Avisos Legales
Opinión

Rechazar ¿con amor?

Por: Luis Felipe Revuelto | Publicado: 01.09.2022
Rechazar ¿con amor? | Panfleto del Rechazo
Françoise Davoine y Jean-Max Gaudillière le llaman «perversión del juicio» a lo que sucede cuando las víctimas se convierten en las culpables producto de un orden social que enloquece a las personas con discursos donde se trastoca la capacidad de enjuiciar el bien y el mal. Esto es muy parecido a «rechazar por amor», sobre todo cuando oímos frases tales como «me pegó por amor», como sugería un spot de la franja televisiva del Rechazo.

El poeta Armando Uribe, en la contraportada de su libro el Fantasma Pinochet, dice que “ninguno de estos días y estas noches deja de imprimir en nuestras vidas su imagen y sus hechos. No conozco ningún chileno que no haya tenido sueños y pesadillas en que aparece su figura”. Pinochet es un personaje que representa la devastación, el aniquilamiento, la desaparición, la tortura, la muerte y la negación, vigente aún en una constitución que le simboliza.

Ante esto, me detuve a pensar en que mucha ha sido la propaganda política que ha circulado antes del plebiscito de este 4 de septiembre y sin duda que mucho ha sido lo que han dado que hablar ambas posiciones políticas y, en este caso, casi haciendo una resumida y exagerada representación de cualquier manifestación del Rechazo, esta podría pensarse, por un lado, aludiendo que cualquier manifestación en favor del Apruebo es interpretada o interpretable como una vil forma de totalitarismo y, por otra, sosteniendo una forma perversa de representar el amor.

Es curiosa la forma en que se ha gestado y representado la cuestión del amor. La semana pasada entraba en circulación un reprochado y cuestionado video de la franja electoral del Rechazo, donde se dejaba entrever que el primer gesto de amor de un trabajador sexual habría sido decidir no denunciar a su agresor, quien además le habría disparado frente a su hijo, motivo por el cual (y que luego es desmentido) este no habría denunciado para que este hijo no viviera sin su figura paterna, tal como le sucedió al protagonista.

Esto último, que sin duda podría resultar macabro, me es muy llamativo porque responde a algo que la psicoanalista francesa Françoise Davoine junto a Jean-Max Gaudillière llaman perversión del juicio, donde lo que ocurre justamente es que las víctimas se convierten en las culpables producto de un orden social que, dentro de otras cosas, enloquece a las personas con discursos donde pareciera quedar trastocada la capacidad de enjuiciar el bien y el mal, muy parecido a cuando llegan a nuestros oídos frases tales como “me pegó por amor”… algo no calza, ¿cierto?

Lo curioso y llamativo de esto, para retomar las ideas del primer párrafo, es que cuando se piensa en la posibilidad de un cambio constitucional el fantasma Pinochet vuelve a hacer su aparición, por un lado, a través del uso de una violencia que pareciera volverse necesaria, que pervierte el amor y que, incluso, dirá Uribe: debía ser justificada en la ley (o justificarse por ella).

Por otro lado, es este mismo fantasma el que hace su aparición con la implantación de un modelo económico y social cuyas consecuencias sobrepasan el marco económico: se trata de un modelo que también define, encuadra y modela la forma en que tenemos de pensarnos. Sergio Villalobos-Ruminott dirá que el neoliberalismo no aparece realmente como un avance de la historia en que la libertad se va desarrollando, sino más bien como una hazaña, como algo que surgió de la “derrota de todas las formas de totalitarismo, hazaña que habría que cuidar de los ataques reformistas del mundo actual”.

Sin duda, lo que dice Villalobos-Ruminott es capaz de mostrar diversas opiniones que se congregan en la posición del Rechazo, sobre todo en aquellas iniciativas o reformas que se propongan por garantizar derechos sociales básicos que en el neoliberalismo no existen y que, incluso, son negadas. En Chile tenemos un Estado que pareciera no ser garante de que los derechos básicos sean equitativos e igualitarios para todas las personas que habitan en este país, ¿o acaso nos olvidamos que existen paltos, árboles (y sus dueños) que tienen derecho preferente al agua por sobre las personas? Incluso hemos sido testigos en nuestro país de que la calidad de vida en grandes sectores de la población (junto a su biodiversidad) ha sido reducida a ser zonas de sacrificio ¿quién garantiza esos derechos? O, mejor dicho, ¿derechos para quién?

Todas las posibilidades de transformación en este país han sido azotadas con propagandas desbordantes de la palabra “expropiación”, con la que parecieran buscar, criticar y culpabilizar la pérdida de nuestra libertad individual. No creo ser el único en haber escuchado cuestiones como: “Vamos a perder la libertad de elegir en qué colegio estudien nuestras/os hijas/os”; “Mis ahorros previsionales van a ser del Estado y de un fondo común”; “Si tengo dos casas me van a quitar una”; “Ahora toda la gente va a ser Fonasa”; y un largo etcétera, junto a todas esas garantías que el sistema privado mercantilizó frente a un sistema público tristemente precarizado por el neoliberalismo.

Más allá de quienes podamos sentirnos representados por cualquier forma de institucionalidad o no, considero central que pierdan lugar aquellos símbolos que han sido legitimados y que no han tenido ningún pudor en hacer desaparecer personas, aquellas/os que rechazan con amor y te atropellan, niegan, agreden, mienten, pegan, maltratan, roban y matan.

Y que la historia del fantasma deje de ser siempre presente.

Luis Felipe Revuelto
Psicólogo clínico.