CRÍTICA| «Ferocidad» de Virginia Gutiérrez: Un manifiesto de independencia sexual

Las corporalidades en transición, la traslación geográfica de los cuerpos protagonistas y lo urbano como telón de fondo en el relato, son los territorios comunes que perfilan a Luca, Bernard y Julia/Javier como el trío inseparable. En sus encuentros y desencuentros por años a raíz de amistades desarticuladas por sucesos puntuales –el robo de un guión fílmico, que es uno de los ejes temáticos de la novela–, motivan un trabajo literario de lectura a alta velocidad que, por lo mismo, se pierde al tratar de abarcar y “cerrar” los nudos literarios presentados como interdependientes.

Vidas al límite

En Ferocidad Julia quiere ser Javier y, con ello, ocupar un espacio corporal que, en el transcurso de la novela, se nos presenta en constante tensión. Las referencias a paisajes urbanos en EE. UU. y Chile son escenificaciones para conflictos que estallan en escenas de violencia sexual, drogas, personajes que vienen y van en noches alocadas y que, cuando están en calma, denotan existencias intranquilas, incompletas, desilusionadas… feroces.

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Estas ferocidades de vidas al límite tienen una especial importancia cuando la autora se centra en los momentos en que lo trans se detalla, ya sea de la mano de Julia/Javier o en otros episodios que, oportunamente, podrían haber sido un material notable para el fluir de este trabajo narrativo en que la permanente transición de género es el material de trabajo fundamental.

Al abstraernos de una lectura política de los cuerpos en transición, y del cuerpo de Julia/Javier en particular, los lectores podrán conectar con las dificultades de los protagonistas para establecer lazos duraderos, extrapolaciones quizás de lo “líquido” que es fijar relaciones duraderas, independientemente de las identidades y sus recursos personales para tal proyecto. “El trío que armábamos se deshizo rápido: la brutalidad de la vuelta, el matrimonio de Luca, la ceguera de Bernard. Nos dejamos de hablar. Pasó lo del Mar de Dios. Yo me convertí en otro y a ese otro contactó Luca después de cambiar solamente un poco”. 

Mayor ferocidad

Como señalé anteriormente, Ferocidad articula un discurso que podría haber sido expuesto de una manera más directa y centrándose solo en ciertos aspectos narrativos que podrían haber funcionado de manera notable, porque hay páginas que, sin caer en el artificio político, funcionan como manifiesto de independencia sexual y que se replica como pretensión de diversidad artística.

“Pasó primero pensar que si soy como soy, mejor ser hombre. Pasó después pensar que no tengo certeza de lo que quiero ser, o que sí sé: alguien camaleónico, entre este sexo y el otro, algo indefinido. Pasó que si uno quiere indefinición, el gasto de las hormonas, el riesgo físico de las hormonas, su relativa irrevocabilidad, es demasiado costo social y emocional en un país donde cuesta tanto eso, donde trabajo en tantos lugares: tener que presentarme en todos esos lugares de nuevo y esperar que me acepten con otro nombre y otro cuerpo es demasiado riesgo. Caminar en la calle es demasiado riesgoso”. 

La elección por esa indefinición pudo haber sido material detonante para una novela mucho más articulada en un compromiso estético y narrativo. Las opciones y alternativas escriturales siempre serán válidas, pero haber escogido la historia de Julia/Javier nos habría permitido “transitar” por esa (no) elección. Y, claramente, hubiese logrado mayor ferocidad.

Ferocidad

Virginia Gutiérrez

Ediciones Overol, 2018.

127 páginas     

Precio de referencia: $10.000