Avisos Legales
Opinión

Vida sana o tortura psicológica: El drama de los vecinos del pádel

Por: María José Navasal Castillo | Publicado: 27.07.2023
Vida sana o tortura psicológica: El drama de los vecinos del pádel Imagen referencial – Pádel | Twitter @Newsfly_Latam
Los vecinos cuyos patios colindan directamente con las canchas, y me refiero específicamente de Machalí sector Avda. San Juan cerca de la denominada “Curva de la Muerte”, han tenido que invertir en cambiar las ventanas que tenían originalmente sus casas por unas con aislantes de ruido, con costos que sobrepasaron los $6.000.000 de pesos, buscando alguna solución familiar frente a la vulneración que sufren día a día. Con ello, generando una nueva deuda asociada a la casa de forma casi obligatoria, ya que no es solo deben pagar el dividendo, sino que también créditos de consumo para cubrir estos nuevos gastos. Otros han dejado derechamente sus hogares.

En el último periodo se ha observado una creciente implementación de canchas de pádel en distintos lugares del país. Un deporte que ha ganado una gran cantidad de adeptos, especialmente profesionales jóvenes que, en vez de asistir regularmente a un gimnasio para hacer una rutina, prefieren ejecutar un deporte menos individual ya que a lo menos necesitas un contrincante para jugar.

Pero la dificultad que ocasionan las canchas, especialmente las que fueron instaladas en sectores de conjuntos habitacionales, es que han transformado la tranquilidad del hogar en una verdadera tortura psicológica para sus residentes, producto de varios factores: el primero de ellos, es la cantidad de pelotas que caen en los patios, pudiendo no solo causar daño físico a los vecinos, sino que también romper ventanas o adornos.

El segundo problema tiene directa relación con el tipo y potencia de las luces que utilizan, luminosidad que invade el espacio privado de las casas que colindan con las canchas ya que el horario de su uso incluso pasa la medianoche, y los vecinos tienen que soportar los focos, cuya luz traspasa las cortinas de los dormitorios, especialmente si son edificaciones de dos pisos, donde los cuartos de los niños generalmente están en esa parte de la casa y no les permite conciliar el sueño con una oscuridad adecuada para ello.

Tercero, el ruido excesivo y constante del golpe de la pelota, no solo contra las palas que se usan en este deporte, sino que también el bote y golpe contra las micas que es parte de las reglas del juego. Sumado a ello y parte de esta misma problemática, los grito y expresiones groseras de sus jugadores, quienes con la emoción del juego olvidan y no respetan a los que se encuentran a su alrededor.

Y, por último, la indolencia no solo de los propietarios de las canchas que, si bien tienen todo el derecho de montar sus negocios, han hecho primar el individualismo por sobre el bien común de los vecinos, quienes debieran ser los más beneficiados por contar con un lugar de deportes cerca de la casa. Sumado a la falta de preocupación de las autoridades comunales, que aparentemente no se han ocupado de las consecuencias que provoca la ubicación de este tipo de centro deportivo en lugares habitacionales sin exigir, como obligatoriedad, un estudio de impacto ambiental previo a autorizar la construcción (Dirección de Obras) y patente respectiva. Especialmente cuando se sabe que los usuarios de estos lugares jugarán fuera del horario laboral.

Los vecinos cuyos patios colindan directamente con las canchas, y me refiero específicamente de Machalí sector Avda. San Juan cerca de la denominada “Curva de la Muerte”, han tenido que invertir en cambiar las ventanas que tenían originalmente sus casas por unas con aislantes de ruido, con costos que sobrepasaron los $6.000.000 de pesos, buscando alguna solución familiar frente a la vulneración que sufren día a día. Con ello, generando una nueva deuda asociada a la casa de forma casi obligatoria, ya que no es solo deben pagar el dividendo, sino que también créditos de consumo para cubrir estos nuevos gastos.

Otros han dejado derechamente sus hogares, y mientras han buscado la forma de arrendar para seguir pagando los dividendos algunas casas han estado vacías por meses, ya que nadie está dispuesto a vivir en esos lugares, dañando el patrimonio familiar y la plusvalía del lugar.

Esta vulneración afecta directamente a las personas que viven en el entorno de las canchas, en casas que estaban habitadas antes de la instalación de estos centros. Está confirmado por la Organización Mundial de la Salud que los ruidos tienen efectos perjudiciales para las personas. Perjuicios que podemos observar desde trastornos fisiológicos, pérdida progresiva de la audición, psicológicos con consecuencias de irritación, cansancio que merma el rendimiento laboral, escolar y la relación con el resto de las personas.

Desde lo pedagógico, afecta a la lectura y por ello la comprensión, la concentración, resolución de problemas y memoria, derivando de ello la frustración y violencia, no por dificultades personales y genéticas, sino provocadas por terceros. Claramente no todas las personas pueden arrojar estas consecuencias, sino que también cefaleas, perturbación del sueño y descanso, estrés, fatiga y depresión, colaborando al aumento de consumo de tranquilizantes y somníferos que en otras condiciones no serían necesarios.

Es tiempo de solucionar estas consecuencias, las que recién se están comenzando a provocar en la comunidad debido a que aún no son tantas las canchas que existen a nivel nacional, tomando medidas desde las seremías de educación y los municipios. Y se comprende que cada nueva patente está asociada a recursos que ingresan al municipio, pero se debe velar por todos los factores que envuelven estos lugares.

Quizás, una posible solución, sería que se instalen en lugares alejados de las casas, o que, al momento de construirlos, lo hagan en un espacio cerrado y anti-ruidos de manera que realmente sea un beneficio para la comunidad y no una tortura para los vecinos que colindan.

Por ahora, sabemos que los vecinos de Talagante, La Reina, Machalí, Lo Barnechea, Concepción y otras comunas a nivel nacional se encuentran en pie de guerra, no contra este deporte, sino contra las condiciones que se generan por la precariedad y falta de empatía de estos centros ubicados cercanos a conjuntos habitacionales.

María José Navasal Castillo
Doctora en Historia. Académica de la Facultad de Educación y del Instituto de Historia Universidad San Sebastián