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Cursilería, melodrama manipulador, comedia livianísima: El lado B de «El agente topo»

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 16.03.2021
Cursilería, melodrama manipulador, comedia livianísima: El lado B de «El agente topo» |
La película de Maite Alberdi nominada para representar a Chile en los premios Oscar es un género híbidro, extraño, que provoca risas y llanto en lo inmediato, pero que a la vez genera la incómoda sensación de ingresar a un mundo privado que tal vez debió permanecer así. La agonía de un par de ancianas en una habitación del asilo, o la demencia de otra que extrae objetos de sus vecinas y grita por la puerta que se quiere ir o tiene conversaciones imaginarias al teléfono con su madre, hacen pensar en el delgado límite entre exponer la realidad de ancianos olvidados y convertirlos en espectáculo. Más allá de los aplausos la película también cosecha críticas negativas.

Más allá de los aplausos, la maestría con que la premiada directora maneja la trama de este docuficción, el carisma de Sergio –el octogenario protagonista que se «infiltra» en un hogar de ancianos contratado por un detective privado–, quedan algunas dudas que la película no esclarece y que le ha valido cosechar también algunas críticas negativas.

«Estando, como está, poblada de viejecitos olvidados, se trata de la clase de película que puede generar en algunes espectadores babeos enternecidos», escribe Horacio Bernades en Página 12, dando cuenta de su sorpresa por la recepción del público y los premios y nominaciones. «Otro factor de asombro es que se la considere un documental liso y llano, cuando su trama corresponde a la de un filme de espías. De espías más que octogenarios, claro, porque el filme de Alberdi no pretende ser otra cosa que una comedia livianísima, con un resabio un poquitín amargo. OK, película de espías stricto sensu no es. ¿Pero documental?», se pregunta el crítico.

Facilista y sensiblero

Por su parte, en el sitio chileno cineyliteratura el escritor Aníbal Ricci califica a El agente topo de «invento mediático» y probablemente da en el clavo. Podría pensarse como producida con el solo fin de acumular premios y sortear el camino para competir por el Oscar. En opinión del escritor, el largometraje de no ficción es «facilista (por su opción narrativa) y sensiblero (por su temática)». Y de la risa de los primeros minutos se pasa al «melodrama manipulador, que es reforzado por diálogos a veces muy pedestres, y da la impresión de que estos abuelitos están muy desconectados de la realidad y hay que tratarlos e interrogarlos como si fueran unos niños».

El respecto del que han hablado las realizadoras de la película está dado porque se filmó con consentimiento del hogar de ancianos, de tutores y de los propios personajes de la película en condiciones de autorizar que se los grabara a diario durante varios meses. Sin embargo, esto no es sinónimo de tratamiento respetuoso en cuanto al desarrollo narrativo. Como plantea Ricci, «los abuelos son individualizados por sus miserias, más que por sus virtudes».

Artificio superfluo

El diario inglés The Guardian es más duro y lo define como «un artificio cursi y superfluo». Al crítico Peter Bradshaw le parece exasperante la forma en que la película «falla en sincerar su propia puesta en escena».

Varios, como Bradshaw o como yo misma, podrán sentirse engañados al salir del cine o –más comúnmente en estos tiempos– terminar de ver la película online, pues nunca se aclara cuáles son las reales intenciones del registro en el hogar de ancianos. Tampoco si Sergio Chami ha sido contratado como agente encubierto de un detective privado o por la propia producción cinematográfica para dar sentido a la grabación y servir de enlace entre uno y otro personaje.

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