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Crítica de danza | “Lavarropas”: La historia para niños y niñas de una lavadora que se descompone

Por: Paulette Waissbluth / Culturizarte | Publicado: 01.04.2023
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La obra Lavarropas trata acerca de esta máquina que se echa a perder y de ella van apareciendo telas y prendas de ropa de distintos colores que, de cierta forma, cobran vida. Está dirigida para niños y niñas entre uno a seis años, pero a cualquiera le puede sacar más de una sonrisa.

Cuenta con la participación de dos bailarines: Álvaro Pizarro, el personaje principal que baila con las telas y prendas de ropa que va encontrando. Y por otro lado está Ana Manríquez, quien interpreta al “mono de ropa sucia” que sale de la lavadora descompuesta.

Lo primero que llama la atención de esta obra son los colores, tanto en la escenografía como en el juego de luces que constantemente hacen dependiendo de la temática de cada secuencia.

El objeto principal es el lavarropas que se descompone, del cual salen prendas que cobran vida, pero que también es utilizado como base para subirse, saltar e incluso tirar humo (talco de bebé).

Además de usar prendas de ropa como un tutú de ballet o unas botas de agua, también aparecen telas de distintos colores que parecieran cobrar vida, pero solo es un juego visual que realiza el personaje principal.

Otro factor que capta la atención de los niños y niñas son los sonidos y la música que utilizan (algunas compuestas exclusivamente para la obra).

Desde el ruido que hace la lavadora cuando lava la ropa, hasta la música que suena cuando el personaje baila. La obra se desarrolla con música predominantemente clásica, ya que durante todo el espectáculo el ballet está muy presente en los pasos de baile, la música y la escenografía.

Si bien está enfocada para niños y niñas, es casi imposible no reírse en algún punto de la obra. La cercanía que tiene el personaje principal con el público es lo que más llama la atención, se nota que, si bien hay una estructura de fondo, muchas veces este personaje improvisa lo que hace o dice, dependiendo de cómo reacciona el público.

Cabe destacar que este personaje utiliza un lenguaje particular que pareciera ser un idioma inventado, con expresiones, risas y gesticulaciones faciales tan bien hechas que a pesar de no articular ninguna palabra, se le entiende todo. Es como ver una caricatura de televisión, pero en la vida real.

El segundo personaje que aparece es muy interesante, ya que representa la típica bola de ropa que se forma en la lavadora y que aquí cobra vida. En un principio es tímida, además, el personaje de Álvaro Pizarro tiene un calcetín que ella quiere, pero al final ambos personajes se llevan bien y hacen un divertido baile que los niños y niñas disfrutaron ver.

Se nota la destreza física de ambos personajes y su conocimiento de la danza, específicamente de ballet cuando tenían que bailar, pero también cuando Álvaro se pone las zapatillas de punta en las manos e interpreta la pieza Etudes: II. Ronds de jambe.

También se nota el trabajo en equipo con el resto de la producción a través de la coordinación de elementos como imagen y música.

Pero sin duda lo que más destaca de esta producción es la simpleza, con una escenografía muy relacionable, una historia cotidiana, que culmina con un factor sorpresa cuya ejecución hace que esta obra sea espectacular. A veces menos, es más.

*Artículo publicado en alianza con Culturizarte
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