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VOCES| La voz de lady Valladares, la bendita funcionaria, zanjó el desorden

Por: Pía González Suau, escritora | Publicado: 08.07.2021
VOCES| La voz de lady Valladares, la bendita funcionaria, zanjó el desorden |
Desde el momento en que lady funcionaria suspendió la inauguración, entregó el mensaje que mientras hubiese represión, no tenía sentido continuar porque esta fiesta era por y para la gente, los de afuera y los de adentro no serían, una vez más, separados. O paran de gasear y se vuelven a guardar o hasta aquí llegamos. Quién sabe en palacio como se lo tomaron o las llamadas o los diretes que se dijeron, pero la ceremonia se reinició y llegó la votación para elegir la mesa directiva.

Desde mi doble confinamiento veo pasar los sucesos por la pantalla del televisor, escuchando los medios independientes y si el ánimo lo permite, los chismes y peleas de las redes sociales.

Atenta a la inauguración de la Convención Constitucional, a la fiesta que comenzó con cantos y bailes gritando a todo pulmón las consignas dormidas por el COVID. La emoción en los rostros se contagiaba al otro lado de la pantalla, recordando esos días de caras despejadas y mucha pasión en las calles.

“Y vamos subiendo la cuesta, que arriba mi calle se vistió de fiesta”, como dice la canción de Serrat. «El prohombre y el villano bailan y se dan la mano, sin importarles la facha», continúa la letra (quién es quién, se lo dejo a cada uno/a).

El punto cero de la convocatoria, ese estropeado ex Congreso de antaño, resucitaba rodeado en sus cuadras aledañas por desfiles, homenajes y los gritos tenaces y porfiados de los familiares de presos políticos, que una vez más, hacían presencia en las calles pero esta vez con amplia cobertura de unos medios hasta ahora esquivos. Lienzos con rostros de jóvenes que llevan esperando, a ver si ahora sí los llaman a juicio para probarles tanta fechoría intangible.

En la reunión ya están sentados los y las constituyentes. Así nomás, al azar, sin nombres en los puestos ni reservas. Igual se destaca un grupito aparte, como en el primer día en un colegio nuevo, mirando desconfiados/as al resto.

Todo Chile espera. ¿Cómo lo harán los y las constituyentes?, ¿levantaran la mano para hablar? Hay un poco de nerviosismo, no sabemos si parecerá un consejo de curso o una reunión de apoderados/as. 

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Y cuando parecía que nadie partía la ceremonia, aparece una señora, que nos presenta sus credenciales de funcionaria pública. Con voz pausada, comienza a inaugurar el acto. Sus palabras suenan seguras. Los primeros acordes de un grupo de cuerdas avisan el comienzo del himno nacional. 

Todo parece en su sitio, pero ¡alto! se acerca a la señora funcionaria otra mujer, muy exaltada. La increpa, le exige que detenga el acto, que se callen las cuerdas, que afuera están agrediendo a los familiares, que las calles pasaron de vestirse de fiesta a llenarse de gases y agua con químicos. Se armó, pensé como espectadora. Pero no, la señora funcionaria no se alteró, incluso le pidió a la mujer se explicara con calma porque ella quería entender. 

Mientras tanto, el himno nacional se interrumpió, las cuerdas se fueron para la casa y las pifias iban y venían. La voz de lady Valladares, la bendita funcionaria, zanjó el desorden: se suspende la inauguración hasta saber que está pasando…. porque no es posible celebrar aquí mientras afuera están reprimiendo. Así nomás, al hueso con las palabras, sin mediar frases ambiguas ni balbuceos.

Las espectadoras/es ya sabíamos lo que pasaba. En pantalla dividida veíamos el carro lanzaaguas en acción, a las fuerzas especiales haciendo de las suyas y la gente arrancando o persiguiendo carabineros que huían asustados. ¡Se pudrió todo, como diría un argentino!

Pero no fue así, porque se invirtió el mandato. Desde el momento en que lady funcionaria suspendió la inauguración, entregó el mensaje que mientras hubiese represión, no tenía sentido continuar porque esta fiesta era por y para la gente, los de afuera y los de adentro no serían, una vez más, separados.

O paran de gasear y se vuelven a guardar o hasta aquí llegamos. Quién sabe en palacio como se lo tomaron o las llamadas o los diretes que se dijeron, pero la ceremonia se reinició y llegó la votación para elegir la mesa directiva.

Ahí estaba Elisa Loncón

Menudita, entre ramas de canelo, caminó al frente, ya elegida presidenta, del brazo de su machi. Tomó el micrófono y de ahí en adelante, se desataron una cantidad de primeras veces, de momentos únicos y palabras precisas. Elisa habló desde la doble dificultad de ser mujer y mapuche, habló desde la emoción y la razón, desde certezas tan obvias que nos parece increíble haber tenido que esperar cientos de años para escucharlas y asentirlas. ¿Empezó la revolución?

Al otro día, aterrizaríamos en una jornada de los tres chiflados. Los monitores, escritorios y mobiliario que nos habían mostrado la semana anterior, como ejemplo de eficiencia y preocupación por el trabajo de los constituyentes, estaban puestos como escenografía. Algo así como las naranjas del patio de la Moneda. Nada funcionaba, no había ni papel higiénico en los baños y el alcohol gel había que salir a comprarlo a la vendedora de la cuneta antes que la corretearan los pacos.

Por suerte algunas constituyentes llevaron cocaví que se comieron en los jardines, al estilo patio universitario. El escándalo explotó y alguna del grupito aparte dijo que la presidenta recién electa era responsable, que ya llevaba casi 24 horas en su cargo, tiempo suficiente para tener todo listo ¡Hasta mi nana hace la casa en menos que eso! Pero sus dichos no fueron recogidos por los y las periodistas, que la dejaron hablando sola.

¿Quién fue el responsable de esta inoperancia? Era la pregunta que circulaba por palacio, por el añoso  congreso y el de Valparaíso también. ¡Yo no fui! Respondían parlamentarios, los del grupito aparte defendían a su gobierno invisible y otros querían colgar cabezas en la plaza. Cierto es que con un par de productoras habituadas al trabajo en terreno, el evento hubiese estado listo. Hasta con flores en los jarrones y monitores conectados. Pero al parecer no tenían los datos adecuados los del segundo piso de palacio, o les pasaron los números equivocados y por más ceros que agregaron a los sueldos, el bochorno fue inevitable.

¿Qué hizo la mesa directiva recién electa? Comprometieron al rector de la Universidad de Chile para usar su infraestructura milenaria. Le solicitaron al ministro de Salud un plan rápido sanitario, ya que los PCR y medidas preventivas brillaban por su ausencia. Se sumaron otros gremios y mucho más. Comenzó a fluir lo estancado. Todo en menos de 24 horas y sin ruido ni alarde.

 

 

 

 

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