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Cuando Caracas fue la capital del rock Parte II: Sudamerican Rockers

Por: Cristóbal González, músico y escritor | Publicado: 03.11.2021
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30 años han pasado ya desde aquel memorable festival rockero en Venezuela. Las anécdotas y los recuerdos son incontables. Desde el exitoso debut de Los Rodríguez hasta el explosivo show de Os Paralamas, que se adueñaron del público sin ser conocidos.

Recuerdo ver a la gente encantada con la fusión de ritmos brasileros y rock de Os Paralamas, y recuerdo oír a su líder, Herbert Vianna destacando la fuerza de ese encuentro y movimiento. “Para los países del primer mundo, nosotros somos las ratas, la basura del mundo, nos tienen dominados, pero los vamos a dominar”, decía un optimista Herbert, inspirado en la mística del evento.

Prejuicios hacia el rock

Pero no todo fue paz, amor y buena vibra: previamente hubo reclamos de los vecinos de El Cafetal, que tenían serios prejuicios contra el rock. Estos estaban bastante extendidos en diversos sectores de la sociedad venezolana. El grupo Sentimiento Muerto, de hecho, compuso una canción en su primer disco sobre esta misma situación llamada justamente “Prejuicios”.

Algunos de los vecinos no querían un evento de rock en su sector, una polémica que llegó incluso hasta el programa radial Rockadencia, donde sus locutores abordaron la problemática. “Hay gente interesada en sabotear esto. Propósitos inconfesables. Un espíritu de viejas histéricas se acaba de apoderar de dos tipos que andan por ahí, chillando, que no tienen idea lo que es la juventud. La coordinadora de las 16 asociaciones de vecinos de El Cafetal, Coracafe, ha tomado una actitud paranoica, histérica e irrespetuosa. Nos están diciendo a nosotros, que vamos a asistir a este espectáculo, y tanto hemos bregado por esto y tanto corazón hemos puesto en esto, que somos drogadictos y delincuentes. Somos gente decente, nos vamos a portar bien y no somos ningunos malandros, ni vamos a salir a robar y asaltar. ¿Quién es este tipo, de donde salió este fantasma a decir estas cosas? Esto es una falta de respeto. Eso es una barbaridad. Esto es simplemente, el chacunchá ideológico. Y mi pana, usted se peló”, decía desafiante el comunicador Guillermo Zambrano al aire.

cortesía: Rocknrosas Twitter/Instagram: @RockNRosas

Fito y su rivalidad con Jorge González

Tampoco faltaron los problemas internos. El primer día del festival hubo un fuerte impasse entre Fito Páez y Los Prisioneros, que al día siguiente casi llegó a los golpes, dos veces, entre Fito y la banda venezolana de ska Desorden Público, a quienes el rosarino confundió con Los Prisioneros. En mi libro Latinoamérica es grande, la ruta internacional de Los Prisioneros lo cuento en detalles.

Ocurre que el autor de ‘Giros’ y ‘Mariposa Technicolor’ arrastraba una rivalidad con Jorge González y su banda, a propósito de una situación ocurrida en Punta de Tralca, Chile, en el verano de ese mismo año, cuando el público de Los Prisioneros no recibió bien a Fito. Había un encono anterior del argentino quien esa noche vio la ocasión perfecta para ajustar cuentas con los chilenos. De este modo, Fito, a propósito de un breve retraso en el evento, usó su posición de mayor popularidad para presionar a la organización logrando su objetivo: sacar a Los Prisioneros del cartel la primera noche. 

La banda asimiló esta situación con tristeza y resignación, aunque también con rabia y se lo hicieron sentir a Páez. “La Cecilia (Aguayo) le botó un trago a Fito, todo mal. No tengo claro qué pasó, pero seguro era una pelotudez de Páez, flor de forro”, son los difusos pero interesantes recuerdos que Jorge González le compartió a la periodista y autora Johanna Watson en una entrevista para El Desconcierto, a propósito de los 30 años del disco Corazones. 

