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Juegos de poder: Arreglar las cosas con un muerto

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 30.09.2019
Juegos de poder: Arreglar las cosas con un muerto juegos |
La teleserie nocturna de Mega se aproxima a su fin. Tras siete meses al aire, este drama político policial ha expuesto en la pantalla chica la corrupción en las altas esferas de nuestro país: evasión de la justicia, coimas, abuso de menores y asesinatos. Si bien está claro que es un producto de ficción, se sabe que la realidad le supera y no siempre se alcanza la ansiada justicia.

Con más de ciento veinte capítulos emitidos, Juegos de poder mantiene con gran éxito la atención del público y ya se acerca a su final. El drama, protagonizado por Jorge Zabaleta, Álvaro Rudolphy y Paula Sharim, presenta descarnadamente la descomposición moral de la clase política y sus métodos bárbaros para acceder y mantenerse en el poder.

Esta producción dirigida por Patricio González (Casa de muñecos, Reserva de familia, Mujeres de lujo) y escrita por Jorge Ponce (Amanda, Casado con hijos, Algo habrán hecho) se centra en las consecuencias del accidente protagonizado por Camilo Beltrán (Simón Pesutic), hijo del candidato presidencial con mejores posibilidades de ganar. Las decisiones tomadas por esta familia exponen eso que los ciudadanos comunes solo intuimos: la corrupción como una larga cadena de favores que permite a unos pocos evadir la responsabilidad penal y sus secuelas.

La referencia más directa es el bullado caso de Martín Larraín, hijo de Carlos Larraín, senador del partido Renovación Nacional, absuelto en 2013 por el fatal atropello a un joven de Curanipe, región del Maule, que no recibió asistencia oportuna después del accidente. Al igual que en la realidad, el protagonista maneja en estado de ebriedad junto a dos amigos luego de una fiesta, provocando la tragedia. Este desafortunado hecho sirve de punto de partida para que se desencadenen todas las tramas secundarias asociadas al lado más oscuro de la tradición política nacional. 

Contactos, tráfico de influencias e impunidad

La impunidad es un leitmotiv que capítulo a capítulo se muestra desde la perspectiva de distintos personajes capaces de todo por eludir la cárcel y mantener su imagen. Ex militares, policías y funcionarios públicos, un triángulo nada virtuoso. En el plano real, fraudes, lavado de activos, armas para el narcotráfico, falsificación de documentos públicos y evasión de la justicia por la participación en secuestros y torturas durante la dictadura, son algunos de los delitos en que han participado desde comandantes en jefe hasta burócratas de carrera. La lucha sin cuartel por mantener el sistema de privilegios a través de la manipulación despiadada del aparato judicial-gubernamental-mediático. Los noticieros informan, la opinión pública acumula escándalos y ya nadie confía en el sistema, excepto aquellos que medran en él.

Una característica del género político-policial es la peregrina idea de arreglar los problemas a través del asesinato. El miedo al encierro y la pérdida de estatus se cierne sobre los personajes, que se ven arrastrados inexorablemente a cometer crímenes más y más atroces para evadir la justicia. 

En esta historia hay varias generaciones de asesinos: la madre, Pilar Egaña (Patricia Imboden) mata, también por accidente, a su amante. Augusto Shuster interpreta a Benjamín Bennet, quien elimina a su abuelo, Patricio Egaña (Héctor Noguera), responsable de varios crímenes durante la dictadura, protegido por redes de contacto eficaces para mantenerse en posición de poder. No muy distinto a la realidad de varios médicos y funcionarios que siguen libres sin enfrentar a los tribunales por su responsabilidad en crímenes y torturas, a pesar de los testimonios aportados por las víctimas.

Rodrigo Soto da vida al jefe de gabinete del candidato Beltrán, Gustavo Toro, un abogado sin escrúpulos que termina ensuciándose las manos con sangre con tal de asegurar su puesto en el próximo gobierno. Y es que los privilegios que el ciudadano de a pie no conoce se traducen en beneficios insospechados, que muchos defienden transgrediendo las normas con tal de no perderlos.

Demasiado grandes para caer

El antagonista principal en este drama es Aníbal Ramos (Jorge Zabaleta). El fiscal Ramos investiga el atropello y es quien persigue la red de corrupción alrededor del encubrimiento del accidente.

La periodista Stacy Herber y el analista económico Max Keiser acuñaron el término “demasiado grandes para caer” para referirse a los escándalos económicos protagonizados por ejecutivos de grandes bancos y entidades financieras en Estados Unidos y el mundo. Pues la verdad es que en todos los países existen estos personajes e instituciones que se resisten a acatar el mismo sistema de leyes que en público defienden.

Las similitudes propuestas en esta teleserie con el caso Larraín, por ejemplo, van desde el jeep del atropello hasta las semejanzas con los protagonistas del mismo. En la vida real Martín Larraín, Sebastián Edwards y Sofía Gaete son los involucrados; en la teleserie Camilo, Benjamín y Antonia. Y si bien, tribunales absolvió a los involucrados, la familia afectada aún no se recupera de la pérdida y la sensación de indefensión e impotencia se deja sentir en toda la sociedad. No es lo mismo chocar un Ferrari que un Lada, eso también lo sabemos. 

Sobornos, compra de chivos expiatorios, extorsión y chantaje son algunos de los mecanismos utilizados para encubrir los delitos. 

Suicidio político

Raúl Salgado (Roberto Farías) padre de los dos hermanos atropellados en esta teleserie es encontrado muerto, en un aparente suicidio que pone fin a sus intenciones de confesar sus culpas. El suicidio político, concepto utilizado para referirse a la autoinmolación de personajes públicos, adquiere una nueva dimensión con el correr de los años y el aumento de la corrupción en todo el mundo. Suicidar a dirigentes y activistas políticos se ha transformado en una macabra herramienta para frenar a quienes lideran y defienden procesos políticos y causas ambientales. La frontera entre ficción y realidad se vuelve difusa. Hoy, con los resultados de la segunda autopsia solicitada por los familiares de Macarena Valdés y que indican que su fallecimiento fue anterior a ser colgada, se deja al descubierto el horror de quienes deambulan por ahí creyendo que su trabajo es matar para buscar soluciones.

El final de Juegos de poder se anticipa apoteósico. En la pantalla chica los finales tienden a dejarnos contentos o al menos con una sensación de ajuste de cuentas. Sin embargo, estos juegos son tangibles y estamos todos en la arena cumpliendo nuestro papel. 

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