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CRÓNICA | Llancaqueo, el librero rebelde

Por: Diego Bravo Rayo | Publicado: 05.08.2021
CRÓNICA | Llancaqueo, el librero rebelde Llancaqueo |
Una revuelta popular lejos de su tierra determinaron sus convicciones, las que lo llevaron por aventuras en las que arriesgó la vida en dictadura por amigos, compañeros y libros. Cómodo en los márgenes, por más de medio siglo Mario Llancaqueo le habló a Chile a través de sus librerías, impugnando al poder y enseñando a las nuevas generaciones. Esta es la historia de un mapuche cuyo oficio e identidad lo convirtieron en la nueva leyenda de Valparaíso.

– La lluvia; se parece a la de mi tierra

 Jueves 4 de abril de 1957, Victoria. Mario (17) se detuvo por largo rato en el quiosco de calle Urrutia para observar con atención los titulares y bajadas de los periódicos que ahondaban en la información surtida el día anterior por las radios, en la que daban cuenta de las caóticas jornadas acaecidas el martes 2 y miércoles 3 en Santiago: muertos y heridos incontables fue el saldo de la represión del gobierno en dos jornadas de protestas masivas, a raíz del fin de la fijación de precios en una serie de servicios esenciales como el transporte público, desatando la rabia social. Y la de Mario.

Como acto de solidaridad con el movimiento estudiantil de la zona central, Mario Llancaqueo Vera (22 de julio de 1938, Victoria) formó un centro de alumnos en el Liceo de hombres, una red de estudiantes de liceos de Victoria, organizó las primeras protestas y publicación de panfletos. Esta naciente actividad política conllevó a la expulsión de Mario de su centro de estudios y a las ansias por irse a vivir a Valparaíso, donde estaban ocurriendo las cosas. Mario quería, cuanto antes fuera, ir al lugar donde se iniciaban las rebeldías.

 Fuente Archivo Familiar

Fuente Archivo Familiar

Nueva era

 – Laura, ayúdame.

Con su padre Narciso molesto por su comportamiento, Mario buscó a su hermana Laura y a su esposo Raúl Huenchullán, quien era parte de una importante familia de la organización mapuche. Ambos recurrieron a unos amigos españoles anarquistas que habían escapado de la dictadura de Francisco Franco y que habían recalado en Valparaíso. Fraternidad y convicción desembocaron en la respuesta que necesitaba Mario.

 – El chaval es tan rebelde y libertario como nosotros. Que se venga, pues.

Al llegar, ingresó al Liceo Eduardo de la Barra, el más reconocido de la ciudad, para terminar los dos años “humanidades” que le restaban de enseñanza secundaria, y se inscribió a las Juventudes Comunistas, siendo el inicio de una militancia que llevó consigo hasta su última diástole.

“Para luchar contra las injusticias que sufre el pueblo”, Mario entró a estudiar Derecho, y si bien por esos años no se exigía pago de arancel, debía buscar algún ingreso con el cual mantener sus gastos básicos. Luego de hablar con el rector, aceptaron que abriera un espacio para que vendiera libros dentro de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile sede Valparaíso, ubicada en el subterráneo al constado de la cafetería. A los manuales de Derecho, Historia y Filosofía, pronto los acompañó de otras áreas de las humanidades y textos de filosofía marxista, volviendo su librería un reducto icónico de la universidad. Al cuarto año vio que los libros le ocupaban más tiempo e interés, por lo que dejó la carrera y se volcó al oficio de librero.

A inicios de la década del 60, Mario abrió su segunda librería, con catálogo más amplio y abierta a cualquier público: fue en la avenida Francia y la llamó Siqueiros, en honor al pintor  David Alfaro Siqueiros, quien junto a Diego Rivera y Juan Clemente Orozco, fue uno de los muralistas más reconocidos de la historia mexicana. Una tarde entró una mujer joven y atractiva que encontró una suave y nítida sonrisa que resaltaba en la piel canela oscura del librero. La chica buscaba los diez tomos de la Historia de la Filosofía, los cuales sí estaban en sus escaparates, pero:

 – No tengo como pagar todo.

– Págamelos de a poco, como puedas.

César Pincheira, Fuente Huella digital.

César Pincheira, Fuente Huella digital.

