CRÍTICA| «Satancumbia»: Una escritura rock contaminada con el rap y la cumbia

Satancumbia es una novela biopolítica que atraviesa el verso, la calle, el rap. Su lectura me fascinó. Me sorprendió que estuviera narrada bajo la forma del rap en su primera parte. Cruda y brutal, la novela tiene saltos de gran espectacularidad al surgir y escribirse en la frontera política del país, una frontera de los de arriba y los de abajo, espacio donde están sucediendo los hechos fundamentales de la historia de Chile, que vienen proyectándose desde fines de los 70 y principios de los 80, cuando comienzan diversas y pequeñas revueltas contra la dictadura y, en 1983, con la gran explosión de la protesta desde las poblaciones. 

Es una novela política y resistente porque el arte es siempre político y resistente. Es el único espacio que ha venido abriendo zonas de resistencia importantes desde los años 80, que se resitúan en la novela de Miranda a través de la puesta en escena de los graffiteros, el rayado de la calle y la transformación de la plaza a través de la escritura. La plaza de la novela es una plaza de las letras, letras que se transforman en figuras; es un arte que se extingue. Es suave, rápido, viene y se va, por la represión que lo borra, pero vuelve a constituirse, vuelve a hacerse. 

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Viví esa escena, viví la transformación de la Plaza. Plaza Italia, Plaza Baquedano, Plaza Dignidad. No se sabe cuál es el nombre. Tampoco es una plaza, pero se construye imaginaria y simbólicamente. Asimismo, esta es una novela simbólica y realista, pues cruza, al mismo tiempo, lugares y relatos históricos que se expresan en la plaza de Rodrigo Miranda y van delatando esa miserable existencia que se nos otorgó en el hecho de estar ahí, situados en Chile, en la lucha de la Primera Línea, con esta represión brutal que sufrimos. La novela está en la primera línea, en la primera línea del arte. Y se sitúa en la Isla Sur, isla de inmigrantes. Pensé que el narrador era un inmigrante haitiano y recordé al pintor Jean-Michel Basquiat y sus graffitis, la música de Lou Reed y las novelas beatnik. Pienso en la novela Yonqui, en la novela Queer, de Burroughs, esa generación brillante de Kerouac, donde la orgía sexual pasa a ser la orgía política al vivir en esa intemperie de racismo, una generación que propone y produce cambios radicales en la liberación a través de la sexualidad, de la individualidad. 

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Satancumbia es una novela performática y me remito a LasTesis y Delight Lab, una generación actual y brillante donde el arte es performance y escritura, donde todo es colectivo: el amor es colectivo, el arte es colectivo, como es retratado en la novela. 

Rodrigo Miranda construye un imaginario maravilloso desde las catacumbas de la ciudad, las catacumbas de Plaza Dignidad, desde los trenes que atraviesan los conductos, los bioductos de construcciones que son fugas y liberaciones. Es una novela vertiginosa, de una escritura automática ávida, de un narrador que está viviendo rápido y escribiendo al mismo tiempo. Este graffiti que es la novela es un relato bellísimo. No había leído una novela así que llamara la atención e irrumpiera en lo actual, la misma novela se transforma en el graffiti actual, en una escritura rock contaminada con el rap y la cumbia; es una mezcla cumbiera. La escritura neobarroca me encanta pero, a veces, la encuentro cursi y apegada a la metáfora. Satancumbia desata la metáfora y es neobarrosa como Perlongher. Yo la llamo barrioca, para mí Satancumbia es la novela barrioca.      

Satancumbia

Rodrigo Miranda 

Sangría Editora

150 páginas

$10.000