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“A moon Shaped Pool”: Un nuevo viaje sonoro al alma de Radiohead

Por: Fernando Espínola | Publicado: 31.05.2016
Esta nueva placa no es una simple rosa cromática sin variedades, sino más bien, un jardín policolor de tonalidades y una versátil montaña rusa de emociones.

“Abrocharse los cinturones y disfrutar del vuelo de inspección sensorial interna que nuevamente nos ofrecen los británicos”

El espiral de emociones llamado Radiohead, luego de un cese temporal de 5 años, vuelve a girar con la edición de su nuevo material llamado «A moon shaped Pool».

Pongo play al disco y los parlantes del metro me advierten que debo afirmarme de manillas y pasamanos antes de comenzar el viaje. Una clara señal de lo que está por venir.

Con la aparición de la promocional Burn The Witch demuestran su capacidad para crear singles pero con buen gusto, y parecen acercarse a sonidos con sensaciones iluminadas y de colores, sin embargo, lo cierto es que esta nueva placa no es una simple rosa cromática sin variedades, sino más bien, un jardín policolor de tonalidades y una versátil montaña rusa de emociones.

Daydreaming, canción que precede al single, demuestra precisamente lo anterior, vagando por nebulosas y una producción admirable, con arreglos que hablan de la tremenda conexión que tienen como banda con el productor Nigel Godrich (especialmente si consideramos que Yorke trabajó fuera de Radiohead junto a Nigel).

Destaco el sonido de cuerdas acústicas en «Desert Island Disk», canción donde predomina el sonido real por sobre los arreglos electrónicos, pero sin mirar atrás ni pretender buscar referencias en fórmulas pasadas. Lo de Radiohead es de un futuro lateral y ya parece no haber regreso atrás.

«Glass Eyes» es un estímulo para soñar despierto, con una evolución sonora que cautiva y enreda en sensaciones, pero que no se alejan de la serenidad. Mientras que «Identikit» rememora pasajes del «Kid A», pero con identidad particular. Quizás la misma sensación que provoca «The Numbers», canción que también recoge los avatares de aquella dichosa experimentación sónica.

«Present Tense» es exquisita, pues deambula por pasajes étnicos y sobrevuela vientos de meditación, con los tintes precisos de oscuridad que se requiere para ambientar un mundo paralelo.

Los últimos cortes del disco quizás son los más débiles, pues carecen en cierta forma de personalidad y son la continuación sonora inevitable de «Present Tense», incluso entre sí mismas. Atmosféricos, pero sin la chispa necesaria para destacar.

Hablar de madurez en Radiohead es un insulto a su capacidad creadora. Incluso hablar de evolución sería someterlos a una unidad «Popera» de medida.

Ya no se espera nada de Yorke y Compañía, solo se les digiere e, inevitablemente, debemos someternos a la voluntad creativa que pueden presentar con cada nuevo disco. Incluso esta crítica me parece demás, no porque no puedan ser criticados, sino porque se alejan cada vez más de lo terrenal y se convierten en una especie de culto al buen gusto, una obra de arte que trascenderá, un reflejo de a lo que pueden llegar los genios cuando hacen sinergia con la emoción.

¿Resumen? Dejarse llevar por la magia de Radiohead. Abrocharse los cinturones y disfrutar del vuelo de inspección sensorial interna que nuevamente nos ofrecen los británicos. La bondad y la maldad acá miran desde la banca.

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