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Más que una oferta, esta fue una táctica para que cada cuota fuese un motivo para verla. Estudiante de Filosofía y militante de las Juventudes Comunistas como él, Margarita Espinoza aceptó el cortejo de Mario Llancaqueo para luego volverse más compañeros de lo que ya eran.

La llegada al poder de la Unidad Popular le inspiró la inauguración de otra librería: la «Nueva Era» fue abierta en la galería Condell y luego se movió una cuadra, al frente de la Municipalidad de Valparaíso. Fue un espacio de debate y reunión política al punto que sus trabajadores eran militantes de la Juventudes Comunistas. Eran los tiempos en que Mario lidiaba con el primer mito alrededor suyo, que era ser periodista debido a que oficiaba de corresponsal del periódico comunista El Siglo.

El proyecto editorial de la Unidad Popular, Quimantú, fue uno de los programas del gobierno de Allende que más entusiasmó a Mario y varios de sus títulos tenían un espacio en las vitrinas de su librería: «Mi papá sintió que el libro y el oficio de librero estaba dignificado», cuenta Marilen.

 – (…) El Presidente de la República debe proceder a la inmediata entrega de su cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile(…)

 La «Nueva Era» fue coherente al motivo de su nombre y bajó sus persianas definitivamente el 11 de septiembre de 1973, el día del golpe de Estado. Desde ese instante Mario y su compañera, Margarita, pasaban a la clandestinidad.

Fuente Sebastian Lorenzo

Foto Víctor Hugo Romo

 Clandestinos

 – A quedarse y resistir.

Respondió tantas veces como pudo Mario, resguardando el vital sigilo. La opción del exilio para Mario y Margarita estaba descartada ya que uno de los mandatos de la militancia era aguantar y no declinar (del todo). Alrededor de ocho años vivieron para que la dictadura no supiera que vivían, hasta que la vuelta a la existencia oficial fue a su manera: al frente del teatro Ictus, en pleno barrio Merced, uno de los sectores de resistencia cultural en dictadura. La librería Rucaray fue la reaparición de ambos junto a Marilen y Rayén (41), sus hijas que nacieron en esos tiempos ocultos. Rucaray quiere decir “la casa de las flores” en mapudungun.

«Era muy ilustrado, en literatura no lo pillaba nadie y menos en historia de la literatura chilena», cuenta Víctor Hugo Romo (63).  En esa época era un estudiante de fotografía, activo miembro de los Talleres Andamio, surgido en 1978 por Miguel Davagnino y Eduardo Yáñez y que reunía fundamentalmente a poetas que frecuentaban, como él, la Rucaray. Con la cesantía reciente, Mario le ofreció empleo.

 “No hay que olvidar que Mario estaba en la lucha”, remarca Víctor. Sus estantes y vitrinas habitualmente portaron algún mensaje sugerente: un libro cuyo título o temática apelara a la contingencia nacional. “Por ejemplo, colocábamos en la vitrina principal El miedo a la libertad de Erich Fromm”, recuerda el entonces empleado de la Rucaray. Sin embargo, ni él ni Mario eran impermeables al miedo: «Cada vez que abríamos o cerrábamos mirábamos para todos lados. El primer cliente que llegaba en el día siempre estaba bajo sospecha de ser un sapo de la dictadura». Como no podía ser de otra forma, la librería fue también punto de encuentro con militantes y recientes retornados del exilio, dado que Mario participó en el programa de retornados coordinado por la ACNUR.

3.-Mario y Loro, Crisis, 2015. Foto Sebastian Lorenzo

3.-Mario y Loro, Crisis, 2015. Foto Sebastian Lorenzo

Si bien vivió en estado de alerta, esta disposición coexistió con el pirateo y contrabando de libros proscritos como Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano o los Epigramas de Ernesto Cardenal, de cuyas ventas destinaban recursos para la resistencia chilena. La internación de libros implicaba viajes a Mendoza y ocupar los bolsos de la ropa de sus niñas como espacio para los textos.

En 1986 las cosas se complicaron para Mario y su familia. El atentado a Pinochet realizado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) dejó con vida al dictador y con mayor inquina a su aparato represor, recrudeciendo la persecución a los opositores al régimen. Llegaban noticias día por medio de escritores, distribuidores de libros y cercanos a la Rucaray que caían detenidos o que estaban con paradero desconocido. La familia no quería salir del país hasta que un bombazo al lado de la librería y la detención de Margarita, los dejó sin más alternativa que aceptar el refugio. La ACNUR  les ofreció como destinos Australia, Canadá, Suiza o Suecia, optando por este último debido a la consolidada presencia de compañeros militantes en esa latitud.

