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VOCES| Combatiendo las desigualdades estructurales en la situación del libro y la lectura

Por: Eduardo Farías, editor y Magíster en Edición | Publicado: 10.03.2021
VOCES| Combatiendo las desigualdades estructurales en la situación del libro y la lectura |
Un sistema nacional de librerías revertiría profundamente la desigualdad estructural en Chile, ya que, como sabemos, si el libro en diversos territorios no es negocio, finalmente los perjudicados no son los emprendedores, los comerciantes del libro, sino que es la población

Comunas sin libros

Hoy se está construyendo la nueva política nacional del libro y la lectura, política administrativa para el fomento y la consolidación del capitalismo en el ámbito de los libros. Como ya dije en la columna anterior, es un momento crucial para afectar las desigualdades estructurales o mantener la lógica mercantil que tanto le conviene al capital y a la visión económica del gobierno policial de S. Piñera. Yo apuesto por la definición del rol del libro y de la lectura en la construcción de la sociedad combatiendo las desigualdades estructurales en la situación del libro y la lectura en el territorio nacional. En una columna anterior hablé de las ferias del libro; en esta ocasión, quisiera hablar de las librerías.

Hoy la pandemia ha agravado la situación socioeconómica de muchas librerías, no solo independientes, sino que también las vinculadas a las grandes cadenas. Recordemos que para el gobierno el libro no es un artículo esencial. Sin embargo, la situación hace mucho tiempo no es favorable para los y las lectoras: existe una concentración territorial de librerías, definida por el poder de compra de la población. Así, hay comunas que no cuentan con una librería, mientras que en otras existe una abundancia de ellas.

El libre mercado no funciona en el área del libro

Habría que agregar que la ayuda del Fondo del Libro a la apertura de librerías es insuficiente; muchas de ellas cierran luego de un tiempo de funcionamiento. En este panorama ha sido interesante la apuesta de Daniel Jadue al crear una librería popular: la conocida Recoletras; modelo que no se ha replicado en el resto de las comunas. El libre mercado no funciona en el área del libro, o funciona deficientemente, lo que mantiene un statu quo que privilegia el acceso a la lectura y la creación de bibliotecas personales de una pequeña parte de la población.

Constatando la triste realidad, el negocio del libro y de las librerías es difícil con una población precarizada económicamente, donde abunda un desierto crónico de no lectores. Así, es tiempo de probar un sistema nacional de librerías, tomando como modelo de gestión la librería de Recoleta. Es una necesidad estructural que todas las capitales regionales, en un primer momento, cuenten con una librería comunal por medio de inversión directa del Plan nacional del libro y de la lectura. Un sistema nacional de librerías tendría fortalezas y oportunidades, las que me permito detallar a continuación.

Librerías financiadas por el Estado

Primero, un sistema nacional de librerías financiado directamente por el Plan nacional del libro y de la lectura permitiría que las librerías no estuvieran directamente determinadas por la compra y venta. Es evidente que una librería sobrevive gracias a los libros que se van, no a los que se quedan, dice Gabriel Zaid, en Los demasiados libros. Por ello, las librerías prefieren los libros de alta rotación, es decir, libros que se venden rápidamente. Una librería financiada estatalmente, debido a una política pública nacional, permitiría que la ansiedad de la venta sea un factor secundario, dando la posibilidad de exhibición de libros de baja rotación, ya que el costo de arriendo y de sueldos no sería un costo directo que tendría que asumir la librería, sino la política nacional.

Segundo, un sistema nacional de librerías permitiría introducir la producción editorial nacional e internacional en territorios que se ven imposibilitados de acceder a la compra de un libro.

No se puede pretender que la población lea, si no tiene acceso al objeto libro

De hecho, si la librería estuviese financiada por una política pública nacional, el precio de venta de un libro podría bajar al menos en un 40%, porcentaje de descuento que piden las librerías a las editoriales por la venta de los libros. Es posible incluso que ese 40% se divida en partes iguales para el autor y para la editorial, lo que llevaría el 10% de derecho de autor a un 30%. Es importante no confundir este 40% con el IVA; de hecho, el IVA sería el impuesto usado de manera directa por el sistema nacional de librerías para sostener económicamente el proyecto en sí.

Tercero, un sistema nacional de librerías podría ser estructurado no solo bajo el concepto de un espacio para la venta y compra de libros, sino que también como un lugar de encuentro cultural, dotado de un equipo enfocado en el desarrollo sociocultural del territorio. Una librería alberga no solo libros, sino también presentaciones, lanzamientos, conversatorios; acciones que se realizan en muchas librerías para atraer público lector. Así, un sistema nacional de librerías permitiría descentralizar la escena literaria nacional, ya que es difícil económicamente hablando que una editorial santiaguina lance un libro en regiones y viceversa.

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Cuarto, se me podrá objetar que un sistema nacional de librerías acabará con librerías independientes, con emprendimientos que ya existen en diversos territorios. Sí, es una posibilidad, la que no tiene valor en sí. Yo preferiría, en esa hipotética situación, que el sistema nacional de librerías reconozca la labor de libreros y libreras independientes, y que sean incorporados como funcionarios públicos, bajo la lógica ya expuesta, respetando la marca y la autonomía de su visión y de sus actividades, lo que no aplica para librerías de grandes cadenas como Antártica y Feria Chilena del Libro. Sin duda, es una medida mucho más eficaz que todos los años estar financiando la apertura de librerías independientes que difícilmente se sostendrán en el tiempo. Es factible también que una librería quiera continuar siendo independiente, esa decisión no quita la posibilidad de que se cree una librería comunal en el mismo territorio.

Un sistema nacional de librerías revertiría profundamente la desigualdad estructural en Chile, ya que, como sabemos, si el libro en diversos territorios no es negocio, finalmente los perjudicados no son los emprendedores, los comerciantes del libro, sino que es la población de dicho territorio que no tiene acceso a un insumo básico en el desarrollo cultural de la población, lo que genera rezagos por una decisión solo comercial, que disminuye todo a la oferta-demanda.

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