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Don Clota

Por: Clorozo, el mirador | Publicado: 20.11.2022
Don Clota Clotario Blest |
Me tinca que hoy casi ningún millennial sabe que un viejo llamado Clotario Blest fue, en justicia social, lo que Violeta Parra en torrente creativo: inmortal. Caperuzo. Pulento.

Recién ocurrido el Golpe, prometió no cortarse la barba hasta que Chile dejara de ser territorio blindado. Y esa enorme mata de pelos blancos fue la mejor imagen, amable y valiente, que dio la cara en contra de la dictadura. Es fácil contarlo, pero en la década de los 70 hubo pocos que caminaran por esa ruta peligrosa.

Su rostro representó el ejemplo moral en aquellos tiempos de infamia. Fue el primero en recorrer cárceles en favor de presos políticos y en protestar por muertos y desaparecidos. Muy pocos lo acompañaban en sus manifestaciones no violentas en la plaza Mahatma Gandhi, su líder espiritual. Siempre andaba como escudero mi amigo Oscar, su leal secretario que con los años engendraría a su propio Clotarito.

Católico y ácrata, murió a dos meses de reconquistada la democracia. La barba se la había “sólo entrecortado”, porque, dijo, la dictadura no estaba plenamente derruida. De las primeras cosas que hizo Aylwin tras asumir el mando fue visitarlo cuando ya expiraba a los 90 años. Sabía que en la historia chilena muy pocos tuvieron la consecuencia ética de este líder sindical, fundador de la CUT, que estuvo siempre del lado de los desvalidos.

Nacido un 17 de noviembre, hace unos días habría cumplido 123 años, pero no los cumplió ni tampoco resucitó.

–Ahora, al final de sus días, ¿se va a morir con alguna cuenta pendiente, don Clota? –le pregunté meses antes de que se lo llevaran donde sus amigos franciscanos a pasar sus últimos días como un Francisco de Asís más. Lo miré: se conmovió con la pregunta, y yo que pensaba que un hombre tan pleno ni por asomo tendría cuenta pendiente alguna.

–¿Sabe? Tengo una gran cuenta pendiente –dijo, para mi asombro–. Hay una pregunta que desde niño me he hecho y me da tristeza saber que me voy a morir sin responderla… ¿En qué consiste la vida? Vea el naranjo de allá fuera –entonces yo desvié la vista y miré al naranjo– y no me cabe en la cabeza algo razonable para entender cómo de una semilla sale eso, que después también da semillas.

Me quedé de una pieza. Pensé que el viejo sindicalista tendría alguna cuenta pendiente con huelgas, marchas o dirigencias obreras. O que le pesara haberse casado nada más que con los trabajadores, renunciando al amor con esa chica que tanto quería, y al erotismo, al sexo, el coqueteo, qué sé yo.

Pero no: lo que al viejo bueno, barbudo y blanco le inquietaba, antes de morir, no era la injusticia social sino algo muy anterior a eso: ¡cómo diantres se genera la vida, mi dios!     

Clotario Blest, visiones actuales de un librepensador, se llamó un libro, surgido de su gente, los que andan en los caminos de tierra, dedicado a mi santo laico. A mi santo Don Clota yo en mi mesa le prendo velas de verdad, sépanlo bien. Y ahora, en un par de semanas, se viene una película que rinde justicia a ese que fue uno de los mejores ciudadanos que este país haya parido. Pero no recibe homenajes parlamentarios ni gubernamentales y me tinca que hoy casi ningún millennial sabe que un viejo llamado Clotario Blest fue, en justicia social, lo que Violeta Parra en torrente creativo: inmortal: caperuzo: pulento.

Clorozo, el mirador
Inquilino de La Dehesa.