Voces

VOCES| Arriba de una bicicleta para llevar libros a domicilio

Por: Eduardo Farías, editor y Magíster en Edición | Publicado: 23.12.2020
VOCES| Arriba de una bicicleta para llevar libros a domicilio |
La misma necesidad e incertidumbre que veía en el resto, la apreciaba en cada vuelta de los pedales; por ello, comprendo que salir a repartir libros me posiciona en el mismo nivel del chileno e inmigrante que deben salir a vender sus productos: la misma precariedad laboral. Además, he visto la proliferación de rucos en avenidas principales de Recoleta, Independencia, Cerrillos, Pedro Aguirre Cerda. He visto las huellas de la protesta por el hambre en las marcas de las barricadas en el pavimento.

Cuando la Región Metropolitana entra en fase 2 y las entregas de libros para Librería Pedaleo vuelven a realizarse con cuarentena, me resulta imposible olvidar lo vivido en este tiempo como repartidor de libros para  una librería pequeña, que es finalmente el hogar de una familia. 

Una ciudad silente, una ciudad bulliciosa

Es historia sabida que Carlos Cardani congregó a un grupo de ciclistas cercanos a él para repartir libros en plena cuarentena: diferentes rutas, diferentes experiencias, diferentes miradas, mismas necesidades. Así, transportándome en una delgada y abollada bicicleta negra, de una velocidad, he recorrido desde los inicios de la cuarentena en Santiago las comunas de Recoleta, Conchalí, Independencia, Renca, Quinta Normal, Lo Prado, Pudahuel, Estación Central, Maipú. Actualmente, me encargo del sector sur: Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda, San Miguel, Cerrillos, La Cisterna, La Granja, El Bosque, San Ramón, La Pintana y San Bernardo. Pedaleo harto y con gusto. 

Realizar la labor de llevar libros a domicilio en un contexto amenazante como una pandemia, cuando el quedarse en casa podía salvar tu vida, conlleva preguntas sobre el por qué repartir libros en cuarentena total, por qué arriesgarse. Personalmente, me importan dos razones: primero, desobedecer la lógica del encierro, tal como lo plantea Rodrigo Hidalgo, y porque presenta la oportunidad de experimentar la ciudad desde lo silencioso, desde lo vacío. Una ciudad aparentemente deshabitada es una imagen muy poco frecuente. Pues bien, algo así pude experimentar a ratos recorriendo sus calles, sobre todo en las zonas residenciales de San Miguel, Quinta Normal y Maipú, sensación de soledad interrumpida por algún auto, sensación que para mi gusto posee tintes poéticos. Es lo que debe lograr una cuarentena; sin embargo, esta ciudad nunca paró de funcionar y no me refiero a la producción y distribución de bienes básicos.

Una ciudad dormida, una ciudad despierta

Podría afirmar que, por lo general, la cuarentena total no existe para los pobres, ni mucho menos para los mendigos. Así, en calles de Cerro Navia, Conchalí, Independencia se percibía la ausencia de clientes, más no de trabajadores informales, quienes sí o sí estuvieron y están obligados a trabajar y mendigar. La misma necesidad e incertidumbre que veía en el resto, la apreciaba en cada vuelta de los pedales. Por ello, comprendo que salir a repartir libros me posiciona en el mismo nivel del chileno e inmigrante que deben salir a vender sus productos: la misma precariedad laboral. Además, he visto la proliferación de rucos en avenidas principales de Recoleta, Independencia, Cerrillos, Pedro Aguirre Cerda. He visto las huellas de la protesta por el hambre en las marcas de las barricadas en el pavimento; algunas abarcan la calle completa, verdaderas minas que hay que saber sortear arriba de la bici, huellas de protestas territoriales, de las que solo como extranjero puedo percibir sus huellas.  

Sin entrar en la discusión de si el libro es un bien de primera necesidad o no, pedalear para llevar libros en cuarentena total es un compromiso con el objeto más allá de la racionalidad, acción que fácilmente puede ser reducida solo a su compra/venta y está bien, hay un pago por el trabajo y el trabajo no abunda en cuarentena. Sin embargo, para mí, y como segunda razón, mover las piernas arriba de una bicicleta para llevar libros a domicilio es el mismo compromiso con el derecho a la lectura –parte de nuestros derechos culturales–, que decido cuando voy a la escuela a entregar la lectura complementaria para los y las estudiantes. El bienestar es también cultural y en tiempos de pandemia y cuarentena total aquel no se reduce a internet, Netflix y TV cable. 

[Te puede interesar]: Menos balines y lacrimógenas, más libros para el pueblo: Lo triste de ser lector pobre en Chile

La decisión de Cardani de convocarme como canillita ha sido y es un momento quizá único para un compromiso necesario en pos del derecho a la lectura, en una historia única, triste, desoladora, desigual. Pero repartir libros a domicilio en un contexto adverso como es lo es una pandemia y una cuarentena total no implica ningún acto de heroísmo ni de valentía más allá del de pedalear en una ciudad acostumbrada a matar ciclistas, a manos de personas que creen que su privilegio, o deuda económica, de tener un auto les da derecho a utilizarlo como un coche de fórmula 1 o como un arma. Desde arriba de la bicicleta se aprecia cómo esta ciudad no está construida ética ni ecológicamente, solo obedece a grandes negocios, uno de ellos es el auto. ¡Cómprate el auto, Perico! Decía el comercial. Mal hecho, Perico, mal hecho.  

Desde mi perspectiva, no hay mito romántico, ni nada por el estilo en la experiencia de Pedaleo; yo veo la decisión de un librero de seguir pagando el arriendo, de seguir parando la olla y pagando las cuentas, vendiendo libros, como quien se sube al metro a vender sus productos. No hay nada menos romántico que la necesidad y el miedo a la pobreza extrema en un contexto tan adverso como lo ha sido esta pandemia, inclúyase al gobierno de los peores y sus decisiones, realidad que golpea a todos. El relato en torno a la Librería Pedaleo es solo uno más.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.