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Óscar Landerretche: «Forzar expertos me parece malo para el proceso constituyente»

Por: Joaquín Castro Mauro | Publicado: 04.10.2022
Óscar Landerretche: «Forzar expertos me parece malo para el proceso constituyente» |
Pese a que la presencia de expertos es prácticamente un consenso en las negociaciones, el economista cuestiona la creación de un órgano paralelo a la nueva Convención. Aún así, se muestra optimista. En diálogo con El Desconcierto, dice que espera «un proceso que sea mucho más pausado y, por decirlo en buen chileno, harto más fome, centrado en la calidad del producto y no en la performance».

Óscar Landerretche Moreno (49) fue uno de los pocos socialistas que votó Rechazo en el Plebiscito de salida. Su posición causó escozor en las filas del PS y varios lo han cuestionado por haber asumido un perfil impugnador en el actual escenario político.

Uno de ellos fue Alfredo Joignant, quien lo acusó a través de Twitter de tener posturas «anti-política y anti-partidos», casi al punto de camuflarse con las posiciones del Partido de la Gente. «Estimado Alfredo» —le respondió Landerretche— «soy partidario de una política socialista y democrática en que se dice lo mismo en privado y en público, o sea, de política con integridad. Diferente ser crítico de política deshonesta a ser anti-política. Dejo pasar su desahogo, espero que lo haya hecho sentir bien».

El mismo estilo, cargado de enfado e ironía, ha mostrado el economista para criticar los pasos que ha ido tomando la discusión constituyente. La semana pasada, disparó: «Lo que faltó no fueron expertos, lo que faltó fue sentido común. Lo que faltó no fueron bordes, lo que faltó fue responsabilidad política. Lo que faltó no fueron líneas rojas, lo que faltó fue cordura. No estoy de acuerdo con la forma en que se está conversando el tema».

Para profundizar en estos temas, Landerretche conversó con El Desconcierto y advierte que hay mucha ansiedad por sacar un documento rápido, lo que puede resultar contraproducente. Además, reivindica la «cocina» y le pide a la administración de Boric que tome las riendas la redacción de la nueva Carta Magna. «Un Gobierno tiene la obligación de dar cierto nivel de conducción política», subraya.

– ¿Qué le ha parecido hasta el momento las negociaciones para el nuevo proceso constituyente? 

Yo nunca pensé que iba a ser fácil. Siempre creí que la gente que pensaba que esto podría estar listo en una semana, como mi amiga, la ministra del Interior Carolina Tohá, era demasiado optimista, francamente. Desde mi punto de vista, han avanzado bien, incluso más rápido de lo que hubiera esperado. Las conversaciones han ido convergiendo de a poco y no estoy para nada alarmado en términos de los tiempos, porque me parece súper razonable que esto se demore para que salga bien.

Además, lo que ocurrió en el plebiscito fue una cosa muy grande. Entonces también es razonable que la clase política se tome un poco de tiempo para digerir lo sucedido. Por eso creo que el tema de los plazos está muy bien. 

– ¿Qué le parecen los plazos qué se han dado para llegar al acuerdo?

Me imagino que a fines de este mes, incluso a principios de noviembre, estaría bien. Yo tengo cero cero ansiedad con el tema de los plazos, me parece que esa es una preocupación más bien de la política para no se crucen elecciones. Pero desde mi punto de vista no tiene ninguna importancia porque esta cosa hay que hacerla bien. 

De hecho, si ocurriera eso, sería más rápido de lo que yo pensaba que iba a ocurrir.

– ¿Qué le ha parecido el desempeño que han tenido los representantes de los partidos dentro de las negociaciones?

Ha habido roles muy destacados. Quiero destacar mucho el rol de los presidentes de las dos cámaras, Álvaro Elizalde y Raúl Soto, que han hecho un trabajo súper bueno para encauzar el debate, bajando la pelota al piso o calmando los tiempos, como lo hacía Luchito Musrri en la cancha. Me ha gustado mucho eso.

Quien también se ha destacado mucho es Javier Macaya en la derecha. Han habido algunas voces más disonantes, pero yo creo que es la voz principal en la derecha.

– ¿Qué rol debería asumir el Gobierno?

