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Opinión

La figura del «Ñato Eloy» en la prensa de la época

Por: Gloria Favi Cortés | Publicado: 11.10.2022
La figura del «Ñato Eloy» en la prensa de la época Tapa de novela de Carlos Droguet |
El poder en el sistema de las haciendas en Chile y la subordinación en el campo son raíces que provienen desde las encomiendas del siglo XVI y se perpetúan hasta 1965. La gran hacienda en Chile impidió la formación de aldeas campesinas. Esto, unido al carácter estacional de las labores agrícolas, incentivaron el desarraigo y la vida delictual.

La prensa santiaguina del 24 de junio de 1941 dedicó varias páginas a la muerte Eliodoro Hernández Astudillo –campesino natural de Chicureo–, quien por inciertas razones devengó en el temible bandido que asolara los faldeos precordilleranos y los caminos de la zona central en Chile. El Ñato Eloy, perseguido por once detectives, se atrincheró en el rancho del carbonero Francisco Antonio Ortiz, ubicado en el fundo Lo Arcaya en Pirque. En este lugar recibió un tiro en la frente, otro en la región del corazón, un tercero en una mano y un cuarto en el muslo. A su lado se encontraron, sin percutar, más de 60 balas y, según consigna textualmente la prensa de la época: «En los bolsillos de su ropa se encontraron las siguientes especies: un escapulario del Carmen, una medalla chica, un devocionario, un naipe chileno con pez castilla y jabón, dos pañuelos limpios, uno de color rosado y otro violeta, un porta hojas Gilette y dos hojas para afeitarse, una peineta, un espejo chico, un cortaplumas de concha de perla, una caja de fósforos, un cordel y una caja de pomada para limpiar la carabina» (Eloy, de Carlos Droguett, 1965).

Sus pertenencias, y el cañón de su inseparable carabina Winchester, proyectan las sombras de una vida vagabunda e ilegal. Sin embargo, el escapulario devocionario, y la medalla de la Virgen del Carmen, contradicen en parte la culpa y el castigo instituido por la jurisdicción institucional de la hacienda en la mitad del siglo XX y problematizan la acusación estereotipada –“es un bandido sin Dios ni ley”– para así instaurar un nuevo sentido en esa subjetividad negada y estigmatizada que se ha negado a la desaparición y al olvido.

Sabemos que el poder en el sistema de las haciendas en Chile y la subordinación en el campo son raíces que provienen desde las encomiendas del siglo XVI y se perpetúan hasta 1965. La gran hacienda en Chile impidió la formación de aldeas campesinas. Esto, unido al carácter estacional de las labores agrícolas, incentivaron el desarraigo y la vida delictual. El censo de 1865 confirma, enumera y clasifica a 120.000 gañanes sin destino fijo que vagan a lo largo del Valle Central, y el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura nos habla de “una masa flotante de temporeros ineptos y sin posibilidades de redención”.

Esta peculiar e inamovible institución que calificaba a los trabajadores agrícolas ocasionales como temporeros, gañanes y afuerinos –en oposición a la institucionalidad funcional de los inquilinos– fue calificada por El Mercurio, diario institucional chileno, como simplemente monstruosa… indigno de un país civilizado. Los críticos urbanos, a quienes perjudicaba la ausencia de consumo en el sector agrícola, deploraban la condición servil y la inmundicia en el campo. En 1960 el rendimiento en el agro chileno alcanzaba a los 2,2 puntos, en contra los 24 puntos de los países industrializados. Jorge Alessandri Rodríguez en su gobierno (1958-1964) debió acceder a un tímido inicio de la Reforma Agraria.

En consecuencia, los ociosos, mal entretenidos, vagamundos, vagabundos, forasteros, peones, gañanes, temporeros y afuerinos –según sea la nominación secuencial con que la historia oficial calificaba a la marginalidad rural a partir del siglo XVI– han dejado pocos documentos escritos y solo a partir de relatos orales, leyendas y canciones es posible inferir las fantasmales interpelaciones de su lenguaje y las cabalgatas de odio a través de todos los caminos de Chile.

El tratamiento de la prensa que cubrió, el 24 de junio de 1941, la muerte del Ñato Eloy nos ha entregado datos reveladores sobre un mundo silenciado que evidenciaba la estigmatización e ilegalidad ejercida sobre los cuerpos marginales. Así, desde la insignificancia que le concedió El Mercurio con el titular “El Ñato Eloy cayó ayer en un tiroteo”, y el breve calificativo de peligroso bandolero, consignado en la página 13 de las Informaciones Generales, hasta las importantes revelaciones de Las Últimas Noticias, en cuyas líneas se reflexiona sobre los posibles motivos que lo llevaron a convertirse en un criminal perseguido. Esto es, la infracción a las leyes militares que lo convirtieron en remiso. Antes, consigna el periódico: “No se conocen acusaciones con anterioridad a esa fecha. Posiblemente hayan sido honradas”. La segunda infracción corresponde a un enfrentamiento a cuchillo con el mayordomo de un fundo, quien lo humilló cuando intentó solicitar trabajo. En conclusión, el mayordomo fue herido gravemente y desde entonces Eloy salió del fundo convertido en un proscrito e inició su errancia por montañas y caminos.

Otros periódicos y revistas de la época (La Nación, El Siglo, Vea y Ercilla), en oposición a la prensa institucional, destacaron la valentía, devoción religiosa, y lamentaron su trágica condición criminal causada por la adversidad. Estas revistas destacan la solidaridad con los de su clase, circunstancias que contribuyeron a generar una leyenda positiva junto con la admiración de los campesinos de la zona por su condición de bandido fantasma, escurridizo como la sombra y con la movilidad de un relámpago.

Finalmente, entre las zonas de Colina y Chicureo, el Ñato Eloy ha sido transformado en una leyenda que habla de su condición de inmortal. Se especula además sobre el conocimiento de la magia negra y sus pactos con Lucifer. Y, según el decir de los campesinos –mientras se cumplía su deseo de ser fusilado solo por siete hombres– se escucharon los alaridos que reafirmaban el pacto con el demonio, y en tanto lo apuntaban y acribillaban pronunció unas palabras mágicas que lo hicieron desaparecer para siempre. Según esta leyenda, su cuerpo agujereado nunca fue encontrado.

Gloria Favi Cortés
Doctora en Literatura Hispanoamericana. Académica de la Universidad de Santiago (USACH).