Sonidos

Trompetas al cielo: Hasta siempre Cristián Cuturrufo

Por: Rodrigo Pincheira, periodista y académico de Concepcion. Fotos: Alexis Díaz Belmar | Publicado: 21.03.2021
Trompetas al cielo: Hasta siempre Cristián Cuturrufo |
La muerte de Cristián Cuturrufo impactó no sólo al ambiente musical chileno, sino que a todo el país, que vio en el artista cómo el COVID-19 está afectando cada vez más a la gente joven. A manera de homenaje publicamos el texto de uno de sus amigos, el periodista Rodrigo Pincheira, acompañado de imágenes del fotógrafo Alexis Díaz Belmar.

No es fácil ser trompetista. El que elige ese destino será peregrino y combatiente a la vez.

Lo dijo Daniel Salzano «Mis hijos serán: trompetistas o no serán nada, Les prohibo cirujanos, arquitectos, mucho menos banqueros, hombres de la bolsa, Serán trompetistas, maravillas desde chicos… Los pongo contra el cielo, les explico de Dios y de Louis Armstrong. Mis hijos serán descalzos, errabundos, detenidos, palpados de uno o más amores, les encontrarán, es claro, la trompeta».

Grabación disco «Chile Jazz», 2005 ©Alexis Díaz Belmar.

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Aquí, a esta hora triste de la noche, Chet Baker ratifica la sentencia. No es fácil ser trompetista.

Hay una estrella dentro, tres misterios y una epifanía. Con eso basta para robarle algo a la muerte y a la tristeza.

Cristian Cuturrufo, 2010 ©Alexis Díaz Belmar.

Diaguita me dijo que era cuando formaba legión y tribu en el jazz chileno a comienzos de los años 90

Era uno de los embajadores de la buena nueva. Con Pablo Vergara, Claudia Acuña, Ignacio González, Cristian Gálvez, Pancho Molina, Jorge Díaz, Rossana Saavedra, Titae Lindl, entre otros, entendió que el jazz es una posibilidad no una frontera. Un lugar de diálogo, no un dogma. Por eso lo escuchamos tocar La Bikina o Tenderly sin catecismo.

En esa actitud, abierta y libertaria, desarrolló un sonido y un ataque de adelantado solista. Pero no solo eso. Una perfomance completa: alegría, encanto y empatía tan colorida como el puerto donde nació. De Coquimbo soy, decía y quiso salvarse como pirata pero no pudo.

En estos territorios urdió amistades profundas con Marlon Romero y su clan, Nacho González y sus motutos, Pancho Molina y los Titulares, Alejandro Espinosa y sus tambores, y fue mentor de Antonio Novoa, otro prodigio de la trompeta.

Cuando muere un músico es como si se cerrara una calle, se quemara una biblioteca o no saliera más el sol. Por eso es difícil ser trompetista. 

Los lugares y la memoria guardarán para siempre el sonido de su trompeta, al lado de la risa y ese empuje de autopoiesis que siempre tuvo.

Sí, es difícil ser trompetista. Gonzalo Rojas pudo escribirlo: «lo reoigo en la improvisación del cielo, vuelan los ángeles en el latín augusto de Roma con las trompetas libérrimas, lentísimas, en un acorde ya sin tiempo, en un zumbido de arterias y de pétalos para irme en el torrente con las olas…».

Un día apareció en la música chilena un muchacho bonachón, alegre e hiperbólico. Ese fue Cristián Cuturrufo, trompetista y portento de humanidad.

Trompetas de Cuturrufo ©Alexis Díaz Belmar

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