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Opinión

Educación sexual para decidir

Por: Natassja de Mattos y Nerea de Ugarte | Publicado: 25.07.2023
Educación sexual para decidir Imagen referencial sobre Educación Sexual | Agencia Uno
Utilizar el concepto de violar para hablar del acceso a la educación es paradójico en tanto ignora que 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia -datos de Fundación Niñas Valientes-, problemática que precisamente podría ser diferente si desde las infancias contáramos con conocimiento específico sobre autoconocimiento corporal, límites, consentimiento y concepción de formas sanas de amor basadas en el respeto y no en imposiciones que perpetúan ideales que terminan en expectativas tóxicas y las interminables problemática que se expresan en la salud mental.

Observando las 31 Iniciativas Populares de Norma más votadas por la ciudadanía en el marco del Proceso Constituyente nos encontramos con una contradicción que representa la realidad chilena: una de ellas versa “toda vida cuenta”, y consagra el derecho a la vida, protegiendo a los niños no nacidos; otra es “derechos sexuales y reproductivos”, la que resguarda la vivencia de la sexualidad y reproducción de manera libre, autónoma y segura, respaldando una expansión y consolidación de la educación sexual integral.

En torno a la primera vemos cómo se ha arraigado un extremo conservadurismo de derecha que se abandera por una libertad que se sostiene en el sometimiento de otras y otros. Una que se erige desde el miedo a lo diferente, al cambio y las transformaciones necesarias para alcanzar un pueblo que desarrolla una vida plena y con experiencias significativas sin correr riesgos de sufrir violencias, discriminaciones, estigmas y/o miedos que se mantienen en la privación de conocimiento.

El consentimiento, los límites, la autonomía, los derechos y salud sexual y reproductiva, la información sobre anticoncepción, genitalidad y cuerpo, el goce y el placer son una verdadera y bien entendida libertad, aquella libertad que nos permite decidir desde una concepción de libertad diferente a la que adscriben las derechas.

Nos preguntamos, entonces, ¿Por qué buscan censurar el acceso a la posibilidad de decir firmemente NO? ¿O a que las niñeces conozcan qué está bien y qué no y sean capaces de explicitarlo y denunciarlo? ¿Por qué nos quieren desinformadas o desinformados? Y, sobre todo, ¿Es posible construir un futuro seguro para las niñeces si ni siquiera existe educación para prevenir violencia?

En sintonía con otra IPN, la que asegura el derecho preferente de los padres en la enseñanza, circula una convocatoria para el movimiento “con mis hijos no te metas” que acusa de un Estado que “viola” su derecho como padres a ser los primeros educadores de sus hijos, en un claro intento por marginarlos del mundo en que existen diversidades, prácticas sexuales, deseo y placer, todo parte del desarrollo y vivencia de experiencias de vida de las personas. Encarna, así, un proceso alienante, circunscrito a la familia tradicional en tanto núcleo arbitrario de la sociedad. Implica esto un proceso de exclusión e individuación que se opone a cualquier construcción colectiva o universal (en términos de derechos sociales).

Y surgen más preguntas: ¿qué es lo que se “viola” al educar en afectividad y sexualidad? ¿Qué se transgrede en el considerar a un niño o a una niña como sujeto de derecho y por lo mismo, educarse en conciencia crítica y con capacidad de cuestionar las verdades absolutas? ¿Qué se vulnera cuando lo que precisamente se busca, a través de proveer herramientas de autoconocimiento y empatía en torno al propio cuerpo y al de los demás, es prevenir que las cifras de abuso sexual sigan en aumento?

Utilizar el concepto de violar para hablar del acceso a la educación es paradójico en tanto ignora que 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infanciadatos de Fundación Niñas Valientes-, problemática que precisamente podría ser diferente si desde las infancias contáramos con conocimiento específico sobre autoconocimiento corporal, límites, consentimiento y concepción de formas sanas de amor basadas en el respeto y no en imposiciones que perpetúan ideales que terminan en expectativas tóxicas y las interminables problemática que se expresan en la salud mental.

Recientemente, la Fundación Niñas Valientes lanzó los resultados de su estudio “D(esi)dir. La educación sexual que queremos”. 81% de las personas que participaron plantaron que se identifican con la afirmación de que es importante tener educación sexual desde la niñez, adecuada para cada edad, y un 77% se identifica con la afirmación de que la educación sexual en las escuelas debe abordar lo relacional, la salud sexual, la prevención de violencias y el deseo sexual.

Respecto del aprendizaje sobre sexualidad, un 65% lo obtuvo con sus amistades, seguido de un 49% que aprendió con sus familiares, un 36% en internet y RRSS, un 27% con sus parejas y sólo un 18% con profesoras/es. Asimismo, 86% respondió que no le enseñaron o no recuerda que le hayan enseñado sobre prevención de violencia en la etapa escolar y 69% sobre violencia sexual. Ocurre lo mismo en relación con la afectividad y relaciones, con un 58% de las y los consultados.

La desapropiación de la sexualidad femenina es un campo de estudio permanente, en el cual sabemos que educar sexualmente a niñas y mujeres desde una única perspectiva -la reproducción y las infecciones de transmisión sexual- no es efectivo ni para la prevención de embarazos ni para la prevención de ITS. Lo más brutal es que este enfoque sigue responsabilizando individualmente a las niñas y las mujeres de una problemática que es compartida y colectiva.

Recordemos que en el año 2020 se rechazó en el Senado la idea de legislar en torno a la moción que buscaba establecer bases generales para la educación afectiva y sexual de niños, niñas y adolescentes, en los establecimientos educacionales, y en cambio, la educación sigue censurando y punitivizando el acceso al conocimiento integral.

Educar en torno al riesgo de embarazarse o contagiarse algo es invisibilizar que hay un mundo de vivencias sin nombre, propias de una cultura ciega a la realidad, que pueden afectar no sólo en lo material, en lo físico, sino en heridas emocionales que pueden perdurar toda la vida. Es, finalmente, seguir expropiándonos la posibilidad de una vida plena, sana, autónoma y justa.

Natassja de Mattos y Nerea de Ugarte
Natassja de Mattos, cientista política feminista experta en estudios de género, activista en La Rebelión del Cuerpo Nerea de Ugarte, psicóloga feminista, autora de tres libros, fundadora de La Rebelión del Cuerpo y CIDEM