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Fue un hecho lamentable, que por suerte no impidió que Los Prisioneros tocaran finalmente el 3 de noviembre, protagonizado uno de los momentos más potentes del festival. Centrados en el disco Corazones la banda chilena dio un show lleno de emoción, esta vez sin el guitarrista Claudio Narea, pero con Cecilia Aguayo en escena, impactando al público en los teclados y coreografías. “Que yo fuera mujer fue relevante, era difícil reemplazar a Claudio por otro músico así nomás. (A Jorge y Miguel) les pareció atractiva la nueva formación con una mujer. No era un reemplazo, era una expansión. Jorge ya me conocía sobre el escenario por mi trabajo con (el colectivo) Las Cleopatras y de lo que era capaz en los teclados, sabía lo que buscaba en mí. Yo venía de la represión de la dictadura, entonces, tenía una necesidad de explorar la libertad y la expresión general. Sobre esto construía mi performance, intuitiva y espontáneamente. En las partes que no tocaba, no podía estar inmóvil o sin comunicar, seguramente venía de mi pasado como bailarina y del performático, donde uno no deja momentos off si estás en el escenario”, le dijo Cecilia a Johanna Watson en el marco de un reportaje en La Tercera, también a propósito las tres décadas de Corazones.

Además de Cecilia Aguayo, estaba el arequipeño Robert Rodríguez –de Banda 69– en el bajo; Miguel Tapia como siempre, sólido en su batería y un Jorge González certero en la voz y guitarra, consolidado ya como figura rockera regional. El público saltaba y cantaba a todo pulmón las canciones del grupo, las del disco Corazones: ‘Tren al Sur’, ‘Estrechez de Corazón’, ‘Amiga mía’, y aquellas de los primeros discos que la banda incluyó en su set como ‘El Baile de los que sobran’, ‘Sexo’ y ‘Porque no se van’.  Fue un show potente y donde Jorge aprovechó de exculparse por su ausencia de la noche anterior, mandando un recado a su colega transandino: “Fue por culpa de una diva histérica”, sentenció en relación a Páez.

Cinco días de música

Las bandas venezolanas, por su lado, también rockearon fuerte y generaron buenos lazos. Desorden Público, banda ska caraqueña, selló ahí mismo una alianza con Carlos Savalla, productor de Paralamas que los vio esa noche y que luego les produjo su exitoso tercer disco. “Fueron cinco días de música y uno de los festivales más emblemáticos de los que han sucedido en Caracas”, me comentó en una entrevista Danel Sarmiento, baterista de Desorden Público el 2016.

 

El festival fue difundido por los espacios dedicados al estilo, como los programas A Toque, conducido por la recordada Ericka Tucker, apasionada periodista musical quién reporteó por años a la escena caraqueña, llegando incluso a viajar a Nueva York con Sentimiento Muerto. También colaboraron en la difusión Sonoclips, Rockadencia, Latinoamérica la Raza Cósmica y Kultura Subterránea, con Félix Allueva. Incluso MTV difundió y cubrió el festival, con la conductora Daisy Fuentes, joven puertorriqueña que, además, presentó a algunas de las bandas en el concierto, Daisy proyectaba en él escenario una imagen latina y femenina fuerte, segura de sí misma, con una actitud potente y un incipiente empoderamiento femenino en su rol de comunicadora. 

El evento incluyó además el debut de unos desconocidos Los Rodríguez, de España, con Andrés Calamaro a la cabeza, que pronto se comerían al continente con su famoso hit ‘Sin documentos’. También se recuerda el magnético show de La Unión, banda proveniente de la movida madrileña y que marcó un momento alto con su single ‘Lobo Hombre en París’, de 1984, con un magnético showman como lo es Rafa Sánchez, cantante ibérico que en años recientes realizó un importante aporte a la causa de LGBT+, al declarar su homosexualidad y hacer pública su orientación. 

