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VOCES | Un saltito para el frente, un pasito para atrás

Por: Mary Rogers G., escritora | Publicado: 30.03.2021
VOCES | Un saltito para el frente, un pasito para atrás |
La milicia cuida un pedestal vacío. En otros sectores se escuchan los gritos de niños violentados, mujeres asaltadas, jóvenes y ancianos perdiendo sangre por alguna estocada rápida. Un celular más, una vida menos. No hay resguardo, estamos solos.

Una profesora se queja de agotamiento con su tribu. La amiga del año filtra el audio.

Despiden a la “Miss”. ¡Intenten hacer clases presenciales y en línea al mismo tiempo!

Al otro lado de la ciudad, los niños suben al cerro para conseguir señal y seguir la clase. No hay ayuda para ellos.

La ley del más fuerte ha vuelto a imperar

La nación se acerca a la cuarentena total, pero se dan permisos para realizar cultos religiosos a los mismos que antes tuvieron libertad para viajar a sus segundas o terceras viviendas a contagiar a sus vecinos. La mente juega y yo canto: un saltito para el frente, un pasito para atrás.

Pero no estamos solos. No. Somos el país que ha controlado mejor la pandemia. Tenemos millones de vacunas (…ser feliz no está de más, ilari lari lari e, oh oh oh ) aunque aún no llegamos a todos los sectores. Hay prioridades, claro, como los dueños y personal de las radios. Si el o la locutora no está in situ ¿cómo se cobra a los auspiciadores? Que los demás esperen.

En tanto, muchos chilenos y chilenas tienen el gen del negacionismo. Pobres. No pueden permanecer en casa, se volverían locos. Carretean, se toman selfies, libres y felices.  En poco menos de dos semanas, la alegría se convierte en llanto. Sin despedidas, solo culpa.

¿Saldremos de este huracán que arrasa con el planeta?

Si no miramos al resto de Latinoamérica, podremos mantener la esperanza por un rato más. Si no miramos a Brasil con sus 303 mil muertos, podremos pensar positivo. Si no miramos a Venezuela con su represión y sus carencias, podremos dormir tranquilos.

¿Cómo se entiende que Bolsonaro recién ahora, después de contabilizar más de 3200 fallecidos por día, decida “creer” y anuncie comité para manejar la crisis?

¿Cómo es posible que un estudiante que debiera estar libre desde el 2017, porque es inocente, siga prisionero? Tuvo que presentar su examen de grado desde la cárcel, porque la Fiscalía no ha dado la orden de sacarlo? ¿Cómo es posible que las familias, que no tienen libertad de expresión en ese país, comida para sus hijos, medicina o toallas higiénicas, deban arrendar respiradores porque no hay camas disponibles en los hospitales? Venezuela otra vez.

¿Qué nos pasa?

Se supone que el encierro, las muertes y todo lo que hemos vivido desde el año anterior, nos harían reflexionar. Nada. Hacia donde mires se juega al sálvese quien pueda. 

Ya aprendimos a hacer pan, a permanecer en la mesa, a tener largas conversaciones en medio del teletrabajo. Hemos disfrutado del tiempo que tanto añorábamos y ahora nos toca sacar conclusiones para no arrepentirnos el día de mañana.

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Hay palabras que significan tanto y que cada día se utilizan menos: empatía, sensibilidad, acercamiento, revisión, mirar al otro. Sería bueno aprehender el significado. No es necesario profesar una religión para pensar en los vecinos, colaboradores y ciudadanos; para respetar la formación y la esencia de los demás.  Solo se requiere lo primero: empatía, ponerse en el lugar del otro. Y no es fácil.

Hay que tomarse un tiempo para entender algo tan repetido en las bocas del Gobierno, pero no por ello menos válido: solo podremos salir juntos de la pandemia. De otra forma seguiremos cantando: un saltito para el frente, un pasito para atrás. 

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