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VOCES| Jocelyn Barrera: El gobierno y su manipulación la convirtieron en una guerrera

Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 21.02.2021
VOCES| Jocelyn Barrera: El gobierno y su manipulación la convirtieron en una guerrera |
El Estado le enseña cómo es posible culpar a Mauricio con el solo testimonio de los mismos que lo apresaron y sus versiones contradictorias. Un año, dos meses y diecinueve días. Todo ese tiempo Jocelyn peleó, tocó puertas, pasó penurias con sus hijas. Ya no es la misma. Nos dice fuerte y claro: “el Estado nos hizo mierda”. 

Jocelyn Barrera es madre de cuatro hijas y esposa de Mauricio Cheuque hace diecinueve años. Hasta el 14 de noviembre de 2019, vivía imbuida en los quehaceres cotidianos, dejaba que el mundo pasara fuera de ella, sin detenerse mucho en su acontecer. Sabía lo que sucedía a su alrededor, pero mantenía la distancia al estar ocupada con los suyos. Su marido era un hombre de trabajo y juntos se esmeraban en darle a sus hijas el mejor pasar posible. Ahorraban para darles un gustito, ese celular que una de ellas quería, unos días de vacaciones tal vez.

Ese lunes Mauricio salió del trabajo más temprano y pasó a tomarse una cerveza con los amigos. Después llegó a la población La Victoria, a la casa de sus viejos. Al poco rato su cuñado nervioso, le advierte que hay barricadas y los carabineros “van a salir a cazar”. Son los días posteriores al 18 de octubre y las calles arden en protestas, humo y fuego. 

Hay que correr

Mauricio no sigue a ningún grupo. Poco y nada tiene que ver con los gritos y carreras del resto, corre a guarecerse, pero no alcanza a llegar. Uno de los furgones de Carabineros lo ve y lo atropella contra un muro. En seguida se bajan, le pegan patadas y combos, herido lo suben al furgón. Se lo llevan a la comisaría.

Las horas pasan, Jocelyn lo espera sin imaginar nada, no tiene por qué asustarse. Las personas que no se meten en política, pueden mirar por la tele lo que sucede, están inmunes a ser parte de las imágenes, piensa ella. La llamada de una amiga la lleva bruscamente a otro mundo, al que entrará sin sospechar lo que viene.

Un mundo de golpes y amenazas, de desprecio y burla, donde el origen indígena del apellido Cheuque, resulta perfecto para dibujar en el imaginario de los espectadores/as al potencial delincuente, al terrorista resentido. Aquel cuyo destino ya fue escrito en el retén porque necesitan tener inculpados, y mostrar su eficiencia en esto de la caza.

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Pero Jocelyn no sabe de esto. Ella cree que el malentendido se va aclarar. Será cuestión de horas, a lo más una noche y listo, el Mauricio de vuelta a casa y pasó el susto.

Su marido fue acusado de lanzamiento de molotov, porte ilegal de armas y pueden aplicarle la Ley de Seguridad del Estado por la prueba de hidrocarburos. Son entre 15 y 20 años señora, olvídese que va a volver.  ¿Qué son esos nombres? Nunca los había escuchado, no los entiende, pertenecen a otro universo, alejado de sus costumbres y de su hogar. Pero si el Mauro es un hombre bueno, no hizo lo que ustedes dicen. 

Se llama montaje, Jocelyn 

Más tarde lo comprenderá y desesperada saldrá a buscar ayuda, al vecindario, a su comunidad, a la coordinadora 18 de octubre. 

Aprende rápido Jocelyn. El Estado le enseña cómo es posible culpar a Mauricio con el solo testimonio de los mismos que lo apresaron y sus versiones contradictorias. Impotente escuchará que la prueba de la bomba se esfumó, desapareció sin dejar rastro. Falló la cautela policíaca, para conveniencia del retén, del ministerio del Interior y de la cadena de corrupción. 

Un año, dos meses y diecinueve días más tarde, su marido es dejado libre, por falta de pruebas. Todo ese tiempo Jocelyn peleó, tocó puertas, pasó penurias con sus hijas. Ya no es la misma. Nos dice fuerte y claro: “el Estado nos hizo mierda”. 

La familia Cheuque Barrera cambió. Él vivirá con el secreto de lo sufrido y ella incrédula de un gobierno que los usó y maltrató por el hecho de ser humildes. La despidieron de su trabajo, sus hijas cayeron en un pozo profundo de miedo y necesidades. De la seguridad de su casa, pasó a ser una sobreviviente.

Ahora no se detendrá hasta conseguir que los cerca de cien chiquillos de la revuelta de octubre, que llevan más de un año en prisión preventiva, sean liberados. Cuenta de una mamá que en el pasado invierno, dormía sin arroparse, para sentir frío y vivir lo que su hijo preso estaba sintiendo en la cárcel. 

Nos lo dice aguantando la angustia y con la certeza que no faltará cada viernes a la plaza, a gritar por los otros y las otras que permanecen encerrados. Porque su conciencia la obliga, ya no hay vuelta atrás. Fueron muchas noches de lágrimas contenidas y meses de desesperación.

La mirada de Jocelyn arrastra tristeza. Contiene la rabia de quien ha conocido una justicia parcial, que sacrifica a los pobres y libera con rapidez a los que pagan. El gobierno y su manipulación de los presos políticos, la convirtieron en una guerrera.

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