Durante casi cuatro años vivieron en Goteborg, al suroeste del país escandinavo, tiempo en que Mario y Margarita siguieron ayudando a reencuentros familiares en el exilio y se involucraron con el Comité Exterior Mapuche, activo fundamentalmente en Inglaterra, Holanda y Suecia. Así lo rememora Marilen: «Recuerdo varios viajes en Europa para reuniones del Comité, en el que se planificaba la ayuda a la organización madre que estaba en Chile resistiendo a la dictadura: la Ad Mapu”.

Jorge Teillier en Rucaray

Jorge Teillier en Rucaray

Crisis

1991. El primer refugio de vuelta fue en el cerro Santa Inés de Viña del Mar, en la casa de los padres de Margarita, aunque con los ojos puestos en la capital: en Santiago todavía tenían la librería Rucaray y un departamento. Los intentos por retomar parte de esa vida congelada no prosperaron: la ciudad estaba lo suficientemente ruda como para que en cuatro años se volviera inhóspita hasta serles irreconocible. Con el retorno claro, tenían que resolver con qué iban a subsistir, y de otra forma no podía ser.

El nombre de la librería, Crisis, como es de común conocimiento, fue adoptado en honor a la revista de izquierda argentina y como mensaje a los tiempos que corrían: la transición a la democracia, un proceso que Mario inmediatamente cuestionó, avizorando un porvenir gris y vacío. Debilitados los ideales colectivos y con el paroxismo del “sálvese quien pueda”, fueron años de un trance existencial. «Se habían sacado la chucha tantos años para llegar a un Estado de pasividad y resignación desolador para él», sostiene Marilen.

El otro elemento de esta impugnación de Mario fue la ubicación que eligió: Avenida Pedro Montt 2871, al frente del Congreso Nacional, en un barrio desmadejado lejos de las pretensiones del sector patrimonial. Su fachada es la misma que ha tenido en treinta años, con el letrero café descascarado pero conservando con nitidez el nombre; adentro el mobiliario de madera antigua y noble que reboza de libros contemporáneos y antiguos.

 – Llancaqueo no era un vendedor de libros; era un librero, que es distinto.

Jaime Pinos Fuentes (51) es fundador la editorial La Calabaza del Diablo y de la librería Concreto Azul en Valparaíso, así también director del Museo La Sebastiana, perteneciente a la Fundación Pablo Neruda. Mario fue el primer librero que recibió su primera obra, la cual leyó y le hizo llegar comentarios. “Fue el único lugar que siempre tuvo las puertas abiertas a proyectos jóvenes y sin perspectiva comercial. El hombre entendía que cada libro que recibía era valioso y respetaba a los escritores. No te sentías como un consumidor sino como un ‘parroquiano’ de lecturas”, señala al teléfono.

Fachada Librería Crisis

Fachada Librería Crisis

La última lluvia

Marilen aprovechaba la cercanía de su casa con la de su padre para acompañarlo y conversar sobre lo que ocurría en Chile, ella en los pies de la cama y él apoyado de sus almohadas. Desde su departamento contiguo a las plazas Simón Bolivar y Victoria, presenció con entusiasmo las revueltas y las primeras etapas del proceso constituyente en curso: «Las revueltas y el plebiscito le parecían similares a los días de la Unidad Popular. Cuando comenzó todo en octubre y noviembre de 2019, estaba feliz», cuenta Marilen, aunque lo angustiaban los incontables saqueos que sufrió parte del comercio porteño.

El pasado 23 de junio, los Llancaqueo Espinoza celebraban junto a la familia de Marilen el We Tripantu, el inicio del nuevo ciclo o año nuevo mapuche. Durante la lluvia que bañaba a Valparaíso, Mario dejaba esta dimensión con el clima que, de vez en cuando, le evocaba a sus orígenes. Velado en la sede del Partido Comunista en Valparaíso, su partida fue sentida por generaciones de porteños que entendieron el rol que tuvo en la ciudad. El último viaje de Mario tiene para Marilen una sola lectura:

 Se fue a lo mapuche y con la lluvia, a la que amaba porque le recordaba al sur, a su infancia.

 A los días en que decidió sus días.

Fachada Librería Crisis 2 BUENO letrero por Mario 2

Fachada Librería Crisis

 

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