Yo creo que el Gobierno, a través de su coalición, debería participar del acuerdo. Eso sería lo ideal. El principal rol facilitador del Gobierno es que ojalá alinee a los partidos que participan de la coalición para que estén de acuerdo con la fórmula a la que se llegue al final. Eso es lo que puede hacer en esta fase.

Yo discrepo respecto a mucha gente que pensaba que, en realidad, el Gobierno de Gabriel Boric no tenía que meterse dentro de lo que ocurrió en la Convención. A mí me parece que sin pasar a llevar la independencia de un organismo deliberante, un Gobierno tiene la obligación de dar cierto nivel de conducción política, por lo menos por la vía de la gente que participa de la Convención, que es de su color político. 

Por lo tanto, cuando ocurra el siguiente órgano, a mí me parece que el Gobierno debiera ser un poquito menos cándido que la vez pasada. Fue extremadamente inocente. Nunca entendí muy bien lo que hicieron, porque apostar todas sus fichas políticas al resultado y en una Convención en la que además no actúan políticamente es rarísimo, pero bueno, creo que no debieran cometer ese error de nuevo.

Una defensa a «la cocina»

– Para agilizar la conversación se ha ido acotando el número de partidos y representantes que negocian el acuerdo. ¿Se está armando una suerte de «cocina» al interior del Congreso? ¿Hay un riesgo en eso?

Yo no me opongo a las cocinas y creo que los chilenos, después de septiembre, en que uno come puras cosas ricas hechas en cocina como las empanadas, han recuperado su apreciación por ella, especialmente cuando es buena, porque puede haber mala cocina también. 

Claro, yo soy partidario de la buena cocina, esa que se hace despacito y que queda rica al final. Parte de los problemas que tuvo la Convención anterior tuvo que ver con que le impusieron un ritmo que no era creíble, desde un punto de vista humano. No fue posible que esa cantidad de personas pudiera llegar a conversar lo suficiente para llegar a acuerdos concretos y terminar con un buen texto. 

Al final, la política es cocina. En sí, es negociación. De eso se trata. Yo te doy esto, tú me das esto. Perfecto, y llegamos a un equilibrio que es razonable para los grupos políticos, los intereses y los puntos de vista que cada uno representa. Eso me parece que está bien. Y si eso significa que algunos grupos se quedan fuera, porque no les gusta lo que se hizo, bueno, pueden restarse. 

– ¿La marginación del Partido Republicano influye en algo dentro de las conversaciones?

Me parece que era algo esperable. No me sorprende en absoluto y creo que nadie los podría acusar de ser incoherentes. Ellos tienen su postura, son partidarios de conservar la Constitución actual y continuar con el proceso constituyente. Eso lo han dicho desde el día uno. No me parece terrible, dado que siempre me imaginé que el acuerdo tendría que ser sin ellos probablemente.

– Uno de los puntos importantes que se quiere tocar en el acuerdo es el voto obligatorio, postura que usted ha defendido con vehemencia estos días. ¿Por qué?

Cualquiera que estudie un poquito de teoría y lección pública se da cuenta de que hay sectores políticos a los que no les conviene el voto obligatorio. En general, a los grupos que han construido su proyecto político más sobre la política de identidad es muy probable que el voto obligatorio los termine perjudicando en términos de resultados. Por lo tanto, también la gente tiene que recordar que hay una vieja técnica de los políticos para lograr lo que quieren sin tener que enfrentar las consecuencias de ello, lo que consiste básicamente en hacerse el leso hasta que ya no es posible algo. 

A mí me preocupa mucho el voto obligatorio, porque yo creo que cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de que buena parte del resultado del plebiscito tuvo que ver con el voto obligatorio. Entonces, creo que eso tiene que ser parte, no solamente del acuerdo, si no que debiera pasar ahora una reforma constitucional bajo la Constitución actual para que la totalidad de las elecciones que vengan sean con voto obligatorio.

– ¿Aunque no sea conveniente para el oficialismo?

Todas deben ser un voto obligatorio, para que la política refleje lo que los ciudadanos verdaderamente piensan. Eso es lo que dijo Guillermo Tellier a la salida del plebiscito. Eso debe ser así desde un punto de vista más de la ética de la política y ciudadana. A mí me parece que la obligación de votar, junto con la obligación de pagar tus impuestos, es un conjunto de cosas mínimas que no son tan terriblemente costosas y que forman parte de las obligaciones que todos tenemos. 

