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Opinión

De la micro al plebiscito: no podemos equivocarnos

Por: Francisco Salinas | Publicado: 31.08.2022
De la micro al plebiscito: no podemos equivocarnos |
Para que dicho espíritu pueda desplegarse necesita de legitimidad, y esto sólo puede obtenerse mediante un voto supramayoritario por el Apruebo. De lo contrario, me parece que tenemos que prepararnos para una agudización de nuestra crisis de convivencia nacional por un tiempo indeterminado.

El sábado pasado, mientras viajaba en transporte público por Av. Grecia, fui testigo de lo siguiente: una mujer de aproximadamente 50 años de edad le indica al chofer que bajará de la micro en unas cuadras más. Desde su asiento, el chofer explica que el trayecto va a desviarse un poco debido a que hay una manifestación por el Apruebo en el Estadio Nacional, así que sería mejor que se baje antes. Luego agrega, bromeando con malicia: “Espero que usted no sea de la gente que va para allá a causar destrozos”.

La señora se siente ofendida y le responde: “Yo no me ando equivocando, yo voto Apruebo. Los que causan desmanes son los otros, los del Rechazo, en especial los poderosos que nos andan saqueando desde hace décadas”. En la micro, varios secundamos lo que ella dice. Alentada por estas muestras de apoyo, ella continúa defendiendo su posición y le habla de la importancia de los derechos que considera el nuevo texto constitucional.

Al poco rato, el chofer sigue su alegato, repitiendo constantemente dos cosas: “no importa qué alternativa gane, al día siguiente igual voy a tener que trabajar”; y que “los políticos son todos corruptos, ¿por qué cuando se roban la plata les hacen dar clases de ética mientras que un cabro que mueve droga se tiene que pudrir en la cárcel?”. Luego sigue una breve conversación entre pasajeros apruebistas y el chofer, quien parece firme en una serie de supuestos que probablemente lo llevarán a votar Rechazo o nulo.

Independiente de algunas confusiones respecto a casos sobre empresarios con otros relacionados con políticos, se nota en el discurso del chofer un hastío frente a varias expresiones del Chile actual. Desconfía de la clase política; desconfía de la justicia; desconfía de los manifestantes; está cansado de trabajar. Quizás incluso crea que Piñera y Boric son lo mismo, y piensa activamente que los políticos no van a dar solución a sus problemas personales.

Me parece que su fastidio es tanto contra lo que Tomás Moulian llamaba un “sistema político truncado” como contra la ampliación del ámbito de protestas contra dicho modelo. Esto es absolutamente legítimo: a mí tampoco me gustan las prácticas abusivas, la injusticia ni la impunidad y entiendo que no todo el mundo tenga el ánimo de considerar la manifestación colectiva como su forma de expresión de lo político.

Ahora bien, no entiendo por qué alguien, que no esté impedido por alguna condición específica, no habría de tener que trabajar el lunes siguiente de la votación. Evidentemente, la elección no se trata de eso; a lo sumo –como indican artículos como el 46 y 47 de la nueva Constitución– este texto ofrece un nuevo marco normativo para que se hagan mejores leyes para poder trabajar dignamente y con derechos sindicales. Las únicas recetas para dejar de trabajar tienen que ver con la mala o buena suerte y se expresan en cosas como la cesantía, las herencias fastuosas y el Kino. Lamento decir que la mayoría de los mortales tendremos que seguir trabajando al día siguiente, y eso es bueno y ojalá se siga haciendo crecer los indicadores de empleo para que todes tengamos algo en qué desenvolvernos. En eso incluso convergen socialistas y liberales: el trabajo es un aspecto fundamental para nuestro desarrollo como seres humanos.

Frente a esta situación, no pareciese, como digo, que el potencial voto de esta persona tenga lugar contra el texto constitucional, sino que sería una expresión más del hastío respecto a los abusos que se experimentan a diario en nuestro país. Ahora bien, ¿el chofer no estará confundiendo su objeto de crítica? El problema de su posición es que una discusión constitucional indeterminada –y las protestas por mayores derechos– seguirán siendo pan de cada día de ganar el Rechazo. Me parecen naturales este tipo de confusiones cuando se tiene que votar respecto a un texto con varios aspectos técnicos cuyo contenido es comunicado de forma mediada y distorsionada por distintos agentes interesados. Es como el juego del teléfono: el mensaje se corrompe muchas veces al pasar de boca en boca.

Ahora bien, si hacemos memoria, podemos recordar errores garrafales que este tipo de confusiones han causado en el destino de las naciones en la historia reciente. Por ejemplo, en el Reino Unido, el Brexit [el Britain Exit] surge de una consulta ciudadana preguntando al pueblo británico si es que quería que su país se saliese de la Unión Europea (UE). Allí, terminó ganando el Brexit y tras años de un penoso clima de ingobernabilidad, el Reino Unido se salió de la UE. Lamentablemente, en la opinión pública solía ignorarse la complicada madeja de acuerdos implicados en esta alianza y las consecuencias negativas de la salida hoy los siguen azotando; las personas más bien parecen haber votado de tal manera por un cúmulo de pasiones nacionalistas, críticas hacia el Primer Ministro David Cameron y otros factores que poco tenían que ver con el tema de preocupación específico por el que se votaba.

Mi temor es que, como este chofer, parte no poco considerable de la población votante en Chile evite la opción Apruebo por una búsqueda crítica que lanza los dardos al blanco equivocado. Quizás su blanco en realidad sea el gobierno, los miembros de la Convención Constitucional, los diputados, los senadores, el lumpen u otros. Pero es justamente la nueva Constitución –como objeto y no en su proceso de producción ni comunicación– la que nos puede dar herramientas para probar otra institucionalidad política donde sentar las bases de nuestra vida colectiva común para las décadas que siguen. Si le va bien en las votaciones, también puede llegar a ser una fuente de estabilidad, de orden social, frente al cansancio generalizado que está causando la experiencia cotidiana de estos años de crisis.

Yo soy de la opinión de que, para que varios de los problemas estructurales de nuestro país mejoren, la opción más racional en las urnas es darle una oportunidad al nuevo texto constitucional. Esto evitaría la situación de incertidumbre que propiciaría un Chile sin brújula tironeado entre una Constitución deslegitimada y otra abortada.

Con humildad hay que comprender que una Constitución democrática no se produce en condiciones idílicas, sino que tiene su propia historicidad y desafíos; en este caso, nos ofrece una propuesta para desarrollar un “Estado social y democrático de derecho” (Art. 1). Pero para que dicho espíritu pueda desplegarse necesita de legitimidad, y esto sólo puede obtenerse mediante un voto supramayoritario por el Apruebo. Para eso hay que ajustar los flancos de las críticas y tener claridad de porqué se vota. De lo contrario, me parece que tenemos que prepararnos para una agudización de nuestra crisis de convivencia nacional por un tiempo indeterminado. Por eso, a quienes piensen como el chofer, quisiera decirles que me parece que se puede aprender de la señora que se bajó cerca del Estadio Nacional: no podemos equivocarnos en esta elección clave.

Francisco Salinas
Doctor en Sociología e investigador asociado del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales.