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Lecturas para acompañar las marchas por las Black Lives, parte 2

Por: Mónica Ramón Ríos Escritora, editora y académica, desde Nueva York. | Publicado: 07.07.2020
Lecturas para acompañar las marchas por las Black Lives, parte 2 © Ezequiel Zaidenwerg |
Junto a esos videos que nos azotan los ojos, aparece la lenta violencia ejercida sistemáticamente sobre los cuerpos racializados para construir el “white American dream”. La crisis de COVID-19 no ha hecho otra cosa que exponer la letalidad del modelo económico y de la cultura del capitalismo.

Las cámaras y las redes sociales han permitido la visibilización de la violencia policial sobre los cuerpos negros y ponen en evidencia que la emancipación es no solo un proceso inconcluso, sino un asunto que concierne a la sociedad entera. Frente a las muertes que coinciden con negros, latinos, y migrantes, las protestas en Estados Unidos resuenan como el derrumbamiento de un estado enraizado en jerarquías raciales, coloniales, de género y de clase. Por otra parte, y en sintonía con proyectos decoloniales, los organizadores vuelven a considerar las formas de vida de las comunidades sobrevivientes a las violencias del capitalismo como futuros posibles. En esta segunda entrega, comparto otros libros sobre la lucha negra en Estados Unidos.

La identidad es un campo de batalla

En 1903, el escritor, activista y teórico W.E.B. Du Bois publicó el libro The Souls of Black Men, central para entender cómo el racismo articula la psiquis del hombre negro. Ahí presenta la idea de que la raza es un velo que impone en el hombre negro una “doble consciencia”: frente a la existencia material y el valor de la experiencia vivida, se impone en la psiquis una mirada externa que la divide y define lo negro como una falta. En sus memorias titulada Darkwater, Du Bois describe el momento exacto de su infancia cuando “se da cuenta” del hecho de su piel y su efecto en los ojos y las palabras de los otros. La doble consciencia fue clave para la propuesta del psiquiatra y revolucionario de Martinica Frantz Fanon. En Pieles negras, máscaras blancas describió la psiquis del colonizado dividida por la mirada del colonizador, en este caso el descubrimiento de su diferencia y de lo que significa en los ojos imperiales de una niña francesa. Esa sensación de extrañeza, de estar fuera de sí mismo, es también cita en la película de Ousmane Sembene La noire de… en la que la identidad de Douiana, recién migrada desde Senegal al sur de Francia, se desdobla en una máscara africana colgada en el departamentito burgués de sus patrones blancos. 

Aquellos conceptos se transforman en una historia intelectual en el libro de Cedric Robinson Black Marxism, cuyo objetivo es dar luces sobre una “Black radical tradition” o “tradición negra radical”. A partir de un análisis desde la teoría crítica de raza, Robinson analiza las metodologías revolucionarias marxistas a la luz de las secuelas de la emancipación bajo las leyes de segregación, los posteriores movimientos de la negritude y revolucionarios del tercer mundo como Amílcar Cabral. Para esto es central la coincidencia temporal con la vida de Du Bois, y se expande sobre otros dos escritores e intelectuales fundamentales: CLR James y Richard Wright. Así propone que el mero ejercicio de la pluma por los intelectuales negros conlleva un choque entre la cultura occidental, que da la escritura, y de la posición de la cultura negra, a la que se le usurpa su uso. De ahí surge un pensamiento, una estética y una vida que es necesariamente política y revolucionaria. 

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Eliminar las violencias y aprender de la comunidad que sobrevive

En el libro de Cedric Robinson se expone claramente la relación existente entre explotación y racismo. El más reciente volumen titulado The New Jim Crow (2010), de Michelle Alexander, expone cómo actualmente el sistema carcelario actualiza las leyes de segregación. En su argumento “la guerra contra las drogas” funciona como un sistema de control social racista. Pero es desde los escritos de Huey Newton (cuyo excarcelamiento es el centro del documental Black Panthers, de Agnés Varda), Asata Shakur y Angela Davis exponen que el sistema carcelario es el centro neurálgico de la opresión de las comunidades negras. A través de los discursos y escritos de Angela Davis, podemos leer una larga historia de activismo antiprisión, donde surge el concepto de “Prison Industrial Complex”. Ese término indica el momento en que la neoliberalización del sistema carcelario se convierte en un proliferante negocio securitario. Lucra por el encarcelamiento de los hombres negros, latinos y migrantes –pues el estado paga por su mantención–, pero también por la implementación de prácticas laborales similares al esclavismo dentro de las cárceles y de una comunidad que en constante segregación social por el vínculo con prisiones y policías. La actualización de la esclavitud en códigos actuales fue la base de la novela especulativa de Octavia Butler, Kindred, que narra modelos de neoesclavización marcadas por el viaje en el tiempo. 

Hace poco escuché una charla de la activista antiprisiones Ruth Gilmore en que explicaba cómo la construcción de espacios sin segregación es la base para la práctica abolicionista perseguida no solo por ella sino también por Davis. La práctica abolicionista propone que la emancipación es un proceso en construcción constante y que se relaciona con modelos diversos de tiempo, espacio y organización comunitaria. Aquella visión está en completa sintonía con los escritos ficcionales y ensayísticos de Toni Cade Bambara. En varios de sus ensayos, cuentos y entrevistas propone situaciones en que la libertad no es un proyecto utópico de futuro, sino una decisión capaz de materializarse en el presente incluso de cara a las violencias del autoritarismo, el racismo y la precarización. Es también un ejercicio de memoria y una exploración profunda de los vínculos (y que me hace recordar las novelas de James Baldwin y Langston Hughes). Pero en la propuesta de Bambara, la libertad está en el autoconocimiento, la memoria, y en modificar nuestra percepción del tiempo para dar espacio a la sanación. Este es un tiempo que, de manera similar al de la protesta y la asamblea, se opone al tiempo productivo capitalista donde se examinan los vínculos internos y externos para proponer un existir de otra manera. 

 

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