Para ser ciudadano de este país uno tiene que darse la molestia de manifestarse sobre los políticos que nos gobiernan. Eso le generaría un ordenamiento y buenos incentivos además, a las distintas fuerzas políticas, para tratar de apelar un poco más a las grandes mayorías.

– ¿Cuántos integrantes debería tener esta nueva Convención?

100 me parece un número razonable. No puede ser tan poca gente, porque si no, no se logra reflejar suficiente diversidad. Yo también estoy en desacuerdo con la prisa, en especial con el plazo de los seis meses. No me gusta mucho eso, pero dado que lo van a hacer igual, me parece que 100 está en el límite de lo que es manejable para un plazo tan breve.

Yo me jugaría por eso. No sé cuánto acuerdo habrá de una elección con listas cerradas a nivel regional, pero los partidos deben elaborar  un mecanismo razonable para que si un independiente se quiere presentar, lo haga, pero sin cometer los errores que se cometieron antes y con escaños para naciones originarias que sean proporcionales a la gente que votó efectivamente. A mí me parece que algo así es bueno, y con paridad.

Los bordes y los expertos

– En cuanto a los famosos bordes. ¿Hasta dónde deberían llegar?

Yo estoy en contra de eso, no me gusta. Si es parte de la negociación para que la oposición preste los votos para el acuerdo, me parece bien. Pero yo estoy en contra porque, para mí, el único borde que existe es la ciudadanía. El 4 de septiembre se demostró que es un borde rejodido. Si se mira la votación, mujeres y hombres chilenos le dijeron a los convencionales que este trabajo está mal hecho y no lo vamos a validar. Vuelvan a intentarlo, señores políticos. Ese es el borde que se necesita, la voluntad ciudadana.

Esto de que coloquemos que tiene que ser una República, que el Estado sea unitario, no es necesario porque la ciudadanía es el mejor guardián para que las cosas se hagan bien. Es el mejor borde. 

– El rol de los expertos se ha discutido bastante. ¿Hasta dónde debería llegar su incidencia? ¿Deberían solo asesorar o influir más directamente en la redacción?

Tampoco lo comparto, porque todos los expertos, incluyéndome, tenemos un punto de vista político. La gente que es experta, en el fondo, es gente que se dedica a la academia, a la intelectualidad y, por lo tanto, tiene muy poca experiencia práctica del mundo político, económico, empresarial, social. Entonces, a veces, los expertos tienen obsesiones teóricas y abstractas que no funcionan mucho en la realidad. Esto de forzar expertos me parece malo para el proceso.

– Pero hay cierto consenso en que habrá participación de expertos en el proceso…

Esto se podría resolver si se va a un esquema de listas cerradas de los partidos y que cada uno, legítimamente, pueda introducir en esas listas algunas personas con puntos de vista que puedan ser valiosas para la conversación.

Me parece que, en un órgano como el que va a haber, es súper razonable que existan algunos abogados constitucionalistas. También personas que sepan de gestión pública, del mundo empresarial, que haya alguna combinación que beneficie el diálogo. Pero no me parece que deban estar ahí en carácter de experto, como en una mesa aparte de los integrantes. Tienen que ser electos en carácter de candidatos.

Hay que ver una combinación que agarre el documento en el que se que se rechazó, la propuesta de la Presidenta Bachelet, lo que hizo el presidente Lagos en su momento y se usen como insumos. 

– ¿Usted estaría disponible para integrar la nueva Convención?

No en este momento, pero es un problema más bien personal. No por un tema político.

Un balance a los 200 días de Boric

– Desde su perspectiva económica ¿Qué le pareció la propuesta de Ley de Presupuesto del Gobierno?

Me pareció que era algo esperable teniendo un ministro como Mario Marcel. Todo el mundo lo recuerda como presidente del Banco Central, pero en realidad su carrera la hizo en la Dipres, por lo tanto, está genéticamente diseñado para eso. Por ello lo nombró el presidente Boric, para que hiciera un esfuerzo por cerrar las cuentas fiscales que estaban descuadradas como resultado de la pandemia y las ayudas. 

