el valor de nuestro propio proceso constituyente; nos impulse a tomar los desafíos propuestos, sin temer a los cambios que la sociedad de nuestro tiempo y las necesidades de nuestro país reclaman y requieren; a considerar la imperiosa necesidad de aprobar las reformas propuestas por nuestro propio aparato redactor, ya que hemos sido nosotros, ante la falta de representatividad y desconfianza hacia la clase política tradicional, quienes los hemos designado para configurar tan magna tarea.

Solón con sus reformas fue considerado sabio, fue valorado con el paso del tiempo, ya que él posibilitó los cambios políticos que transformaron la Atenas de su tiempo y con ello propició el advenimiento de la Democracia Ateniense, una inédita y nueva forma de gobierno.

Pretender que una Constitución deje a todos contentos es imposible, según nos cuenta el legislador ateniense. Tener una opinión a favor o en contra de ella no es división, sino participación. No nos abstengamos del proceso. Participar de él, valorarlo y estimarlo, es la invitación, pues la posibilidad que nos ofrece es incalculable, novedosa y, por sobre todo, esperanzadora. Quién sabe si con el paso del tiempo miraremos con otros ojos esta propuesta de Constitución y también a cada uno de los constituyentes, independiente del color político, pues el texto es resultado de un inédito y gran consenso ciudadano.

Sergio Fuentes Parraguez
Licenciado en Filología Griega y Latina.