Para mayor placer animal, escúchalo a máximo volumen

Del segundo fin de semana los shows de Soda Stereo son el gran recuerdo del festival. Los argentinos estaban en el tramo final del tour de su sexto disco, la recordada “Gira Animal; Soda dio un tremendo primer show el 9 de noviembre, sonaban con una fuerza increíble. Esa noche llovió y Adrián Taverna, el sonidista histórico de la banda y de Gustavo Cerati, subió al máximo el volumen de las cajas; ambas situaciones produjeron un cortocircuito y los parlantes del evento se quemaron, dejando de estar operativos. La producción consiguió cajas de repuesto para la última jornada, aun así, fue una noche difícil, por los ajustes técnicos y por el clima.

cortesía: Rocknrosas Twitter/Instagram: @RockNRosas

La última jornada partió y terminó muy tarde, con Soda Stereo tocando al amanecer y con Cerati diciéndole al público que aguantó estoico: “Ustedes son unos héroes”. Para el trío la hora era irrelevante, estaban felices de ser parte de un momento mágico e histórico. Se produjo una comunión rockera, entre banda y público, llena de una mística irrepetible. 

Recuerdo esos días, con la gente subiendo por el cerro camino al evento; pelos largos, pelos de colores, mechones pintados; lentes llamativos, accesorios, bototos. Era la tribu rockera, alternativa, underground caraqueña, que se reunía para ser parte de un encuentro soñado, una tribu que tenía su propia visión de las cosas, su propia forma de pensar –muy crítica– y también, su propia forma de vivir. Éramos chamos (jóvenes) que no sentíamos cercanía con programas como Sábado Sensacional o con los ídolos prefabricados y vacíos que el sistema intentaba imponernos. Buscábamos contenido, algo real y propio, asistir al festival representaba todo eso.

Un Woodstock latinoamericano

En la actualidad en Facebook existe una comunidad que une a quienes asistimos al evento. Allí se publican recuerdos y memorias del festival. También existe material en YouTube; varios sitios han publicado relatos y crónicas que recuerdan la cita

“A muchos no les sonará este acontecimiento por ser de otras partes del mundo y a otros, tal vez, porque ni siquiera habían nacido. Pero en 1991 y durante cinco días el autocine de EL Cafetal, en Caracas, abrió sus puertas para que miles de personas disfrutáramos en cada una de esas jornadas de la realidad del rock iberoamericano, que estaba en una fase de consolidación. Fue uno de los grandes eventos en el continente que logró reunir a varios de esos grandes exponentes”, se lee en la nota “En la máquina musical del tiempo” del Blog Letrastereo.

En un texto del sitio Gagueando, se publicó lo siguiente: “Para todo el mundo era una maravilla tener a todas estas bandas ahí, en un mismo sitio. Que se hiciera ese festival fue algo increíble, como un sueño. Al principio, nadie lo creía del todo, hasta que realmente ocurrió”, son las palabras del músico y productor Juan Carlos Ballesta. “Entre los registros que ofrece YouTube de aquella cita, hay algunos fragmentos de las presentaciones de Los Prisioneros, La Unión, Fito Páez y Soda. Todos, y no solo en Venezuela, concuerdan en que fue un evento histórico e irrepetible. Una suerte de Woodstock latinoamericano”, se lee en el texto. “Nos calamos (aguantamos) todo, hicimos colas inmensas, nos mojamos con la lluvia, esperamos y amanecimos, pero ninguno de los problemas impidió que la gente lo disfrutara”.

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La destacada autora y editora venezolana Dakmar Hernández escribió también en su blog inspirados apuntes sobre mi libro, donde cita al evento: “Este libro es una vuelta a los escenarios como el del festival, donde podía ocurrir de todo: desde la malcriadez de un cantante que podía torcer el line up de un festival o la lluvia arruinando cualquier intento de corear esa canción tan anhelada. Al leerlo volví a mis 18, con mi camisa de cuadros grunge, mis shorts de jeans y botas. Con el pecho cansado de corear a los grandes de ese momento. Feliz de ver a Os Paralamas Do Sucesso, Los Lobos, Los Rodríguez, Soda Stéreo, Sentimiento Muerto, Fito Páez, La Unión, Desorden Público, Miguel Ríos, ¡Los Prisioneros!”, escribió Dakmar.

