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Faride Zerán: “Este 8 de Marzo marcará una reactivación del movimiento feminista”

Por: Daniel Lillo | Publicado: 08.03.2023
Faride Zerán: “Este 8 de Marzo marcará una reactivación del movimiento feminista” Faride Zerán | Agencia Uno
A cinco años de la ola de movilizaciones de 2018, la autora de «Mayo Feminista. La rebelión del patriarcado» y Premio Nacional de periodismo, analiza con El Desconcierto la importancia histórica del movimiento que desembocó en tomas de universidades en todo el país, el presente de las corriente feminista y la importancia histórica de estas manifestaciones.

Las movilizaciones estudiantiles feministas en 2018 marcaron un nuevo hito en la historia del movimiento en Chile. La llamada “nueva ola feminista chilena” partió a raíz de diversas denuncias a docentes y estudiantes de universidades de todo el país.

Esto motivó marchas, paralizaciones de clases y tomas en 25 casas de estudios. De hecho, el 25 de mayo de 2018, estudiantes de la Pontificia Universidad Católica se tomaron la Casa Central, la primera ocupación desde julio de 1986.

Académicas y activistas del movimiento coinciden en que las manifestaciones que desembocaron en la movilización marcaron uno de los hitos más importantes del feminismo chileno.

A cinco años del suceso, Faride Zerán, presidenta del CNTV hasta el 31 de marzo y autora del libro Mayo Feminista. La rebelión del patriarcado, analiza en conversación con El Desconcierto la importancia del movimiento de 2018, el cual describe como  “uno de los más interesantes y potentes producidos en el país”.

En esa línea, pese a reconocer que “la derrota del 4 de septiembre provocó un repliegue en distintos sectores de la sociedad que estaban muy activos y presente”, asegura que  “este 8 de Marzo marcará una reactivación” del movimiento feminista.

Faride Zerán en el lanzamiento de su libro “Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado”. Foto: UChile

-Mirando en retrospectiva y contexto histórico ¿Qué tan relevante fueron las manifestaciones de 2018 en el movimiento feminista de Chile?

Tengo la convicción de que el mayo feminista del 2018 es uno de los movimientos más interesantes y potentes producidos en el país en las últimas décadas, cuya vitalidad y extensión antecedió y alimentó el estallido social de octubre del 2019.

Además, su impronta no solo permeó el proyecto de Constitución rechazado el 4 de septiembre, sino las políticas públicas del actual gobierno asumido urbi et orbi como un “Gobierno Feminista”.

Tan importante es, que si analizamos los distintos momentos de la movilización social que acompañó el estallido, podemos ver que cuando decaía la convocatoria en las plazas y calles no solo en Santiago, también en regiones, las organizaciones feministas se hacían presente de manera masiva y a través de sus expresiones performáticas contribuían con nuevas consignas y cantos a darle sentido a un movimiento que de pronto languidecía.

Pero ese movimiento es importante fundamentalmente porque instaló demandas que fueron asumidas transversalmente por mujeres de distintas edades, territorios y condiciones socioeconómicas. Un movimiento que no es homogéneo ni monolítico sino plural y diverso, tanto que es quizás el único capaz de cruzar el espectro político para lograr ciertos consensos en favor de la mujer, cuestión que para otros temas sería impensable.

-Según historiadoras y sociólogas, esta revolución feminista de 2018 significó la tercera ola feminista en Chile. ¿Qué similitudes encuentra con movimientos pasados y qué elementos disruptivos se pudo percibir en estas manifestaciones?

Diría que en la epidermis del movimiento del 2018, más allá de su propia  heterogeneidad, existe un continuo en que las históricas reivindicaciones de mayor democracia, libertad e igualdad, dialogan no solo con parte de los feminismos actuales sino con una tradición de lucha de las precursoras feministas de siglos anteriores.

Por ejemplo, la que nos remite a inicios del siglo 20, concretamente al año 1915 cuando Inés Echeverría formaba el Club de Señoras, y Amanda Labarca el Círculo de Lectura.

O mucho antes, porque el feminismo en Chile tuvo su cuna en el norte salitrero, en las numerosas mutuales femeninas de fines del siglo 19, a las que le sucedieron grupos de mujeres que integraron las primeras organizaciones sindicales denominadas mancomunales.

Recordemos que por primera vez fue elegida dirigenta nacional una mujer, Clotilde Ibaceta, delegada por Valparaíso, mientras en 1905, Carmen Jeria lanzaba su periódico feminista “Alborada” .

En esta tradición se inscribe el mayo feminista. Porque en las inéditas y masivas asambleas de mujeres realizadas en distintos campus universitarios del país, en el apoyo transversal a sus demandas provenientes de sus profesoras, funcionarias y de distintos sectores de la sociedad, más allá de protocolos y políticas sobre acoso que claramente eran insuficientes ante la magnitud del problema, incluso en la heterogeneidad de los petitorios y discursos podíamos leer signos de cambio cultural y de un movimiento que sin duda estaba haciendo historia.

Y ello se evidencia también en la fuerza que adquiere el cuestionamiento contra el patriarcado y la reproducción de los roles de género, así como en otros aspectos que apuntan a las bases del neoliberalismo.

Ello permite leer en la epidermis de este movimiento que, más allá de su propia heterogeneidad, existe un continuo en que las históricas reivindicaciones de mayor democracia, libertad e igualdad, dialogan no solo con parte de los feminismos actuales sino con una tradición de lucha de las precursoras feministas de siglos anteriores.

-En ese contexto, las tomas en las diversas universidades del país se extendieron y multiplicaron en todo el país. A su juicio ¿Por qué esta forma en concreto de expresar el hartazgo con la violencia machista hizo sentido tan transversalmente?

Recuerdo que en medio del mayo feminista cuando se les preguntaba a algunas jóvenes qué lecturas las habían influenciado muchas de ellas decían que no se trataba de libros sino de vida, de una pulsión que tenía que ver con la experiencia diaria de vivir en un sistema patriarcal.

Esa mirada crítica sobre el cotidiano, esa actitud develar y rebelarse contra la violencia naturalizada de un sistema sobre ellas, no solo en la calle, también en el aula, en la casa, en el trabajo, es el detonante de un gesto personal que también es político. Y esa experiencia que parece individual no solo es colectiva, sino además transversal.

Diría que, así como un obrero no requiere leer a Marx para asumir que puede ser explotado, una mujer no necesita leer a Beauvoir  para saber que no tiene los mismos derechos que un hombre.

A 5 años de dicho hito para el feminismo, pareciera que tanto los movimientos estudiantiles, y por consecuencia el feminismo desde espacios universitarios, se han visto a la baja. ¿Cuánto queda y cuánto se perdió del movimiento feminista del 2018?

Creo que los feminismos en los espacios universitarios y estudiantiles gozan de muy buena salud, es lo que percibo en las aulas cuando doy mis clases y lo que escucho y veo en los patios.

Ahora bien, evidentemente que la derrota del 4 de septiembre provocó un repliegue en distintos sectores de la sociedad que estaban muy activos y presente. Pero creo que es circunstancial, y que este 8 de Marzo marcará una reactivación de estos movimientos.

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