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ADELANTO| Café del Cerro: Regresar a la fogata viviendo en la ciudad

Por: El Desconcierto | Publicado: 23.03.2022
ADELANTO| Café del Cerro: Regresar a la fogata viviendo en la ciudad Copia de Grabación de Desde |
A pocas semanas del lanzamiento del libro “Café del Cerro: miles de voces dirán que no fue en vano”, de la periodista María Eugenia Meza, presentamos un adelanto demostrando que el mítico local de los 80 nunca fue materia de olvido. El libro estará a la venta por internet (página del Café en Facebook) desde el 8 de abril, misma fecha del lanzamiento en el concierto del Caupolicán que reunirá a seis solistas, cuatro conjuntos y un comediante, representantes de la variedad de estilos que reinó en la sala del Barrio Bellavista.

Se podría decir que el primer homenaje para el Café del Cerro fue en vida. Se trató de las grabaciones para el programa Desde… con el que TVN sorprendió a la teleaudiencia sacando las cámaras a lugares emblemáticos de Santiago. Fueron anunciados doce episodios, producidos por Celery Producciones, dirigidos por Reinaldo Sepúlveda y conducidos por Bastián Bodenhofer. Dos fueron grabados en el Café: el destinado a Inti Illimani y Andrea Tessa, y el que recibió a Los Jaivas, que correspondieron a la apertura y el cierre de la serie. Los demás lugares solo aparecieron una vez. 

Esto fue un hit

Sorpresa emocionante, en cambio, fue –para quienes habían sido público habitué del Café del Cerro– la recreación del local en el capítulo 5 de la primera temporada de la ya tempranamente popular serie Los 80. En él, Claudia –la hija de la pareja protagónica– va al Café con un amigo estudiante de Medicina de la Universidad de Chile. En el tiempo de la serie era diciembre de 1982; en el de los televidentes, octubre/diciembre de 2008. En otras temporadas se repiten esas visitas.

Rodrigo Cuevas, su guionista, cuenta las razones para incorporarlo a la serie. Están relacionadas, en primer lugar, con el proceso de salida al mundo que desde la primera temporada vive Claudia Herrera, la hija de la familia protagónica.

Ella entra a estudiar Medicina a la Universidad de Chile y la niña, que era la niña del barrio, que había crecido y vivido en dictadura, en un mundo pequeño, encerrado en sí mismo, muy protegida del mundo exterior particularmente por su padre –que veía el mundo exterior como una amenaza y con toda razón– empieza a conectarse con temas políticos y sociales de la época. Y nos pareció que el Café del Cerro era un lugar icónico, donde ella podía asomarse a ese mundo más clandestino, más alternativo, de esa oposición a la dictadura que esos años 82, 83 estaba empezando a tomar forma y a agruparse, organizarse. El Café del Cerro existía como una ventana hacia ese mundo. Era uno de los pocos lugares donde uno podía conectarse con gente que era abiertamente de oposición y que, mediante su arte o la conversación se expresaba más abiertamente. Por eso nos pareció un muy buen lugar como para incorporarlo a la serie.  

Tati Pena en homenaje al Café del Cerro, Providencia

Tati Pena en homenaje al Café del Cerro, Providencia

Espacio de libertad

La decisión de incluir el Café como locación, aunque debieran recrearlo, se debió a consideraciones emocionales, a la vez que reflexivas. Cuenta Rodrigo Bazaes –profesional de cine, teatro y televisión– director de arte de la serie y también director general en las últimas dos temporadas. 

–Es evidente que el Café del Cerro creó un espacio de confluencia. Sentarse a escuchar las canciones de los artistas que representaban tus ideas eran regalos vetados años antes. La música siempre ha tenido ese poder, sobre todo en épocas donde el artista asume la tarea no solo de hallar una melodía entrañable, sino de traducir el sentimiento colectivo en palabras. Colaboró con crear cierto simbolismo de unidad contemporáneo: la nueva canción chilena debía ir hacia alguna parte; fue un mito en las provincias, para aquellos que teníamos en la música chilena y latinoamericana un espacio de libertad de conciencia. Pienso ahora que debió haber sido la forma de regresar a la fogata viviendo en la ciudad y, al mismo tiempo, asistir a la plaza pública, aunque fuera bajo techo.

