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VOCES| El arte y la cultura: Anticuerpos contra el mercado de la globalización

Por: Ramón Griffero, Premio Nacional de Artes 2019 y candidato a diputado por Revolución Democrática en el Distrito 10. | Publicado: 10.11.2021
VOCES| El arte y la cultura: Anticuerpos contra el mercado de la globalización |
La fragilidad de la actual situación cultural se origina en el modelo neoliberal que instauró el proyecto de ‘modernización del Estado’, que en su esencia reduce su rol. A partir de esta política, se privatizó entre otros y otras, el agua y la cultura.

Nos situamos en un punto de quiebre. Un nuevo espíritu de época inicia su senda y el precedente reniega de su existencia. El estallido no es percibido como una gran rebelión cultural, donde las verdades de un modelo se derrumbaron y las demandas de otros valores y formas de relacionarnos se plasmaron; no fue un acto espontáneo, sino un proceso en los cambios de percepción de una tribu, actuando con la certeza de ya era el instante que sus anhelos postergados comenzaran a existir.

Es revelador que en el estallido las demandas se manifestaran a través de los lenguajes artísticos y de nuestra memoria cultural. El escenario eran nuestras calles y plazas, donde la música con sus instrumentos de bronce, guitarras, tambores; las canciones de una misma memoria; la literatura en los muros; la danza con sus coreografías; el teatro y las proyecciones digitales; unidas en torno al tótem del matapacos, mientras cientos golpeaban piedras sobre muros metálicos; crearon sinfonías.

Lo anterior manifestó lo mas atávico de la especie: su cultura, que construyó civilizaciones, identidades y la noción de humanidad. Un atavismo que establece la existencia de un saber, que se nutre y se elabora desde nuestras emociones, pensares y deseos sociales, edificando la memoria de un existir. Entonces, cuando señalamos el deber del Estado de resguardar el  espíritu de sus naciones, no es una metáfora poética, es la esencia de la otra dimensión de la realidad. La fragilidad de la actual situación cultural se origina en el modelo neoliberal que instauró el proyecto de ‘modernización del Estado’, que en su esencia reduce su rol. A partir de esta política, se privatizó entre otros y otras, el agua y la cultura.

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Bajo esta ‘modernización’, la acción cultural se considera como un emprendimiento, una pyme sujeta a las leyes del mercado. El público se cataloga como ‘consumidor cultural’ y el creador como un ‘gestor’ de su talento. Se aplica el concepto de industrias creativas, lo que implica generar plusvalía. Esta privatización se expandió a todas las áreas: el libro, la música, el audiovisual, el folclor, la danza, en festivales y ferias, y de ahí a la creación social, manifestada en la ausencia de centros  públicos de creación y producción cultural en el país (con elencos de orquesta, danza, teatro etc.) 

El  modelo del Estado ‘modernizador’ en su acción privatizadora se desligó así de sus deberes fundacionales, instaurando una orfandad, debilitando nuestra soberanía cultural, constituida por todas las culturas y subculturas de nuestro territorio, la memoria de su ayer y su devenir, origen de  las identidades de un corpus social. Sin considerar que el arte y la cultura son los  anticuerpos contra las culturas de mercado de la globalización, que en su poder quebrantan, minimizan y trastocan  nuestras identidades. 

Lo privado es efímero, se relaciona con el presente y es dependiente de los ingresos que su acción genera, cambiando de rubro según las circunstancias. Así, la inversión cultural pública, subsidiaria, se desvanece en su propósito. 

La cultura nace del alma no del lucro, y cómo se construya hoy será determinante en la cultura del mañana. Es fundamental que en la próxima constitución se inscriba que es un deber del Estado, en el ejercicio de lo público, resguardar y fortalecer los derechos culturales, ya que provienen de la humanidad. En pos de este resguardo es necesario consolidar en la carta magna el concepto de ‘soberanía cultural’, en un  equivalente al de la soberanía territorial.  

A su vez, solo se puede desarrollar una acción pública transformando el concepto de Estado subsidiario, por uno emprendedor, entendiendo que en el afán de lo privado no están la memoria, el patrimonio ni las dimensiones de lo inmaterial.

Desde otra perspectiva la labor de los constituyentes en la redacción de una nueva constitución, surge como la primera instancia donde se plasmará este emergente espíritu de época, y es en la continuidad de este accionar donde se inscribe lo histórico de las próximas elecciones, que señalaran el devenir de nuestra construcción social.

 

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