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VOCES| Votar o no votar: Ya no somos un pueblo que no sabe lo que sucede

Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 10.05.2021
VOCES| Votar o no votar: Ya no somos un pueblo que no sabe lo que sucede Pía Gonzáles Suau: Votar o no votar | Agencia Uno.
El camino se pone difícil cuando ese sentimiento, ese clamor ha de concretarse en personas de carne y hueso, y más aún, si parte de esos rostros nos regresan de inmediato a un pasado y presente espeso e inerte, donde nada cambia y sin importar lo sufrido y lo gritado, pareciera que da lo mismo. Son candidatos/as que le hablan a un país que no tuvo revuelta, que no está bajo un gobierno a punto de quebrarse, que harán lo que sea para no quedar fuera del carro de la victoria.

Conversando con un joven amigo, llegamos al tema de la próxima votación:

–Yo no votaré– me dijo

-¿Pero lo hiciste la última vez?

-Sí– me respondió

-¿Y por qué no ahora?

Me quedé pensando en su respuesta. Él es una persona que nunca había votado, rechazaba cualquier elección porque no creía en ellas. Como tantos y tantas, elegir el mal menor o siquiera otorgarle la posibilidad de la duda a un candidato, era un acto inútil, un gesto perdido.

Sin embargo, cuando se trató del Apruebo/Rechazo, no dudó en hacerlo e incluso participó de la alegría del resultado

¿Qué fue tan distinto?

Tal vez que se trató de un acto sin rostros. Se votó por una idea amplia de aceptar las cosas como han estado todos estos años o decir basta, no más, no es lo que queremos. Y resultó, el efecto fue contundente.

El camino se pone difícil cuando ese sentimiento, ese clamor ha de concretarse en personas de carne y hueso, y más aún, si parte de esos rostros nos regresan de inmediato a un pasado y presente espeso e inerte, donde nada cambia y sin importar lo sufrido y lo gritado, pareciera que da lo mismo. Son candidatos/as que le hablan a un país que no tuvo revuelta, que no está bajo un gobierno a punto de quebrarse, que harán lo que sea para no quedar fuera del carro de la victoria.

A pesar de los aparecidos/as de siempre, de los que se dan vueltas olímpicas para no dejar de estar en esa arena política que tanto rechazo nos produce. A pesar también de las personas que ven la oportunidad de un sueldo y aprovechan sus caras famosas  buscando sacar un provecho económico. Podemos fijar entonces la mirada en los hasta ahora invisibles.

Se trata de entregar esta tarea a ese grupo que lleva muchos años en un trabajo silencioso y de hormiga por su comunidad. Trabajando en construir redes, en la búsqueda de la unión para ser escuchadas/os. No son personas que de la noche a la mañana encontraron su vocación de servicio en la inequidad de los territorios. Hace tiempo vienen realizando una labor de intercambio y conocimiento, armando poco a poco el tejido social desmembrado. En asambleas vecinales, después de sus trabajos, con poco público y mucha esperanza. Trabajando casi siempre con recursos propios y que han ido urdiendo una trama que ahora tiene la oportunidad de volverse voz como convencionales constituyentes.

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No ha pasado mucho y ha sucedido todo. Al menos lo más importante. Ya no somos un pueblo que no sabe lo que sucede y solo vive limitaciones. Porque discutimos nuestra realidad y la confrontamos día en día con sucesos que nos revelan corrupción y oportunismo, es que podemos reconocer las palabras vanas, oblicuas, esos discursos ya escuchados antes, esas caras que nos sonríen como cada vez que hay elecciones. Ahora podemos compararlas, tenemos la información y sobre todo las tremendas experiencias vividas estos dos últimos años.

Pero hay que buscarlas/os. Aprendimos a distinguir, hagamos uso de aquello.

Alto ha sido el costo en vidas y derechos pisoteados, no es momento de indiferencia

Ni siquiera es solo por la idea de lograr cambios importantes, es ante todo, por esos ojos cegados, por los cuerpos violados, por los  jóvenes prisioneros en huelga de hambre, por esa joven profesora herida.

Tarde o temprano debemos ponerle rostros a la idea de una sociedad distinta. Está en nosotros/as no olvidar, recordar cada discurso que nos vendieron con mala fe, con el objetivo de perpetuar privilegios, con la mentira en la punta de la lengua.

Romper un esquema de desigualdad instalado por siglos ha de modificarse de a poco y de muchas maneras.

Una de ellas es ir a votar, le insistí a mi joven amigo.

No sé su respuesta, la conoceremos el 16 de mayo.

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