Para reconstruirlo, investigaron y la gente del equipo que había estado ahí también aportó para hacerlo de la manera más precisa. Rodrigo Bazaes habla de cómo consiguieron ambientar tan certeramente el local, sin hablar con sus dueños, a quienes no tuvieron cómo encontrar:

Teníamos fotografías y testimonios de quienes asistieron. En esos documentos hallamos muchas de sus características. No pudimos construir un set y adaptamos un pequeño local en el Barrio Bellavista. La clave estaba en el mural escenográfico, que aparecía de fondo en todas las fotografías de muchos cantautores. Nuestro pintor artístico en el equipo de arte, Miguel Ibarra,  traspasó a gran formato la ilustración de este mural, que encontramos en una revista de la época; luego interpretamos algunos colores, porque no todos se podían ver en los archivos. Se pintó a mano en un gran panel dividido en dos.

Tributos en vivo y en directo

Después vinieron los homenajes municipales: Providencia (2014), durante el período de Josefa Errázuriz; y Peñalolén (2019), con Carolina Leitao como alcaldesa.

Homenaje al Café del Cerro en Peñalolén

La cabeza y el corazón detrás de ambas iniciativas pertenecen al músico Raúl Aliaga, quien fue gestor de los dos y productor general del de Providencia.

Preocupado por la falta de reconocimiento tanto a los músicos del Canto Nuevo como a los responsables de un espacio como el Café del Cerro, llevó la idea de realizar un tributo a la Casa de la Ciudadanía Montecarmelo, de la Dirección de Barrios Patrimonio y Turismo de la Municipal de Providencia, siendo aceptada entusiastamente por Patricio Olavarría, por entonces su director, y Marcela Ahumada, encargada de actividades culturales. Raúl narra cuál fue su motor:

–Siempre he estado preocupado de que, en todos los años de gobiernos de la Concertación, jamás fue valorada la historia del Café del Cerro, ícono cultural, que cobijó a todas las tendencias y fue un crisol maravilloso nunca reconocido. Llegó la democracia y el Café se fue a la cresta… como que nunca más sirvió. La televisión y la radio, los medios de comunicación, no hacían nada. Y con la idea de reflotar y ponerlo en la memoria, siempre desde lo afectivo, del querer rendirle un homenaje a Mario Navarro y a Maggie Kush, que fueron los precursores de este crisol, armé esta idea, hice la curatoría y me la compraron. Fue un éxito total. 

Los recitales tuvieron lugar entre el 10 y el 13 de septiembre de 2014.  Las 1.200 entradas sin costo se agotaran en las primeras cinco horas desde el momento en que fueron puestas a disposición del público por la municipalidad. En los días programados cantaron Eduardo Gatti, Antonio Gubbins, Hugo Moraga, Eduardo Peralta, Isabel Aldunate, Congreso, Schwenke y Nilo, Santiago del Nuevo Extremo, Cecilia Echenique y Felo. Cada sesión tuvo una asistencia de, al menos, 400 personas, similar a la de los mayores conciertos del local. 

Cinco años después, Raúl fue con la idea a la Corporación Cultural de Peñalolén. Su directora, Gladys Sandoval, también estuvo de acuerdo con la iniciativa y su espíritu.  El 6 de enero de 2019 revivió el mural –bajo la forma de enorme telón al igual que en Providencia– y fueron dispuestas mesas con velas en Chimkowe, el enorme espacio comunitario de la Corporación. Fue una larga y emotiva jornada en el que se presentaron Eduardo Gatti y su hijo Manuel, Schwenke y Nilo y Felo. 

[Te puede interesar]: De culto: Las místicas noches del Café del cerro

Cuatro años después del tributo en Providencia, la periodista Elisa Montesinos recordaba ese ciclo de conciertos, al igual que la aparición en Los 80, en su artículo De culto: Las místicas noches del Café del Cerro, publicado por el diario electrónico El Desconcierto, el 7 de septiembre del 2018. Así resumía: 

“El local era amplio y aunque la mayor parte de los artistas eran continuadores del Canto Nuevo, todas las tendencias tuvieron cabida: desde el jazz fusión de Fulano, a las payas de Eduardo Peralta, y el rock de Los Prisioneros. Tenían en común el ser contestatarios, por lo que en lo más álgido de la dictadura la CNI tenía al café entre ceja y ceja. Hubo noches de ruedas pinchadas y bombazos. En un tiempo en que los artistas eran vetados o no tenían trabajo, el café les pagaba por sus actuaciones. Cualquier noche se podía oír a Eduardo Gatti, Santiago del Nuevo Extremo, Pablo Herrera, Schwenke y Nilo y Felo, quien con su humor de trasnoche llamaba Mi El al capitán general. Eran tiempos de omisión y ese sinsentido provocaba carcajadas”. 

Portada libro Café del Cerro

Facebook: @cafedelcerro.historico 

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