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Opinión

Rivas y Castro unidos, jamás serán vencidos

Por: Esteban Celis Vilchez | Publicado: 25.04.2023
Rivas y Castro unidos, jamás serán vencidos Juan Luis Castro y Gaspar Rivas |
Sorprende que un médico que además es un senador socialista, como don Juan Luis Castro, se sume a la histeria del populismo penal. El senador nos sugiere aplicar un Estado de Excepción en la Región Metropolitana y emplear a las Fuerzas Armadas para detener una delincuencia “desbordada”. Su irresponsabilidad es superlativa.

Es curiosa la vida política chilena. O caótica. Si Lagos ahora apoya a un candidato de Chile Vamos (aunque su corazón esté en la centroizquierda, como dice alguien) no debería sorprenderme que Gaspar Rivas y Juan Luis Castro, y casi todos los partidos políticos, funcionen dentro de un solo discurso de populismo penal.

El 28 de marzo pasado, en un programa matinal de Chilevisión, los periodistas Monserrat Álvarez y Julio César Rodríguez entrevistaron a tres personas: el alcalde Gustavo Toro, de la Municipalidad de San Ramón; el senador socialista Juan Luis Castro; y el siempre sorprendente diputado Gaspar Rivas, del Partido de la Gente (perdón por la digresión, ¿pero podrá alguien algún día explicarme qué es este partido? Puede usted ver esta colección de propuestas en https://acortar.link/M8CHJe).

Uno esperaría cierto nivel de análisis, cierto poder básico de abstracción, algún grado de apego a la lógica, un mínimo respeto a la evidencia como fundamento de las afirmaciones. Pero las esperanzas en la clase política las he perdido; tengo más esperanza en ser uno de los favorecidos con el arrebato antes de la segunda venida del mesías.

Viendo este video del programa al que me refiero, podemos ser indulgentes con el alcalde, quien, al menos en esta parte de la entrevista, no efectúa declaraciones demasiado llamativas. Como están las cosas, no decir estupideces es ya un gran logro que merece reconocimiento. “¡Me pongo de pie!”, como diría Carcuro.

Pero vamos a la parte divertida. O tragicómica. El señor Rivas, el Bukele chileno, el de la estrellita de sheriff en la solapa para combatir la delincuencia, patrocina, según sus palabras, una ley por la cual se obligaría a los jueces y ministros de Cortes a “proteger a las víctimas y sancionar a los delincuentes en sus fallos”, bajo la amenaza de que quienes no lo hagan podrán ser destituidos de sus cargos sobre la base de la reunión de un determinado número de firmas de ciudadanos.

Contengo la risa, aunque se me pasa cuando pienso en los recursos públicos gastados para tener que escuchar este tipo de propuestas y para que luego se discutan en el Congreso…

No nos explica el honorable qué significaría dictar fallos que protejan a las víctimas y sancionen a los delincuentes. Presumimos, de puro inteligentes y sagaces que somos, que se trataría de dictar exclusivamente fallos condenatorios. Si un juez dicta un fallo absolutorio, entonces que enfrente el riesgo de destitución. Las firmas seguramente podrían reunirse. Siempre hay gente que vota por Rivas o la Dra. Cordero, así que firmas no faltarán.

Pero don Gaspar, las leyes no pueden obligar a los jueces a fallar como usted o una masa vociferante deseen, solo condenando, pues en ese momento terminaría la separación de poderes. No sé si ha oído hablar de Monstesquieu y todo eso. Para un parlamentario creo que sería sano hojear El espíritu de las leyes.

A veces, diputado, hay que dictar sentencias absolutorias, pues la evidencia es insuficiente para condenar. Supongo que usted sabe que quien acusa debe probar sus acusaciones; y supongo, también, que comparte que tal distribución de la carga de la prueba es algo muy sensato.

Claro que quién soy yo para suponer todo esto de usted, que ve más allá de lo que ven nuestros ojos, que percibe lo que los demás no podemos percibir, que debería liderarnos sin que ninguno de nosotros osara cuestionar el bien que nos hace sin que lo sepamos.

Convendrá conmigo, diputado, en que a veces se acusa a gente inocente que debe ser absuelta, ¿no? A veces se acusa falsamente, ¿no cree? Si tiene dudas, le sugiero que vea la película En el nombre del padre, de Jim Sheridan, sobre los “cuatro de Guildford”. O que analice el caso Bombas, aquí en Chile. O que lea El proceso, de Kafka. O que lea a Foucault, Beccaria, Zafaronni o Ferrajoli. Son mejores fuentes para inspirar el razonamiento que sus historias del cascabel al gato.

Pero le concedo algo: ¡Qué molestos que son los derechos humanos para hombres de acción como usted! Le pasaba lo mismo a Hitler, Stalin, Mao, Castro o Pinochet. Todos tan incomprendidos, a pesar de que querían hacer el bien. No se sienta solo.

