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Tenemos que Hablar de Chile y posplebiscito: “No hay espacio para ganancias particulares”

Por: Samuel Romo | Publicado: 03.09.2022
Tenemos que Hablar de Chile y posplebiscito: “No hay espacio para ganancias particulares” Valentina Rosas |
“Tenemos que votar, sí. Pero el día después, tenemos que hablar”, reflexiona la cientista política Valentina Rosas, subdirectora de Tenemos que Hablar de Chile, sobre los escenarios que se vislumbran una vez conocidos los resultados del 4 de septiembre.

Más allá de un eventual triunfo este domingo 4 de septiembre del Apruebo o del Rechazo, el día después del Plebiscito representa toda una encrucijada que desde la academia, la clase política y la sociedad civil miran con atención.

“Tenemos que votar, sí. Pero el día después, tenemos que hablar”, reflexiona en entrevista con El Desconcierto la cientista política Valentina Rosas, subdirectora de Tenemos que Hablar de Chile, una plataforma de encuentro e incidencia ciudadana impulsada en conjunto por la Universidad de Chile y la Universidad Católica.

Surgida a finales de 2019 después del “estallido social”, la iniciativa siguió de cerca el proceso constituyente a través de un ejercicio de diálogo con personas de todo el país en más de mil encuentros para proyectar futuros posibles para Chile al 2030.

– ¿Cuáles son los desafíos del día después del Plebiscito? ¿Cómo lo ven desde Tenemos que Hablar de Chile?

Desde el 2020 nosotros vemos que ya las emociones de las personas están bien tensionadas. La esperanza era la palabra más nombrada en nuestros diálogos, por lo que podía significar este proceso constituyente, pero era una esperanza ya muy tensionada. Hoy día la palabra que más escuchamos es incertidumbre, marcada por toda la situación económica, la guerra, la inflación y la delincuencia. El elástico de la esperanza está aún más estirado.

En este contexto, pensando en el día después, si bien son importantes las negociaciones políticas, no solo deben  significar un pacto entre los políticos, sino también de cara a la ciudadanía y que les hagan sentido a las personas. Que no sean acuerdos a puertas cerradas, donde los protagonistas políticos se tomen de las manos y se saquen la foto.

– Uno de los llamados que hacen desde Tenemos que Hablar de Chile es a cuidar el debate. ¿Hay optimismo frente a lo que se viene?

Yo creo que sí, que hay espacio para el optimismo. El llamado principal de por qué queremos cuidar el debate es porque además en nuestros diálogos vemos muy claro que la gente no hace diferencias entre los políticos de un lado y del otro. Quizás la gente que milita y que tiene preferencias claras, sí. Pero la gran mayoría del país ve a los políticos como un todo. Por ejemplo, lo de Rojas Vade no afectó solo a los movimientos sociales o a la Lista del Pueblo, sino que generó una visión respecto al trabajo de toda la Convención. Y así se repite con el Congreso y con el gobierno en general. Los chascarros de uno afectan a todos y no hay espacio para ganancias particulares. Entonces, el primer llamado es a cuidar el debate, porque es parte de cuidar el sistema político, la democracia y cuidar la mesa donde uno se quiere sentar a debatir ideas.

– ¿Hay una brecha entre el tono de la ciudadanía de a pie y lo que impera en la discusión mediática y de redes sociales?

Sí, es algo que vemos muy claro desde el inicio de nuestro proceso. Hay unas ansias muy grandes de parte de la ciudadanía por ver más diálogo. Yo creo que incluso entre quienes apoyan abiertamente el proceso constituyente, la Convención y la propuesta de nueva Constitución y que quieren abiertamente aprobar, está presente esa crítica de que no fue el espacio dialogante que todos esperábamos. Y si bien como ciudadanos todos tenemos esa tarea de involucrarse en la democracia y de tener diálogos ciudadanos, es la clase política la que tiene principalmente esa tarea. La ciudadanía interpela a la clase política y le dice ‘ustedes nos dijeron que tienen esta capacidad (de dialogo), nos prometieron que iban a generar nuevas normas que nos iban a hacer más sentido, no pueden quedarse en peleas chicas, en controversias menores’.

– Ustedes identificaron cuatro escenarios hacia el 2030: cambio, promesa, orden, rediseño. ¿En cuál de esos escenarios ves a Chile desde el 5 de septiembre?

Yo creo que todavía hay espacio para todos. El escenario de cambio obviamente que se juega ahora en las semanas post Plebiscito. Es un proceso político que sigue, donde además están involucrados distintos actores, privados, la academia, etcétera. Todavía hay mucho espacio para eso y vemos ciertas luces, ciertos liderazgos, que están impulsando ese tipo de escenarios por todos los lados políticos.

Pero en las últimas semanas hemos visto en nuestros diálogos una preocupación muy latente por la delincuencia y la seguridad. Eso nos ha levantado muchas alertas porque la ciudadanía finalmente pide una mano más dura y esto puede tener consecuencias institucionales importantes.

Y por otro lado también veo mucho el escenario de promesas, donde hay una visión de una política que simplemente no es capaz de ponerse de acuerdo y eso genera un escenario para un actor que venga con este discurso de ‘la política no sirve, esta clase política es la que no quiere resolver los problemas porque no quiere y yo sí estoy en conexión con la ciudadanía”, lo que es un poco dejar de lado las instituciones.

– Y en este escenario de cambio, ¿cómo debe ser encauzada la conversación? 

En ambos escenarios hay un rol importante del Congreso. Obviamente hay un valor importante ahí de la institucionalidad para hacerse cargo de este proceso, pero creo que es muy relevante constatar que los partidos políticos vienen muy a la baja, muy cuestionados. La elección de los convencionales fue el reflejo de la desconexión de la ciudadanía con los partidos políticos, entonces tampoco la tienen fácil.

Si bien institucionalmente son quienes debieran estar a cargo, ya sea de las reformas de la Constitución vigente o de la generación de las reformas para la implementación de la nueva Constitución, hay un trabajo no solo de sacar técnica y rápidamente esas reformas o leyes, sino también de revalidarse frente a la ciudadanía. Es una oportunidad de reconexión que es obviamente un poco más compleja, y que pasa por acercarse más a los territorios, quizás a usar las redes sociales de distinta forma, pero creo que son cosas que se complementan totalmente.

– Y el Gobierno, ¿qué responsabilidad debe ocupar en este contexto?

En el caso del Apruebo hay una tarea mayor para el gobierno. La propuesta constitucional contempla normas transitorias y le entrega muchas de esas tareas al Presidente de la República. Es indudable que se queda un poco con el control de la agenda, pero con un rol fundamental también del Congreso.

En el caso del Rechazo, el Gobierno debe también considerar elementos y que habían desaparecido un poco de la agenda, sobre todo al inicio del proceso constituyente donde los temas prioritarios eran educación, salud y pensiones. Entonces ahí hay un trabajo de una responsabilidad del gobierno de atender a temas como la mayor protección del medio ambiente, plurinacionalidad y género -y cómo seguir articulándolos en el Congreso y en la discusión constituyente- pero sabiendo que delincuencia, seguridad, migración y otros temas también están en el top five de preocupaciones de la ciudadanía. Son cosas que el gobierno tiene que salir a complementar, porque las personas ven a la política como un todo. Entonces si logramos que el Congreso articule por un lado la discusión constituyente, el Gobierno también debe impulsar políticas públicas y enfrentar problemas de corto plazo para que la ciudadanía pueda ver que la política está avanzando en sus demandas sociales, aunque sean de distintas categorías.

 


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