El periodista venezolano Michael Martínez publicó también una sentida crónica donde cuenta como, para él, el show de Los Prisioneros fue el paisaje sonoro perfecto para el encuentro con la chica que lo atraía. “Esa noche, besos y caricias se sucedieron con la vertiginosa velocidad que solo se logra en el Caribe: la ropa sobraba y todos aquellos despreocupados asistentes al concierto que también habían llegado a esa lejana parte del autocine, eran testigos ausentes de cómo la ansiedad nos consumía, de cómo el ardoroso deseo nos llenaba. De pronto, llegados desde Chile, Los Prisioneros subían al escenario para comenzar a tocar. Los Corazones Rojos aparecían por primera vez en vivo frente al público de Venezuela. No tuve más remedio que frenar (un rato) esos instintos básicos. Esos que me atraían a ti más que a nadie y que, sampleados, hacían que esa desconocida y rubia tecladista de la banda, Cecilia Aguayo, nos mostrara que ese Tren al sur podía ser muy erótico”, dijo Michael. “Con el tiempo supe que ese sería el concierto de separación de aquella banda emblema de la lucha contra la dictadura en el país austral. Pero viviendo en aquel país del norte del sur del continente, donde definitivamente, no hay inviernos ni otoños, entre el ardor del público y la vía libre que dictaban los temas del entonces dúo de Jorge González y Miguel Tapia, nuestros roces revivieron el deseo y mientras sonaba ‘Con suavidad’, fuimos acercándonos. La ropa y los tabúes sobraban. Y con esa suavidad que Jorge González auguraba en su letra, mordí tu corazón”. 

Soda Stereo a las 7 am

“El Festival de Rock Iberoamericano del año 91 fue un acontecimiento significativo. Durante las jornadas desfilaron grandes artistas. Hubo cobertura de Daisy Fuentes para MTV Internacional, programa que en esos años difundía el rock y el pop latinoamericano y que sentaría las bases para que en 1993 surgiera ya como un canal MTV Latino”, recordó el músico y productor chileno-venezolano Marcelo Toutin. 

La guía de Caracas entregó el mejor resumen de esta cita épica. “Fue el primer Woodstock en español. En la última jornada se sufrió por unas horas una lluvia tormentosa y tropical que generó un fuerte retraso en el itinerario final. Tanto fue así que Soda Stereo, salió a tocar a las 7 de la mañana. La anécdota favorita por unanimidad. Como Jimi Hendrix en Woodstock, Gustavo Cerati, al frente de Soda Stereo, cantaba la letra de ‘Cae el sol’, cambiada a ‘Sale el sol’, cuando un resplandor surgía tras la montaña e iluminaba a los fans eufóricos en el Autocine El Cafetal. Amanecía el lunes 11 de noviembre de 1991”.

Soda Stereo vivió los problemas técnicos, el retraso y el amanecer, con una actitud más positiva y colaborativa que la de su compatriota Fito Paéz. Y es que la ansiedad y el encono le ganaron a un caprichoso Fito, que al parecer aún no conocía ‘El amor después del amor’. Lo de Soda Stereo fue diferente, ellos se impregnaron de la mística que había en el Cinemóvil de El Cafetal, un espacio que en 1997 apagó su pantalla y en donde hoy hay un mall. Sin embargo, su recuerdo y el de aquellos cinco días épicos permanecen imborrables en la memoria de quienes allí estuvimos. 

El propio Gustavo Cerati recordaba siempre el evento de un modo especial: “Lo recuerdo perfectamente. Yo podía ver no solo a un montón de gente que se quedó estoicamente hasta horas absurdas, porque estamos hablando del otro día, y creo que además era lunes. Llovió, y había muchas bandas, la cosa estaba un poco desorganizada. Pero fue muy disfrutable. Recuerdo la imagen de ese show donde yo miraba a la gente yendo a trabajar. La hilera de autos que caracteriza a Caracas, el embotellamiento ese de las personas rumbo a su trabajo y pensaba, ¿qué estarán viendo? Porque a esa hora de la mañana, ver a un grupo de rock tocando como si fuera de noche. Fue Inolvidable”.

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