Ellos lo entenderían cuando usted nos llama a todos a terminar con el “show” de los derechos humanos. Solo personas como yo, pusilánimes y llenos de remilgos cuando hay que hacer lo que hay que hacer, que corremos de acá para allá con el cascabel eludiendo al gato –¡qué metáfora la suya, qué uso de la retórica, que perfección superlativa de la parábola!– no entendemos a este grupo de espíritus selectos, a este grupo de buenos hombres de acción.

Nos dice, con su habitual elocuencia, que “los derechos humanos son para los humanos derechos, no para los delincuentes”. ¿Esa frase es sólo suya o pertenece a un comité creativo? Es que me abruma. ¡Cómo resumió en pocas palabras su doctrina! ¿Es que es demasiado básica y simple? No, qué ocurrencia. Es la simpleza de la verdad total y acongojante, como cuando Dios dice “Soy el que soy”. Se acabó. Ahí está. No hace falta una palabra más.

Según esta frase, cojonuda y audaz, los delincuentes, aunque humanos, no son “derechos” y por ello no tienen “derechos humanos”, ¿cierto? ¿Entendí bien?  Hay seres humanos que no tienen derechos humanos. Obvio.

Ahora, en ese mundo distópico que nos propone, en el que se le niegan los derechos humanos a un grupo de la población cualquiera (judíos, palestinos, gitanos, armenios, comunistas, impíos y ateos, disidentes y opositores, enfermos mentales o, como nos propone usted para este caso, delincuentes), ¿cómo se distinguiría al “humano derecho” del “humano desviado”, es decir, al delincuente del que no lo es? ¿Cómo sabremos quiénes tienen derechos humanos y quiénes no? A estos últimos los podríamos torturar, dejar morir de hambre, desaparecerlos… No es un tema menor hacer bien esta distinción. Pues bien, ¿cómo la hacemos, don Gaspar?

Comencemos por sacudirnos estos garantismos de melindrosos, por liberarnos de la presunción de inocencia –que es un refugio de delincuentes, pues el inocente no necesita que se lo presuma de tal y se enfrenta a las acusaciones de los órganos del Estado desnudo, sin garantías y confiado en que la verdad prevalecerá, como lo demuestra la historia cada vez que se ha perseguido a minorías étnicas o a disidentes políticos–; olvidemos esa morbosa necesidad de pruebas objetivas y de juicios adversariales. Hagamos algo mejor: usemos las tripas, las tincadas, un “yo te creo” a favor de todo querellante o denunciante.

¿Que la presunción de inocencia y el debido proceso son derechos humanos reconocidos en tratados internacionales? Minucias y palabrerías de cobardes. ¿Que gente inocente podría ir a la cárcel? Efectos colaterales que no deben amedrentarnos. ¿Que, en tal caso, quizás podríamos prescindir de jueces y abogados? Pues tal vez sí, seamos audaces, seamos gente de acción.

Pero si el diputado Rivas da para un estudio de caso, sorprende que un médico que además es un senador socialista, como don Juan Luis Castro, se sume a la histeria del populismo penal. El senador nos sugiere aplicar un Estado de Excepción en la Región Metropolitana y emplear a las Fuerzas Armadas para detener una delincuencia “desbordada”. Su irresponsabilidad es superlativa.

¿Entregarle un permiso represor para los que sin permiso alguno han reprimido a los chilenos con los muertos y desaparecidos que aun lloramos y que jamás encontraremos? ¿Entregar por ley armas a quienes sin ley las usaron para masacrar a los demás en una dictadura mundialmente conocida por ser brutal y sanguinaria?  ¿O es que lo ocurrido durante el estallido social lo ha convencido de que las Fuerzas Armadas ahora recapacitaron, piden perdón y creen en el amor? ¿Ahora sienten repugnancia ante los violadores de los derechos humanos y una vergüenza institucional por su pasado durante la dictadura de Pinochet? ¿Ahora lloran junto a usted y demás miembros de su partido a los torturados y desaparecidos socialistas de la dictadura cívico-militar? No le pregunto esto insidiosamente, senador; es auténtica curiosidad y asombro lo que me empuja. Usted es senador y médico, debe saber mucho más que ello de estas cosas.

Pero, además, senador ¿es cierto que está desbordada la delincuencia? Le pregunto porque la evidencia es un tanto arisca y no acompaña muy bien sus declaraciones rimbombantes y un tanto histéricas.

Soy majadero y repito lo dicho en la columna anterior: revise querido lector, querida lectora, la tabla de insightcrime.org y observe la tasa de homicidios en Chile dentro de Latinoamérica (https://acortar.link/7IZeNs). ¿Deberíamos también terminar con el “show” de las evidencias y los datos? ¿Qué cree, senador?

Leer, pensar, informarse y un tranquilizante. Uno fuerte. Es lo que puedo, humildemente, recomendarles, honorables diputado y senador.

Esteban Celis Vilchez
Abogado.