No sólo eso, sino que antes de eso también venían descuadrados por casi diez años. Entonces era esperable que se realizara este ordenamiento. Lo que sí ocurre es que en él, y esto lo comparten casi todos los analistas que miran a Chile, es muy probable que el próximo año el Gobierno se vea obligado a desplegar algunas ayudas adicionales, porque viene una situación compleja del punto económico, probablemente desde el empleo o los salarios.

Es muy probable que tenga que soltar un poquito el gasto el próximo año en algún tipo de ayuda. Entonces también, en cierto modo, lo que lo que la gente interpreta que está haciendo el ministro es como apretar para poder después soltarse sin que sea un desastre.

– Y en una evaluación más global. ¿Qué le han parecido estos meses de la de la gestión de Boric al mando?

A mí me parece que es muy difícil hablar de una gestión pública ahora, porque el Gobierno apostó todas sus fichas políticas al Plebiscito. Explícitamente dijeron que su programa no se podía cumplir si no se aprobaba. Después recularon un poco, pero ya habían instalado esa cuestión. El presidente fue el jefe de campaña, o sea, estos primeros meses de gobierno han sido la campaña de Apruebo. Es muy difícil tener una evaluación positiva de una situación tan disfuncional, con un gobierno que básicamente se dedicó a tratar de ganar un Plebiscito y tiene un fracaso tan rotundo.

Yo creo que lo interesante viene ahora, porque inmediatamente el Presidente coloca ciertas fichas en el gabinete administrativo. La ministra Tohá enciende el tema del TPP 11 y ahí está teniendo un tema en tabla. Por otro lado, el ministro Marcel, dos días después del Plebiscito, tira un plan de reactivación con algunas cosas interesantes. Yo creo que recién estamos viendo lo que es este gobierno gobernando.

Creo que lo que viene con el siguiente proceso constituyente debiera tener dos características. Una es que sea un proceso que sea mucho más pausado y, por decirlo en buen chileno, harto más fome, centrado en la calidad del producto y no en la performance. Pero al mismo tiempo, creo que el gobierno debiera tener dentro de su estructura, en el segundo piso, un equipo para la gestión de este nuevo proceso, para que cuando salga el producto de la nueva asamblea, el gobierno tenga conocimiento de lo que sucede. 

– ¿Qué le parece que el Presidente haya tenido que recurrir a figuras de la Concertación para este nuevo ciclo?

Me parece que era inevitable incluso antes del resultado del Plebiscito. De hecho, mucha gente especula que este cambio de gabinete refuerza la actividad de gobierno y de gestión pública, que es una actividad profesional que requiere estudiar y pensar críticamente sobre los propios errores que uno ha cometido alguna vez. 

Un viejo político con el que yo trabajé cuando era muy joven dijo algo así como lo que yo traigo a esta mesa son 50 años de errores que he cometido, porque es la experiencia, es el haber tropezado, es el haberse mandado el condoro

– ¿Cuál es el valor de equivocarse en el Gobierno?

Enorme. Es algo que aquí en la facultad, en las facultades en que estudiamos políticas públicas, donde le enfatizamos a los estudiantes la contraposición entre pensamiento deductivo e inductivo. El primero es cuando tienes un modelo abstracto en la cabeza y tratas de deducir, a partir de eso, cómo actuar en la realidad. El segundo, al revés, miras la realidad y, a partir de ella, tratas de extraer cuáles son los modelos que debieras usar.

Esta nueva generación de jóvenes políticos, muchos de ellos con con muy buena formación académica, vienen con un pensamiento demasiado deductivo, de arriba para abajo. En cambio, la gente que se ha dado 50 costalazos, como puede ser la ministra Tohá, tiene mayor capacidad de mirar cómo está la calle o leer un poquito cómo está el clima, y a partir de ahí tratar de armar el modelo. 

Entonces, yo creo que esta entrada de una mirada más empírica, más basada en la experiencia, es lo que trae la figura del Socialismo Democrático. Y hay otra cosa que trae, que yo creo que eso sí tiene que ver posiblemente con la edad, que es una mirada de responsabilidad política que yo no vi presente en el gabinete anterior. Había personas ahí que claramente estaban actuando como activistas que no estaban con un pensamiento estratégico ni una mirada de largo plazo. 

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