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Opinión

La trampa

Por: Alexandre Gattreaux | Publicado: 08.04.2023
La trampa |
A propósito de la Inteligencia Artificial, ¿quién está haciendo trampa? ¿El estudiante que utiliza estas herramientas para resolver tareas reiterativas y obsoletas que se dan en las universidades y escuelas del país? o ¿son las instituciones que siguen dando vueltas sin tomar un camino definido para ir a la par de los requerimientos perentorios que tiene el campo del trabajo?

¡Pero esto es hacer trampa!, fue la respuesta que tanto mi hija de 12 años y mis estudiantes de la cátedra que imparto en la universidad dijeron con una cuota de asombro al mostrarle cómo el famoso bot de Inteligencia Artificial (IA), ChatGPT, sólo a partir de una breve instrucción era capaz de realizar resúmenes de textos, tablas comparativas, creaciones, planificaciones y un sinfín de otras tareas que antes hacían en largos períodos de tiempo y con una alta desidia.

Sin embargo, todo esto que podría ser una enorme y gran noticia trae consecuencias que son propias de los cambios cuando son tan vertiginosos.

Ya la Unesco -en su publicación titulada Inteligencia Artificial y educación– señalaba que pueden acarrear problemáticas mayores, tildando estos avances de muy “riesgosos”, ya que las discusiones al respecto van a ritmos infinitamente más lentos que los cambios que a diario nos ofrecen estas innovaciones.

Esto es así de efectivo que, a la fecha, y en solo unos pocos meses, ya han aparecido más de 40 chats con IA, sin contar la infinidad de otras herramientas que son capaces de crear música, dibujar, hacer operaciones económicas, traducciones instantáneas, análisis médicos, procesos evaluativos, entre otro sin fin de operaciones con mínimas instrucciones y en periodos absolutamente impensados para los ritmos normales que requiere un ser humano para ejecutar estas acciones.

Ante este escenario, las instituciones educativas no han sabido cómo responder a los increíbles resultados que se pueden lograr con el uso de este nuevo recurso, actuando de una forma que nos hace recordar los más oscuros momentos del medioevo: imponiendo la censura, castigando el uso e incluso, como fue en algunas universidades australianas, volviendo a los trabajos y evaluaciones con lápiz y papel.

Esto es sin duda preocupante, y así lo señalan los investigadores de la IA Matthew Smith y  Sujaya Neupane, que apuntan: “Si seguimos avanzando a ciegas, debemos prepararnos para ver un aumento de la desigualdad junto con trastornos económicos, malestar social y, en algunos casos, inestabilidad política, donde los más perjudicados serán los más desfavorecidos tecnológicamente, y los menos representados”.

Recordemos, además, que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a los que Chile suscribe y que aspira alcanzar al 2030, se muestran como un “plan para lograr un futuro mejor y más sostenible para todos”, destacándose, como es de suponer, el ODS 4 que aspira un logro en la mejora de la calidad de la educación de forma interconectada y global.

Como era de esperar, estas nuevas posibilidades podrían haber sido recibidas con los brazos abiertos para el logro de este ODS. Sin embargo, y a la luz de las reacciones ya expuestas por parte de muchas instituciones educativas en varias partes de la orbe, estas se han presentado como una amenaza, como un artefacto ajeno del que hay que desconfiar sin mediar razón alguna y que, incluso, ha sacado a relucir defensas gremiales muy alejadas a las verdaderas ventajas que puede llegar a tener estas herramientas.

Lo realmente preocupante es que ha sido más que evidente el divorcio que ha tenido la educación con las demandas que el mundo del trabajo ha impuesto.

Las nuevas competencias que requieren las emergentes actividades laborales han sido difícilmente introducidas en las currícula y se he hecho más complejo en aquellos países que no poseen los recursos y las capacidades técnicas.

Si a lo anterior se le suma el advenimiento de la llamada Cuarta Revolución Industrial, donde la IA se instala como el eje de este cambio, más pesimista se presenta el escenario para alcanzar el logro de los ODS, puesto que el diferencial de adaptación a estos cambios seguirá profundizando las enormes brechas entre países ricos y pobres.

El ejemplo más claro es que ya EE.UU. y China tienen planes bastantes avanzados para ir preparando el desarrollo de la IA de nueva generación.

Volviendo a las palabras iniciales de esta reflexión, finalmente ¿quién está haciendo trampa?: ¿el estudiante que utiliza estas herramientas para resolver tareas reiterativas y obsoletas que se dan en las universidades y escuelas del país? o ¿son las instituciones que siguen dando vueltas sin tomar un camino definido para ir a la par de los requerimientos perentorios que tiene el campo del trabajo?

La urgencia del análisis y cambio, a diferencia de las otras y eternas crisis de la educación, es que ahora está en juego la exacerbación de las desigualdades existentes y la falta de debate o de reacción, es altamente preocupante.

Alexandre Gattreaux
Académico Didacta de las Ciencias Sociales, Universidad Andrés Bello, Universidad Alberto Hurtado, Universidad Metropolitana.